Capítulo 28

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-hola cariño ¿Cómo estás?- le da un fuerte abrazo al cual el responde con dificultad

-¿Qué haces aquí?- toma asiento en la sala mientras yo vuelvo a cerrar la puerta, me imagino la preocupación que debe sentir Ian, la única persona de su familia que me conoce es su hermana

-ya que estaba cerca pensé que podríamos pasar un tiempo junto, pero veo que tienes visita- me mira de reojo al igual que Ian, yo ni sé que hacer así que solo me quedo parada observándolos, el rasca su cuello con nervios

-sí, madre, ella es Maggie... una vieja amiga- voltea lentamente y me analiza con sus miedosos aojos esmeralda

-bien, donde la conociste, yo no la recuerdo- antes de que abra la boca me adelanto a responder

-nos conocimos en Denver- fue lo que primero se me ocurrió, nunca he estado ahí, pero el sí, lo sé por una foto en su oficina

-ya veo- camina con paso definido hasta quedar frente a mí –soy Emilia, la madre de Ian- estrecha mi mano con una sonrisa en su rostro

-es un placer conocerla Sra. Walkobich

-dime Emilia, querida...- hace una pausa algo incomoda -entonces yo me voy, no veo que tengo que hacer aquí, buscare un mejor tiempo- dice con tristeza, veo la oportunidad perfecta para hacer sufrir a Ian, se le nota que la presencia constante de su madre le estresa en general la de toda su familia es la única persona que no que le gusta estar solo en una mansión

-¿pero de que está hablando?, llueve muy fuerte, le puede pasar algo en el camino, mejor quédese, yo preparo la cena- Ian me mira con desaprobación, pero es mejor evitar una tragedia, le sirvo una taza de chocolate, se la llevo a la sala y me devuelvo con la mía en manos, ellos se quedan hablando mientras yo pienso que cocinar; ¡ya se!, a Edward le encantaba el filete de cerdo con una cremosa salsa de mostaza y espárragos asados, aparte de ser delicioso, la receta es muy fácil y rápida, todo lo que se necesita él lo tiene, en menos de 40 minutos ya tengo todo hecho y listo para servir

-¿pueden pasar a la mesa?, ya voy a servir la cena

-¡claro!- exclama Ian con fingida emoción –yo te ayudo- su madre sigue derecho, mientras nosotros vamos de nuevo a la cocina -¿¡estás loca!?- grita y susurra a la vez

-¿Por qué?- hablo con tranquilidad, coloco los espárragos en los platos, la carne y por último la salsa

-ella te va a querer investigar, está loca...

-ya sé a quién te pareces- interrumpo, arquea sus cejas son sorpresa, antes de que me reprenda por lo que dije, salgo con la comida en manos, la dejo rápidamente y vuelvo

-yo no me parezco a ella, no estoy tan loca, se cree el FBI, le gusta tener el control, es arrogante y fastidiosa- enarco una ceja

-pensé que venias a ayudarme- cambio de tema –lleva el vino

-bueno señora- pone su mano en la frente como lo haría un soldado; me siento frente a su madre, lo que reconsidero después de que me mirara con sus tenebrosos ojos, después llega Ian con el vino que le dije y tres copas, empezamos cenar en silencio, hasta que la Sra. Walkobich decide hablar de algo más personal

-¿estás casada? me atoro con el pedazo de carne que estaba a punto de tragar, niego rápidamente al mismo tiempo

-madre...- reprocha su hijo

-ya sabes lo que dicen por ahí, "Mujer que guisa, se casa aprisa"

-¿Por qué no hablamos de otra cosa?- habla Ian tratando de relajar el ambiente

-ok... ¿sabías que era un taradito de pequeño?- su comentario hace que explote en sonoras carcajadas, al igual que ella, se mira serio y con vergüenza

-no señora, no lo sabía- lo miro de reojo mientras niega disimuladamente con su cabeza

-ay si, no sabía qué hacer con él, a veces era muy tonto o demasiado hiperactivo, no sabes por cuantas cosas nos ha hecho pasar a toda la familia

-mamá- vuelve a reprochar, pero Emilia hace de cuenta que no escucho

-cuando tenía dos años, pidió un perro para su cumpleaños, así que se lo dimos, pero al otro día lo tuvimos que devolver porque él lo quería utilizar de caballo. El perro tenía dos meses- suelto una pequeña risa –cuando estaba en sexto de primaria, unos chicos lo golpearon por ser tan tonto, entonces su padre lo inscribió en una academia de karate, pensábamos que no había aprendido nada, así que lo pusimos a que hiciera demostraciones con su hermano, le golpeo tan duro la cabeza que el pobre se desmayó, pero eso no fue lo peor, no te imaginas como lloraba porque pensó que había matado a su hermano- no puedo evitar reírme de esta anécdota, de tan solo recordar sus palabras me carcajeo más fuerte –hubo un tiempo en que creía que era adoptado, ya que mi hermano mayor se inventó toda una historia, duro sin hablarnos dos días enteros, volviendo de la escuela, entro rápido y empaco todas sus cosas porque quería ir a buscar su verdadera familia. También lloro – nosotras estamos gozando mientras el cada vez se va colocando más rojo – Ian ¿te acuerdas de Jessica?

-Emilia no- abre sus azules ojos

-era su niñera...

-no la escuches, todo es mentira- interrumpe

-tenía 17 años y él se enamoró de ella, imprimió una foto del rostro de la chica y la pego por todos lados, en sus peluches, revistas, sus juguetes, en sus pijamas, hasta en las cobijas, todo. Siguió así hasta que cumplió 12, no te digo que era un taradito, no sabía que era "hacerse la paja" y cometió el gravísimo error de preguntarle a su hermano que es 4 años mayor, en ese entonces tenía 16 y prácticamente se odiaban, competían por ser el mejor de la casa; volviendo al tema, su hermano le dijo que era darle un abrazo y un beso a una persona

-en mi defensa, ustedes me querían tener lo más alejado posible del tema

-eso ya no importa... entonces hizo una pancarta que decía "Jessi te amo, quiero hacerte la paja" y se paró en toda la puerta de la escuela para que todos lo vieran, inclusive la pobre Jessica- me rio tan fuerte que mi estómago duele y siento que me voy a orinar –le metieron su severo golpe, lo llevaron al psicólogo y al consejero de la escuela, pero como todo iba de mal en peor, se quedó sin saber a qué se refería eso hasta que cumplió 14

-pero ahora si lo sé y es lo importante- me guiña un ojo lo que hace que cese mis risas

-bueno- intenta hablar Emilia, nos hemos reído tanto que ya me duele la cara –hay muchas cosas más por contar, espero que nos visiten, a su padre le encantaría conocerte; gracias por la cena, estaba deliciosa

-es con gusto, espero volverla a ver- nos despedimos de beso en la mejilla, la acompaño hasta la puerta, desde su auto me mira con sus penetrantes ojos que ya no me parecen tan miedosos, cierro la puerta y al voltearme me encuentro con Ian parado a pocos centímetros de mi

-no sabes lo que te espera- dice con una sonrisa juguetona

-si se, tengo que lavar toda la loza que ensucie- paso por su lado con una sonrisa triunfante...


Comprada Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora