Esto no iba a quedar así.
Llevaba varios días en los que apenas podía conciliar el sueño por las noches, no hablaba, atendía como podía y los deberes y trabajos se acumulaban sobre mi mesa. Esto no podía quedar así. No iba a quedar así. Me pasaba las horas dándole vueltas al tema, la relación entre Nathaniel y su padre, además de la nuestra (o lo que quedaba de la misma).
Sinceramente, aquello me preocupaba más de lo que quería admitir. Quizá "preocupar" no sea la palabra más adecuada, me entristecía, me dolía y algo en mí se quebraba con el paso de los días Pero no sería yo la que lo reconociese. Y menos cuando a él se lo veía como siempre, educado y correcto, frío, demasiado. También un poco alicaído. O quizá no, y sólo fuera cosa mía. O puede que realmente le importase lo que pasó, el beso. Aunque no merece la pena, en mi caso, estar así por un mero beso, es decir, ni siquiera teníamos una relación y... ¡Basta! La cabeza me daba vueltas de un interrogante a otro, un breve consuelo, una pizca de autocompasión... Y así me convertí en una especie de muerta viviente adolescente.
Pero esto no iba a quedar así.
Había llegado el momento de tomar una decisión, puesto que esta era una carga demasiado pesada para aguantarla yo sola. Y eso que se supone que esto no es algo de mi incumbencia pero... ¿quién daría la voz de alarma? Si nadie lo sabía...
Esa tarde había quedado con Rosalya en mi casa, dado que mis padres se encontraban trabajando no supondría ningún problema el hecho de sincerarme, ni nos interrumpirían ni tampoco se enterarían de lo ocurrido. Realmente esta era una conversación más difícil de lo que me esperaba: había ensayado unas cuantas veces cómo decirlo, incluso me había preparado un pequeño discurso que intentaba memorizar una y otra vez. Si bien, cuando Rosalya llamó a la puerta y se sentó a mi lado en el suelo de mi habitación, la verdad salió sin adornos ni pausas.
- A Nathaniel le pega su padre.
Los ojos de Rosa se abrieron con incredulidad.
- Gracias, sí, me apetece tomar un refresco. Madre mía, tu hospitalidad brilla por su ausencia.
Me acerqué a ella y la cogí del brazo. La agité un poco. No sé quien de las dos estaba más confusa. Probé otra vez:
- El padre de Nathaniel se dedica a pegarle palizas, Rosa, palizas.
- ¿Podrías traerme, por favor, ese refresco? Necesito azúcar. Ya.
De camino a la cocina le conté todo, partiendo de aquella fatídica vista a los vestuarios donde pude ver las marcas en la espalda de Nath, la noche en su casa (¿le contaste lo del beso? os preguntaréis. Por supuesto que no), y su posterior discurso de independencia. Rosa no soltaba su vaso, a pesar de haberse quejado de su sed, apenas había tocado el contenido del mismo, no obstante sus nudillo estaban blancos, a juego con la tonalidad que su rostro adquiría con el fluir de mis palabras.
- Tengo que hacer algo, Rosa.
Ella no respondió, fijo los ojos en la madera de la mesa, pensativa y silenciosa.
- Es algo... importante, desde luego, e injusto, pero... ¿realmente te corresponde a ti hacerlo? ¡No me mires así! Después de la escena con Nathaniel en la biblioteca ¿es lo más adecuado? Quizás sea cuestión de tiempo que él mismo abra los ojos y...
- Necesita mi ayuda. Él no va a delatar a su padre, Rosa. Lo dejó bastante claro. No puedo tolerar el hecho de que esté pasando por eso debido a algo que no le incumbe, de verdad que no puedo...
Mi voz se rompió. Mierda, no. No podía llorar, no ahora, había aguantado bien, demasiado bien, quizás, viendo como ahora me derrumbaba sobre la mesa y le pegaba puñetazos. La rabia escapaba con mis lágrimas, a la par que el alivio me inundaba. Sin apenas darme tiempo, Rosa me estaba abrazando y me acariciaba la espalda suavemente. Yo no tenía palabras de agradecimiento, sólo sutiles gorjeos que escapaban de mis labios. Por suerte, mi amiga entendió el mensaje.
Una vez recompuesta me cogió de la mano y me llevó a la puerta. Me estaba sacando de mi propia casa.
- ¿Dónde vamos?
- A la comisaría, por supuesto. Tienes que poner una denuncia.
- Pero... ¿ya? ¿No debería...?
Ella se volvió para mirarme, con su miraba ambarina me dejó clavada en el sitio, aquellos ojos no admitían discusión alguna.
Y así lo hice. Después de exponer el caso ante un especialista se me aseguró que mi identidad permanecería en el anonimato, que ellos mismos se encargarían de los trámites pertinentes así como de la seguridad de mi amigo. Rosa se mantuvo a mi lado todo lo que pudo (las declaraciones, evidentemente, corrían de mi cuenta), asiendo mi mano, apretando en los momentos justos. He de reconocer que tenía miedo después de dar este paso, no sabía lo que iba a ocurrir a la par que no tenía demasiado claro cómo iba a reaccionar Nath, si, incluso, sería capaz de ocultar lo ocurrido por proteger a su padre.
Durante los días siguientes viví en una especie de angustia y ansiedad constante. Mis compañeros notaban algo, ya que no era normal que me sobresaltada con cada pequeño ruido (el día que se le cayó el borrador al señor Farrés por poco me envía a la enfermería viendo mi agitación), pero Nathaniel seguía igual de frío e impertérrito. No es que me arrepintiera de mi decisión ni nada por el estilo, es más, creía haber hecho lo correcto, y Rosalya no dejaba de darme la razón, simplemente tenía miedo de cómo fueran a desarrollarse los acontecimientos.
Hasta que un día él no vino a clase.
Y un nudo se instaló en mi garganta durante el resto de la mañana, de la tarde, de la noche...
Al día siguiente me encaminé a clase, no quería pensar, sólo refugiarme en las explicaciones del profesor, así como comprobar si Nath había vuelto a clase.
Una mano sobre mi hombro detuvo mis pasos, a la par que un sudor frío resbalaba por mi nuca. Un mero contacto había disparado todas mis alarmas, que terminaron por dejarme totalmente descolocada cuando al darme la vuelta me topé con sus ojos. Una mirada carente de calidez que únicamente emanaba desprecio.
- Tenemos que hablar, ven a la sala de delegados. Ahora.
Y el nudo se hizo más fuerte hasta el punto de casi ahogarme. Hora de sobreponerse... obraste bien, lo hiciste por su bien. Pasé delante de él, que cerró la puerta en completo silencio. Tragué saliva y me encaré, erguida y orgullosa, o eso pretendía.
- ¿Cómo has podido?
Retrocedí ¿Por qué? Porque nunca había oído una voz tan sumamente monótona, fría, un tono que, sin embargo, estaba cargado de represalia.
- ¿Cómo he podido hacer qué? ¿Ayudarte? ¿Hacer lo que es correcto?
- ¿Ayudarme? Bien, ahora que tu justa conciencia está tranquila ayúdame a terminar con todo lo que has organizado. Ayúdame a limpiar la reputación de mi padre, acaba con la intranquilidad de mi hermana y diles a los servicios sociales que dejen de vigilar cada paso que doy.
- Nath, es lo correcto, te lo dije y tú mismo...
- ¡No pongas en mi boca palabras que yo no he dicho!
Y me callé. Lo hice por varias razones, partiendo de que no tenía nada que decir, la tensión se había esfumado así como los nervios, había hecho lo que tenía que hacer, y lo hecho, hecho está. Igualmente, tampoco podía razonar con él en ese estado, por lo que la mejor medida fue el silencio.
- No me mires así. No tienes derecho a sentir pena por mí. Toda esta situación es por tu culpa.
-Sólo he hecho lo que tenía que hacer. Las consecuencias... dependen de ti.
Lo miré una última vez y me marché, cerrando la puerta a mi espalda. Un estruendo, producido por una mesa estrellándose contra el suelo, me sobresaltó. Procedía de la sala donde estaba él. Mi mano se asió al pomo de la puerta. No.
No ahora.
Quizás mañana. Quizás no.
ESTÁS LEYENDO
Nunca me dejes ir [Corazón de melón]
FanfictionComo seguidora de Corazón de Melón he querido hacer mi propia versión de una parte muy especial del episodio 23 (¡cuidado, spoilers!) protagonizada por Nathaniel, así como su continuación. Como ya he indicado, este es un personaje creado por Chinom...