8. Lo que pudo ser y no fue, pero casi

1.3K 101 9
                                    


El domingo, por suerte, amaneció soleado, un día apacible que contrastaba con la marabunta de sentimientos y nerviosismo que recorrían mi cuerpo. Necesitaba una distracción, y rápido. Sin embargo, ni la televisión, Internet o los capítulos de un libro fueron suficientes, tenía que moverme.

Fue el teléfono lo que puso freno a mis preguntas. Rosa.

"¿Cómo lo llevas? ¿Nerviosa?"

"Demasiado, las horas pasan demasiado despacio."

"¿Has pensado qué vas a llevar?"

Me quedé mirando fijamente la pantalla. No habíamos hablado nada. ¿Y ahora qué?

"No lo has pensado, ¿me equivoco?"

"¡Ayúdame!"

El rato que tardó en responder fue toda una tortura para mi cabeza ¿Qué podría gustarle? Sabía que los dulces no, por lo tanto, cualquier tipo de pastel o galletas estaba descartado, por otro lado, era una merienda, así que mejor algo que no fuera excesivamente pesado, a la par que hacía cierto calor por lo que... el teléfono vibró.

"¿Por qué no preparas algo fresco? La fruta siempre es una buena opción y seguro que a él le gusta."

"¡Una ensalada de frutas! Gracias Rosa, te debo una."

"No olvides que me la acabaré cobrando..."

No contesté. Salí pitando a la cocina para ver que cosas teníamos en casa. Por suerte, mis padres son unos amantes de la comida sana, y había una buena cantidad de frutas: fresas, piña, manzana... perfecto, además, cumplía una doble función ya que me permitían estar ocupada, sin darle vueltas. Preparé, además, una pequeña nevera para que se mantuviera todo fresco y que la fruta se oxidara lo menos posible. Perfecto, todo iba a pedir de boca.

Pero mi teléfono tuvo que volver a sonar. Esta vez era Nath. Por un momento, el alma se me cayó a los pies.

"He pensado que no hemos comentado nada sobre qué va a llevar cada uno de nosotros. Si te parece bien, tengo en casa un par de botellas de zumo y patatas."

"Perfecto. Yo estoy preparando un postre, espero que te guste."

Le di a enviar, demasiado emocionada para medir mis palabras. En fin, de perdidos al río, realmente estaba preparando aquello para él, para disfrutar al máximo de nuestra tarde juntos.


* * * * *


Cuando llegué a la puerta del parque, él ya me estaba esperando, dándome la bienvenida con esa cálida sonrisa que tanto me gustaba. Intercambiamos un par de saludos y nos fuimos en busca de un buen sitio para sentarnos.

- ¿Prefieres estar al sol o a la sombra? - me preguntó.

- A la sombra, hoy ha salido un día especialmente caluroso.

- Hemos tenido suerte, menos mal.

Aquello me hizo tragar saliva. Parece que no era yo la única que rezaba porque el día saliera bien, por poder vernos y... hablar. Supongo. Madre mía, debía poner freno a mis pensamientos.

Una instalados a la sombra de un frondoso árbol, llegó el momento de la verdad: mi macedonia. El recipiente estaba fresquito cuando lo saqué de la bolsa (me había encargado de ponerle una plaquita de hielo debajo) y la fruta no tenía mala pinta: colorida, quizás menos fresca que cuando la había preparado, pero definitivamente, bien. Esperaba que el sabor cumpliera las expectativas, siendo sinceros, era una macedonia, nada puede salir mal.

Nunca me dejes ir [Corazón de melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora