02. Blood, sweat and tears

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Los primeros rayos de sol me despertaron aquella mañana. Me encontré a mí misma recostada en el banco en el que había conocido a aquel misterioso chico la noche anterior. Al parecer, el cansancio había podido conmigo sin darme cuenta. Utilizaba mi mano derecha como almohada mientras con la izquierda sostenía abierto el paraguas, agarrándolo con fuerza, como si fuera el único puente que me podía llevar a la salvación. Al despertarme agradecí, al menos, que aún fuera demasiado temprano como para que hubiera alguien alrededor. Aquella situación era realmente vergonzosa. Me incorporé sentándome en el banco y suspiré, colocando ligeramente mi pelo a pesar de que sabía que no tenía arreglo. El día anterior fue, definitivamente, el peor de los vividos hasta entonces.

Llevaba poco más de un año viviendo con mi novio allí en Corea, y a pesar de que no habíamos sido nunca la pareja más perfecta del mundo, nunca pensé que llegaríamos a ese extremo. Era cierto que ya no podíamos seguir viviendo bajo el mismo techo, aun así. Una parte de mí había querido huir de todo aquello, pero la otra se encontraba completamente perdida, tanto física como mentalmente, y quería volver a casa. Sin embargo, ya no había vuelta atrás.

—Toma —me sobresalté al escuchar una voz y miré al frente, consiguiendo que mis reflejos fueran lo suficientemente ágiles como para coger al vuelo un paquete con un sándwich en su interior. Levanté la mirada, incapaz de evitar sonreír levemente al reconocer aquel cabello rubio—. No es gran cosa, pero es lo que hay —el chico se encogió de hombros.

—Está bien —negué con la cabeza—. Gracias... de verdad. Por lo de ayer, y por volver hoy tan temprano... —bajé la mirada hacia el sándwich algo, avergonzada. No era pobre, ni una verdadera homeless, ya que aunque me robaran la cartera seguía teniendo mi dinero en el banco, pero agradecí enormemente los gestos que tuvo hacia mí. Al fin y al cabo, ya no tenía a nadie a quien acudir.

Durante un instante pensé en la apariencia del chico aquella mañana. No recordaba su vestimenta de la noche anterior, pero por sus pantalones rotos, su chaqueta ancha, los pendientes en las orejas y su pelo despeinado podía haber pasado tranquilamente por el típico chico malo de cualquier película para adolescentes. Aun así, no le di importancia. Me había alegrado el día, y eso era lo que importaba.

—No las des, te he dicho que no es gran cosa —se cruzó de brazos y me miró serio. Definitivamente, era el típico chico malo de las películas. No me dejó responder y continuó—. No tienes casa, pero tienes un nombre, ¿verdad?

—Me llamo Hailey —contesté.

—No eres de aquí –replicó, aún serio.

—Lo sé.

Nos quedamos callados durante un par de segundos. Él me examinó con su mirada y esbozó una pequeña sonrisa en señal de aprobación antes de volver a romper el hielo.

—Bueno, no me importa de dónde vengas, sino a dónde vas.

—¿Qué quieres decir con eso? —realmente me pareció ser una persona bastante curiosa por su manera de hablar.

—¿Tienes un plan o estás sola? —suspiré al darme cuenta, de nuevo, de la cruda realidad. Cerré el paraguas intentando hacer tiempo y mentalizarme.

—Lo segundo.

—Entonces vendrás conmigo —sentenció.

Me quedé de nuevo callada, sin entender aquella reacción. Agradecía todo lo que había hecho por mí, pero no le conocía en absoluto. Fui a abrir la boca pero él me puso el dedo índice sobre los labios, a lo que yo callé.

—¿Sigues sin confiar en mí? —al parecer leyó mis pensamientos—. Bien. Vendrás, te ducharás y cambiarás esa ropa apestosa que llevas, y luego decides si quieres quedarte o no —quitó el dedo que aún tocaba mis labios.

—D... de acuerdo —titubeé al ver la decisión que transmitía al hablar de mi mal aspecto. Me levanté del banco, y por primera vez sonrió ampliamente. Con rapidez, me cogió de la muñeca y tiró de mí para que le siguiera.

—Al final querrás quedarte. Nuestra casa es increíble. Además, somos muchos. Hay chicas también, nadie te va a violar. Reclutamos gente a menudo... —continuó hablando, pero perdí el hilo de la conversación. Parecía bastante entusiasmado.

—Por cierto... —él me miró sin aminorar el ritmo de su marcha, intrigado por la razón por la que había cortado su discurso—. ¿Cómo te llamas? —volvió a sonreír. Era bastante reconfortante a pesar de su pinta de delincuente.

—V.

—¿V?

—Sí, V.

—¿Una letra? —aguanté la risa, a lo que él frunció el ceño y se detuvo frente a la enorme puerta de la estación de trenes. Volví a ponerme seria al ver su reacción.

—Mi nombre es V. No intentes descubrir ningún otro nombre escondido, porque ese es el único al que respondo.

—Perdón... —su reacción me intimidó, pero inmediatamente él volvió a sonreír, probablemente para quitarle importancia. Se giró para mirar la pantalla en la que ponía los minutos que quedaban para que llegara el siguiente tren y volvió a mirarme, ansioso.

—¿Eres ágil?

—¿Cómo?

—¿Sabes correr rápido?

—Claro que sí —puse los ojos en blanco. Hizo una pequeña pausa.

—Entonces sígueme, y no te detengas aunque alguien te lo pida —esperó a que asintiera y de repente gritó—. ¡Ya!

Tras aquel alarido, corrió con rapidez en dirección al interior de la estación. Fui tras él intentando seguir su ritmo, algo desconcertada, aunque pronto supe lo que ocurría. V saltó los tornos de entrada al andén con una gran habilidad, algo que yo imité segundos después casi con la misma rapidez. Por un momento tuve miedo de ser demasiado lenta y verme atrapada por el guarda de seguridad que gritaba tras nosotros. Continué siguiéndole hasta el interior del tren con la suerte de que las puertas se cerraron detrás de mí y el mismo continuó su marcha. El guarda golpeó la puerta, y V enseñó los dos dedos corazón de sus manos antes de que perdiéramos a aquel hombre de vista.

—¿Cómo... sabías que el tren...? —jadeé, viéndome obligada a agacharme, apoyándome sobre mis rodillas por la carrera. Definitivamente, necesitaría una ducha. Aún sostenía el sándwich en mi mano, aunque sin querer lo había aplastado un poco.

—¿Por qué te crees que hemos corrido para venir aquí? Hemos llegado en el momento justo —sonrió orgulloso de sí mismo—. Estoy harto de hacerlo, de todas formas.

Alcé la vista para mirarle y no pude evitar sonreír. Aún no entendía muy bien por qué, pero aquella carrera me hizo sentir mejor. Me apoyé en la puerta del tren, cerré los ojos y dejé que mi sonrisa aumentara.

—¿Qué? ¿Te ha gustado? No tienes cara de ser precisamente una rebelde —le escuché opinar. Abrí los ojos para mirar su expresión y me di cuenta de que aquella situación le divertía.

—Calla —reí y empujé ligeramente su hombro.

—Esta es la verdadera libertad, Hailey —dio una palmada al aire y señaló mi mano derecha—. Y come de una vez —sentenció antes de girarse para mirar una pantalla en la que ponía el nombre de todas las paradas que el tren hacía.

A pesar de su aparente bipolaridad, sonreí. Me caía bien, y hacía que me sintiera aún mejor. Al menos, ocupaba mi tiempo y no me permitía llorar. No nos conocíamos, pero me pareció que ya éramos amigos. Abrí el paquete que él me había traído con cuidado y saqué la mitad del sándwich. Parecía que una nueva etapa acababa de empezar.

Boy meets evil  » TaehyungWhere stories live. Discover now