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Halloween, Truco o trato. Grupos de fantasmas y goblins. 

Amanda lo adoraba.

Reía mientras estaba de pie en la puerta y daba caramelos a los niños enmascarados y pintados, comentaba los trajes y felicitaba a los insolentes querubines y a los pequeños monstruos por las creaciones que sus padres habían hecho para ellos.

El aire era quebradizo y fresco, la caída de la tarde era estimulante y alegre. No había nada sobre Halloween que no adorase. Era un acontecimiento del que no podía disfrutar en el hogar de su padre, siendo agradable mientras conversaba con aburridos políticos y casanovas envejecidos. Ella podía relajarse en casa, mirar una película y ver la alegría en los ojos de los niños que visitaban su morada, inclinándose para tomar los dulces que les daba.

Vestida con un disfraz largo, rojo, de diablesa, atraía la cantidad justa de miradas interesadas de los hombres, pero todavía estaba lo bastante bien cubierta, algo a tener en cuenta, para que las madres hablasen con ella confortablemente. El vestido rojo largo era fino pero no transparente, fluyendo de su cintura a sus caderas en una nube de perfección roja. La blusa un poco apretada estaba atada debajo de sus pechos, mientras que el material de gasa ahuecaba y se ceñía a sus senos. Su pelo largo y marrón estaba peinado flojamente y caía hasta su cintura, y los pequeños cuernos rojos asomaban encima de su cabeza.

Era su traje estándar de Halloween. Ella se sentía atractiva, viva, independiente. Especialmente este año. Su primer año oficial ausente de las restricciones de su familia. Por lo menos, casi lejos de ellas.

—Hola, señorita Marion. —La niña, Kylie Brock, giró sobre sus pies, exhibiendo su pequeño traje de diablo mientras le ofrecía una sonrisa llena de boquetes en sus dientes—. Me parezco a usted.

Amanda le echó un vistazo a su madre. Tammy Brock era una abogada joven, delgada y muy prometedora que vivía varias casas abajo. Con sonrientes ojos azules y un sentido del humor ácido, la mujer más mayor puso los ojos en blanco hacia su hija.

—Claro, Kylie. —Amanda flexionó sus rodillas, poniéndose al nivel de la niña mientras ponía un puñado de caramelos en su bolsa abierta¾. ¿Has estado asustando a todo el mundo por un caramelo esta noche?

La niña echó un vistazo a la parte superior de la cabeza de Amanda. Ella suspiró profundamente.

—Oh sí. Tengo montones de caramelos. Pero mami no pudo encontrarme cuernos como los suyos. —Los niños habían adorado su disfraz cuando ella lo sacó para enseñárselo el día antes a la fiesta de Halloween. Los cuernos especialmente.

—¿No pudo? —Amanda alcanzó hasta enderezar los cuernos especialmente hechos que había encontrado en una pequeña tienda de regalos mientras que hacía compras con su hermana en Nueva York.

—Miré en todas partes ¾se rió Tammy Brock¾. Incluso en las tiendas de suministros de trajes. Deben de pensar que soy una loca.

Amanda se rió entre dientes con ella.

¾Diles qué yo compré varios pares. ¾Ella levantó los cuernos de su cabeza y aseguró los pequeños peines que los anclaban en su lugar en la peluca roja que Kylie usaba. Sus ojos se redondearon cuando su pálida cara enrojeció de placer.

¾¿Son míos? ¾preguntó ella con asombro, sus ojos grises brillaban de felicidad—. ¿Todo míos?

¾Todo tuyos. ¾Amanda sonrió, aceptando el abrazo excitado de la pequeña mientras que la madre la miraba con gratitud.

¾Gracias, Amanda ¾susurró, mientras que Kylie volvía sobre sus pasos para mostrar su tesoro a sus amigos—.Acabas de alegrarle la noche.

¾¿Cómo está? ¾A Kylie le había sido diagnosticado un raro desorden de la sangre el año pasado, y había sido un duro golpe para ella y sus padres.

Alma profunda (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora