6. ¿Podrás esperarme?

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Aquella noche me costó bastante dormir, ya que mi cabeza se había llenado de prometedoras posibilidades y fantasías acerca de lo que podía pasar al día siguiente. Era él quien lo había denominado como "cita", osea, no eran imaginaciones mías, sino que había salido de su boca. Madre mía... Por suerte, el sueño acabó por vencerme, salvándome de lo que parecía una inminente noche de nervios e insomnio.

Lo cierto es que la mañana no trajo consigo ninguna novedad. Nathaniel estaba como siempre, bueno... yo creo que incluso estaba un tanto más callado que de normal, a causa, según mis cábalas, de mantener nuestra tapadera y de que nadie sospechara de nuestro plan. Cabe destacar que la maravillosa tarde del día anterior estaba en boca de todo el mundo, y no por nada sino... ¿a quién no le gustan los animales? Una especie de furor se había extendido por todo el instituto, y todo el mundo hablaba de sus mascotas o de los animales que aspiraba a cuidar en algún momento de su vida. Lo cierto es que, para mí, era un tema un poco deprimente: cuando volví a casa después de la visita la tienda de animales dejé caer el tema de adoptar una mascota mientras cenaba con mis padres, no obstante, la reacción por su parte no fue demasiado... positiva. En resumen, ya me podía ir olvidando de hacerme con un bicho peludo. Siempre me quedaría visitar a Nathaniel y a su futura gatita, si él me invitaba, claro. Lo que no estaría nada, nada mal.

Cuando entré en el aula de ciencias, Rosalya ya me estaba esperando en nuestra mesa. Miraba distraída por la ventana, y en el momento de saludarla, no me contestó. Bueno, me contestó a su manera. Con un brusco ademán, arrancó una hoja de su cuaderno y garabateó una palabra bien grande:

"TONTA"

¿Y eso ahora a que venía? Me la quedé mirando sin decir nada (todos sabemos cómo se pone la señorita Delanay con estas cosas, más nos valía esconder bien el papel durante su lección), y creo que ella captó la indirecta, por lo que siguió escribiendo en el papel.

"Ya me he enterado de lo de ayer... ¿Qué hacías? ¿Ir de aguantavelas, o qué?"

Era mi turno de explicar mi versión de la historia. Bueno, no mi versión, la versión buena, no la que parecía ser que rondaba por el instituto.

"Rosa, Nath me lo pidió a mí, osea, íbamos a ir los dos solos. Pero Melody apareció entre las sombras con sus habilidades recién adquiridas de ninja, se puso a hablar como una posesa de lo que le gustaban los animales y al final no quedó más remedio que invitarla a venir."

Lo leyó una vez. Quizás incluso dos o tres, porque no decía nada, ni me miraba siquiera, mantenía los ojos fijos en el papel. Un suspiro escapó de sus labios.

"Definitivamente, eres tonta."

Aquello me estaba cabreando un poco, se iba a enterar.

"Pues esta tonta tiene hoy una cita. Y sí, he escrito cita. Una cita."

Rosalya alzó una ceja mientras leía. Me devolvió el papel para que siguiera escribiendo.

"Una cita con el delegado. Vamos a volver a la tienda de animales. Me ha dicho que tiene algo que contarme"

Se le escapó una risita ahogada.

- Ir a la tienda de animales no cuenta como cita.

- ¡Las del fondo, silencio! - Bramó Delanay.

Se habían acabado los cotilleos por la clase de hoy, que resultó igual de intensa que las anteriores. Mi pequeño diálogo con Rosalya me había hecho perder el ritmo de las explicaciones y andaba un poco perdida en cuanto a la realización de los ejercicios, por lo que más me valía ponerme las pilas. Por suerte, y tras casi una hora de intensas lecciones de química, llegó la hora de salir.

Nunca me dejes ir [Corazón de melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora