Capítulo 1

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Universidad Victoria

Cuando Maya supo acerca de la Universidad Victoria, ubicada en el continente europeo, gritó de la emoción y se arrepintió de no haber presentado examen en ese lugar. La tía Anabelle trató de hacerle entrar en razón que un par de estadounidenses, no iban a sentirse cómodas en un continente extranjero. Pero ella respondió:

—Mamá. Esta universidad acepta a miles de extranjeros con su plan de intercambios. Alice y yo hablamos perfectamente español. Es una universidad que apoya a los artistas, deportistas y músicos. Alice puede seguir estudiando historia y tocar el violin. Yo puedo seguir estudiando filosofía y continuar con natación. Ambas estamos en niveles profesionales. ¡Vamos, mamá! ¿Qué piensas, tía Blane?

Yo veía la escena sentada en el sofá. Permanecía en silencio. También moría de ganas por tratar de entrar, pero Maya era la correcta para manejar el poder de convencimiento.

—Pueden tratar de entrar —respondió mi madre.

Creo que ninguna de las dos pensaba que íbamos a lograrlo. Maya mandó un video cuando ganó uno de los torneos estatales. Competía contra un chico sumamente bueno proveniente de China, lo que hizo la victoria de Maya, una odisea.

Yo mandé un video tocando Storm de Vivaldi. Lo hice en la sinfónica de Fernando Pavaretti. Fernando era un compositor reconocido en varias partes de Estados Unidos, hacía conciertos con jóvenes aprendices y se presentaba en lugares de alta alcurnia. Tuve mi presentación individual y descarté como nunca lo hubiese pensado.

Victoria nos rechazó una vez, pero en la siguiente ronda de solicitudes, fuimos aceptadas. Creo que el hecho de que somos familia, les facilitó el trabajo de ubicación y acomodo. Nos fue fácil adaptarnos a compartir habitación dentro del complejo.

—Tú pondrás tu violin aquí, y yo pondré mis medallas aquí —decía Maya mientras visualizaba todo el orden de las cosas.

Mamá y la tía Ana no podían creer cuando les leímos los resultados. Estaban incluso más asustadas que nosotras. Nos despedimos en el aeropuerto y prometimos ir de visita en las vacaciones de Navidad.

Era el último año de Maya y pensaba disfrutarlo al máximo. El intercambio duraba eso, un solo año. Maya volvería graduada y yo tendría que esperar dos años más para hacerlo. Pero la experiencia pensaba volverla única.

—Maya, acabamos de llegar.

—¿Y?

—No puedes apresurarte.

Era difícil tratar de identificar quién era deportista, músico o artista. La mezcla entre escritores, pintores, nadadores, pianistas, entre otros, era sumamente diversa.

—Cierto, cierto.

Dedicamos el día en acomodar, doblar y organizar. La mitad de Maya estaba repleta de medallas, fotografías y accesorios. Mi mitad, por el contrario, estaba repleta de libros, reconocimientos y un gran póster de Adam Sandler. Papá me lo regaló antes de irse de la casa cuando finalizó el divorcio con mamá. Cada fin de semana veíamos un gran repertorio de sus películas y reíamos como nunca.

—Mantenlo en un lugar visible. Cuando tengas un mal día, míralo y recuerda esas escenas graciosas. Te harán reír y olvidar los malos ratos.

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