La mañana del día siguiente fue brillante, llena de color, con pájaros que cantan y gente que baila entre los coches del atasco que siempre se forma a primera hora de la mañana.
Ok. Quizás no.
Pero en mi cabeza todo era maravilloso, a pesar de lo que no había pasado, pero podría haberlo hecho, casi, por un instante, un centímetro, un suspiro y... pero no. Aunque quizás hoy fuera el día, o quizá no, pero daba lo mismo, porque, al fin y al cabo, yo era feliz.
Tan feliz que escogí mi conjunto favorito, y hasta me pinté los labios, dispuesta a comerme el mundo (y a comerme a mi delegado, si se prestaba la oportunidad).
A lo mejor me estaba esperando en la puerta del instituto para tener un momento de intimidad antes de entrar. O quizás me sorprendería durante uno de los descansos. Puede que hubiera una nota en mi taquilla, una apasionada declaración entre mis libros con su letra, menuda y ordenada.
El ansia me pudo a la hora de salir, hasta tal punto que acabé llegando demasiado pronto a un patio desierto. Nadie. Mis esperanzas empezaron a flaquear sin demora a pesar de que sólo era primera hora de la mañana, pero es que en mi mente la escena era tan bonita, tan digna de una película, que la realidad me abofeteó la cara sin piedad. Bueno, al menos tengo entendido que Nathaniel siempre llega temprano a clase, cosas de delegados. De acuerdo, me sentaría en uno de los bancos mientras le esperaba, podía repasar los deberes, prepararme la lección del día, o simplemente mirar compulsivamente el camino de entrada cada dos segundos (sí, la paciencia no es mi mejor virtud).
Y llegó Melody, que apenas me dirigió la palabra.
Violeta, que se excusó diciendo que quería pasar por el club de jardinería para tomar alguna fotografía de las flores.
Iris y Kim, que no habían hecho los deberes.
Rosalya se rió de mí e intento arrastrarme al aula, pero mi determinación era fuerte.
Ámber y su pandilla. Karla. Lysandro. Castiel.
Por mí podría haber pasado el instituto entero, pero allí no había ni rastro de Nathaniel. Y apenas faltaban un par de minutos para que sonara el timbre.
Pasos. Pasos rápidos.
Alguien que viene corriendo, que tiene el pelo dorado y los ojos clavados en mis labios.
- Buenos días, Nath...
Y sin darme tiempo me besa. Y, siendo sinceros, yo creo que estoy soñando. Aunque este sueño es muy real. Pero él me muerde la boca y no me despierto. Ya está.
Podría haber pasado en un habitación a oscuras, una habitación que ya no le pertenecía. Y bien es cierto que ese podría ser el inicio de todo, pero después hubo mucho más. También podría haber pasado en la sala de delegados, una de esas tantas veces en las que nos quedamos solos. Quizás en pleno parque, un día de demasiado viento, sin interrupciones, con una burbuja impenetrable que nos rodease. En los invernaderos, la noche de Halloween. Lo cierto es que había habido muchos momentos y oportunidades, pero no hubiera sido lo mismo, porque nuestra historia cambiaría y... y lo cierto es que no puedo pensar demasiado cuando le rozo la mejilla con las puntas de mis dedos, y el suspira entre mis labios, me aprieta más contra su cuerpo, me deshago y me derrito con cada roce de su lengua, una caricia tras otra, un nuevo sabor en mi boca, más delicioso que cualquiera.
La espera ha sido larga.
Pero el reloj no espera a nadie. Ni el timbre.
Que hace que nos sobresaltemos y se lleva a Nathaniel tan rápido como ha llegado.
- No podía esperar más.
Y mientras lo veo correr rumbo a la clase me quedo ahí plantada, mirando al sol, con una sonrisa bobalicona en la cara.
Hasta que alguien me pasa el brazo por los hombros.
- Vaya, ¿te han cogido para The Walking Dead y no me has avisado?
Alexy.
- ¿Por qué lo dices?
- Nada nada, se te ve... satisfecha.
- Lo estoy.
No te imaginas cuánto, Alex.
Él se ríe. Y yo me limito a seguir siendo feliz.
Pero hay algo extraño, puesto que la gente me mira y se sonríe, susurra.
- ¿Ha pasado algo? - pregunto.
- No sé, dímelo tú.
Antes de que pueda responder llegamos al aula. El señor Farrés todavía no ha llegado, lo que vendría a explicar el alboroto general. Nathaniel está en su sitio de siempre, acompañado de Melody, parece excesivamente concentrado en un libro de texto hasta que levanta la vista y...
- ¡Mierda!
Se me escapa al ver su boca encarnada, repleta de lo que hace un momento era mi pintalabios.
Un momento, si él está así, yo...
Mierda.
Cuando entro en clase todo termina por estallar. Melody se cambia de sitio, Ámber está sin palabras, el resto nos miran alternativamente hasta que Castiel termina por romper el silencio.
- Vaya tela con el delegado, que calladito se lo tenía.
Estallan las risas.
Y podría ser humillante y terrible. Pero no. Lo cierto es que no me da vergüenza, que es divertido, que quiero que toda la gente lo sepa. Quiero ser feliz, sin secretos, y que él también lo sea.
Así que yo también me rio. Y él me mira, un desorden de rubor y una sonrisa tímida. Me siento a su lado y le cojo la mano, él besa nuestros dedos unidos. Cojo un pañuelo e intento limpiarle la cara, él se resiste.
- Debería quedarme así, creo que nunca me habían mirado tantas chicas.
- Sep, aunque siento decirte que el estado de tu boca echaría para atrás a más de una.
- Mientras no le moleste a la única que me importa...
Busca mi mano.
Yo encuentro su boca.
ESTÁS LEYENDO
Nunca me dejes ir [Corazón de melón]
FanfictionComo seguidora de Corazón de Melón he querido hacer mi propia versión de una parte muy especial del episodio 23 (¡cuidado, spoilers!) protagonizada por Nathaniel, así como su continuación. Como ya he indicado, este es un personaje creado por Chinom...