3

2.1K 87 0
                                    

El trabajo de niñero apestaba. Harry se recostó en el asiento del lujoso Lexus, miró a la pequeña mano de la diablesa dar caramelos como favores reales y sofocó un gruñido de excitación. Había estado así desde hacía ahora una semana, y su efecto sobre él era condenadamente inoportuno. Y aquel traje no ayudaba en absoluto.

Ella se rió con los niños, su cara se encendía de placer con cada uno de los que venían a su puerta, sólo era suavemente cortés al dirigirse a los padres. Ella se mantuvo a distancia, controlada, pero él podría sentir un ardor cocerse a fuego lento en su interior.

La maldita mujer, vigilarla no había sido su jugada más brillante. Debería haberle dicho a Dash Sinclair que se fuera a paseo cuando se puso en contacto con él y le pidió que se uniera a esta locura. El mundo no iba a aceptar a las castas. El presidente Marion podía votar cien Leyes de la Casta y eso no iba a significar ninguna diferencia. Eran demasiado diferentes. Pero Dash y Callan Lyons estaban seguros de que podría pasar. Igual que estaban seguros de que Harry podría ayudar.

Él bufó ante eso. Un coyote uniéndose a los leones y los lobos. ¿Qué sería lo siguiente?

Cambió de lugar en el asiento de cuero, reajustando su miembro y gimiendo ante la hinchada longitud. Justo lo que necesitaba, ponerse duro por la dulce hija pequeña del presidente. Eso le garantizaría ser buscado y linchado como el animal sarnoso que le crearon para ser, pensó burlón.

Mientras Harry miraba la puerta principal, esta se abrió de golpe de repente, el grito estrangulado de una mujer apenas le llegó cuando esta se cerró rápidamente. Sus ojos se movieron a la puerta de al lado, el dúplex que su unidad de Servicio Secreto usaba estaba oscuro y tranquilo. Ninguna luz; ninguna alarma sonaba.

Su mirada fija se estrechó mientras exploró la ahora casi abandonada calle. Los «truco o trato» estaban en la calle arriba y abajo, pero no había nadie lo bastante cerca para oír el precipitado grito. Maldiciendo tiró de la Glock de la cintura de sus pantalones y salió de su vehículo rápidamente. Agachándose, fue alrededor de los coches, llegando al lado de la cerca que incluía el pequeño dúplex de dos plantas.

No la sacarían por la puerta principal; tendrían un coche en la parte posterior. Maldición, ¿dónde infiernos estaban sus guardias de corps asignados, los ineptos del servicio secreto? Él personalmente no necesitaba esta mierda. Se suponía que debía ser de reserva, nada más, no la maldita caballería.

Mientras se movía a través de las sombras, bordeando la cerca cuidadosamente, vio la furgoneta y al conductor que esperaba impacientemente, una máscara negra cubría su cara. Harry se movilizo a través de las sombras, inhalando el aire quebradizo de la noche para estar seguro que no había otros protectores afuera. Su visión distinguió al conductor, pero ninguna otra señal de un socio en la furgoneta.

Estúpido. Estúpido, rabió calladamente mientras que lo silenciaba, tomó rápidamente su arma y la preparó. El guardia salió afuera inmediatamente, en el mismo momento en que la puerta trasera se abría. Moviéndose rápidamente a lo largo de la cerca, Harry sacudió con fuerza al primer hombre delante de la puerta, sus brazos circundaron su cabeza y la torcieron rápidamente. Dejó caer el cuerpo antes de que el sonido hueco de rotura acabara. El segundo hombre fue igualmente sorprendido, era fácil tomarlos. Agazapándose, apenas esquivó una bala antes de colocarse detrás y eliminar al tercero. No les llevó a esos muchachos mucho tiempo entender que estaban atrapados, pensó burlón.

Los perros ahora ladraban, las voces se levantaban mientras el cuarto hombre se movía para poner su arma en la sien de la mujer inconsciente que sostenía.

El entrenamiento podía ser una cosa maravillosa, pensó Harry distantemente mientras extendía su brazo y disparaba primero, antes de agarrar la carga que el atacante llevaba cuando cayó.

¿Ahora qué? Maldición, él no necesitaba esto.

Lanzándola sobre su hombro, se trasladó a la furgoneta, apartando de un tirón al conductor muerto de su asiento, lanzándolo al pavimento y poniéndose en él. Dejó a la muchacha en el suelo de la furgoneta, arrancó el motor y salió mientras que las luces comenzaban a inundar la calle.

Joder, realmente no necesitaba esto. Se suponía que debía vigilarla, solo vigilarla y cerciorarse de que la tropa de idiotas no chapuceaba su trabajo y que no dejarían a los Supremacistas de la Sangre, que acechaban al presidente Marion, hacer una intentona con ella.

En el servicio secreto eran experimentados. Estaban acostumbrados a proteger a las primeras hijas. Los mejores de los mejores y o bien ellos estaban jodidos y muertos en el infierno o dormían en el trabajo, y ahora él tenía que aguantar a la Niña.

La dejaría en algún sitio, haría una pequeña llamada telefónica rápida a la comisaría más cercana y sería así. Fácil. Simple.

Gilipolleces.

Si los bastardos habían podido llegar a ella tan fácilmente entonces había alguna mierda de especialista que se preparaba para golpear, un fanático. Nadie, pero nadie, se acercaba a la hija del presidente simplemente sin ayuda desde el interior. Mierda.


Glock: pistola de origen austriaco

Alma profunda (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora