1. Nunca me dejes ir...

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- Pruebas... De que tu padre te pega

- ¡Ya te he dicho que dejases de inmiscuirte en esta historia! No es asunto tuyo ¡¿No puedes entenderlo por una vez?!

- Por favor, no grites. Si tus padres nos oyesen...

- Sal de aquí ahora mismo.

- ¡No, no me iré! Es un asunto muy grave. No puedo hacer como si no ocurriese nada. Está fuera de lugar.

- E-es más complicado de lo que parece ¿sabes?

- Entonces cuéntamelo. Ya sabes que puedes confiar en mí.

- No quiero crearle polémica a mi padre... Está pasando por momentos muy duros ¿sabes? Por eso no le hablo a nadie de... de lo que me hace. Mi padre ha llevado un ritmo de vida excepcional mientras subía peldaños en su multinacional. Siempre nos ha colmado de todo, a mi madre, a mi hermana y a mí antes de...

- ¿Antes de qué?

- Antes de que alguien le robase su ascenso y que todo estallara en mil pedazos. Hace un tiempo, mi padre debió ser nombrado vicepresidente de su empresa, sin embargo, a pesar de la antigüedad y la cualificación de mi padre, su superior ha decidido finalmente confiar en un chico más joven, y por ello, con supuestas ideas nuevas y más funcionales.

- ¡Pero eso no justifica todo! ¿Tu padre ha conservado aún así un buen puesto en la empresa?

- No, los problemas han ido viniendo uno detrás de otro... El nuevo vicepresidente se ha sentido amenazado y ha sido lo suficientemente astuto para degradarlo poco a poco. En otras palabras, mi padre está atrapado, se ha quedado encerrado en el mismo despacho hasta el día de su jubilación.

- No lo entiendo... ¿Qué relación hay entre tú y sus decepciones profesionales?

- No... no lo sé ¿Quieres psicología barata? Creo que proyecta sobre mí al chico que le ha robado el ascenso. Por otro lado, él quiere que sea irreprochable, perfecto, incluso mejor para que nunca me reemplacen como a él.

- ¡Pero eso es imposible! E igualmente, o justifica sus actos.

- Imagino que él piensa que así me protege de los fracasos que él ha experimentado. Todo parte de un buen sentimiento, ¿no?

- Pero eso no justifica sus actos. Te das cuenta, ¿verdad? ¿Cómo es que aceptas todo sin rechistar?

- Si denunciara lo único que conseguiría es destrozar a mi familia más de lo que está, mi padre perdería su trabajo... ¡Y ya estamos endeudados! De todas formas, tampoco ocurre tan a menudo...

- Pero esta noche...

- No ha sido gran cosa.

- Yo... Nath...

- Si te parece bien, ahora voy a acostarme. Es tarde y tengo que estar descansando para ir al instituto mañana.

Se ha acostado en su cama, girándose para encontrarme con su espalda desnuda. No puedo irme y dejarlo así, no sé que hacer... Pero mi cuerpo actúan por sí solo, consciente de que no es momento de pensar: hundo la rodilla sobre la cama y me tumbo a su lado, con mis brazos alrededor de su pecho. No puedo evitar aspirar el olor de su nuca, un toque a madera, cálido y reconfortante. Él entrelaza sus dedos con los míos, aprieto su mano fría.

- Mírame.

No se mueve.

- Nathaniel, mírame.

Me suelta la mano, girando despacio, se vuelve hacia a mí, quedando recostado, casi sentado. Me pongo de rodillas de modo que pueda mirarlo directamente. Recupero el contacto con su mano, intentando calentarla entre las mías y nos miramos.

Silencio.

- Yo... comprendo que es una situación difícil, y quizás mis palabras sean en balde, pero... Nath, tú no tienes la culpa, nadie es perfecto porque ahí está la gracia, en el hecho de que cada uno de nosotros tengamos nuestras peculiaridades, y vale, quizás tu gusto a la hora de vestir no sea el mejor del mundo...

Veo como una sonrisa asoma en sus labios, es sutil y breve, pero por un momento ha sido mía.

- No te mereces nada de lo que está ocurriendo y ojalá no tuvieras que soportarlo, nunca, porque nadie debería soportar una situación así.

Mira nuestras manos y se muerde el labio inferior. Respira hondo como si tuviera algo que decir, pero calla. Antes de que una palabra escape de su garganta, le acaricio la cara, retirando el pelo que le cubre los ojos, me acerco despacio y dejo un beso entre su pelo con ese familiar olor que aspiro y me llevo conmigo. Es hora de irse. Le doy un último apretón en la mano y me levanto de la cama, lo mejor será que vuelva intentando hacer el menor ruido posible. Pero esta vez es su cuerpo el que toma la delantera, tomando mi muñeca.

Al volverme lo veo como nunca, alumbrado únicamente con la luz exterior que se cuela con su ventana, sus ojos brillan como escondites de lágrimas y un ligero rubor se extiende más allá de su cuello, por sus clavículas, su pecho... 

- Gracias. Por todo.

- Sólo por hacerte sonreír ha valido la pena escapar del cuarto de tu hermana a altas horas de la noche, con un pijama ridículo y que tú me recibieras en calzoncillos. Mi nuevo guilty pleasure

Y esta vez se ríe abiertamente, y realmente no sé porqué, pero repentinamente está demasiado cerca, hasta tal punto que hemos de compartir el oxígeno de nuestras respiraciones, que parece desvanecerse a pasos agigantados, pero me besa. Y creo que estoy bizqueando o haciendo algo terriblemente ridículo porque para y suelta un último resquicio de risa. Tengo la boca abierta.

- Pero ¿por qué paras?

¿He dicho yo eso? Por suerte para ambos me sonríe y vuelve a besarme, y yo me permito abrazarlo y que mis manos se pierdan entre su cabello, mientras él me acerca más y más... 

El ruido de una puerta nos obliga a parar antes de legar a profundizar el beso.

- Será mejor que me marche. Buenas noches, Nath.

- Buenas noches.

Antes de abrirme la puerta me da un beso en la frente. La puerta que da al cuarto de su hermana esta entreabierta, siento como me está esperando al otro lado, furiosa. Respiro hondo, y el olor que percibo me arranca una sonrisa soñadora. Creo que es una genial idea perderme entre mis recuerdos mientras ella me acribilla con su mal humor y sus preguntas.

Nunca me dejes ir [Corazón de melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora