2. Presentaciones, nuevas amistades y danzas del vientre

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—Ehh, hola —respondo yo, sin saber muy bien que decir ante la soltura de la chica.

—¿Y te llamas...?

—Dave, Dave Martin.

—Dave... eres el primer Dave que conozco. —sonríe ella, haciendo que sus hermosos ojos verdes con apenas maquillaje resalten todavía más.

—¿Te invito a una copa? —propongo sin pensar.

Tío, contrólate, que igual te has lanzado demasiado, me increpo a mí mismo.

—Vale. De todas formas, parece que tu novia va a tardar un ratito en volver —comenta Mia, mirando en dirección a la puerta del baño donde se metió Allyson. Ambos oímos el horroroso sonido de una arcada, y hacemos una mueca de asco.

—No es mi novia, de todas formas —me encargo de aclarar—.La conozco desde hace apenas una hora y media.

—¿No tienes novia?

Niego con la cabeza mientras vamos a la barra y la pelirroja me mira, extrañada.

—Qué raro. —murmura para sí.

—¿Perdón?

—Bueno, eres mono. Tienes unos ojos muy bonitos —se explica la pelirroja, con un encogimiento de hombros—. A alguna le gustarás.

—Pues no ha mostrado señales de vida. Joel, pon dos Bloodymary. —pido, y me siento en el taburete.

—¿Con que Bloodymary eh? —Mia coge la bebida y se la bebe toda de un trago sin vacilar—. Delicioso —comenta, dejando el vaso en la mesa—. Respecto a la chica, no sufras, ya aparecerá.

—En realidad no tengo mucha prisa. ¿Y tú que?¿Alguien ha conquistado tu corazón?

—Alguien lo hizo. Pero luego me lo rompió en pedazos —una sombra cruza sus ojos ante el recuerdo de aquella persona, y, a pesar de sentirme curioso acerca del tema, prefiero no preguntar—. Eso no quiere decir que te vaya a pasar a ti. De hecho fui muy feliz con él. —de repente consulta su reloj y me mira, sonriente—. Ven, que ya es la hora. Voy a enseñarte algo.

—¿El qué?

—¿Quieres ver algo realmente divertido? —me pregunta, y yo asiento algo confundido con la cabeza.

—Bien, pues entonces ven conmigo a ver porqué nunca me emborracho en las fiestas. —la pelirroja me toma de la mano y me lleva con ella fuera de la discoteca, al paseo marítimo. La música se oye a pesar de que ya llevamos un buen rato caminando. Mia se sienta en un banco sin previo aviso, y se pone a mirar hacia adelante.

—¿Y ahora qué?

—Ahora miramos.

En un principio no entiendo muy bien a qué se refiere, pero al cabo de unos instantes comienzan a pasar grupos de adolescentes —la mayoría chicas— borrachas sobre sus tacones de quince centímetros.

—Llámame cruel, pero solía venir aquí con mi ex a hacer apuestas acerca de quién se caía primero.

—¿En serio?

Ella asiente decididamente con su cabeza:

—Ya lo verás. Es realmente divertido. ¿Ves esa rubia de allá? —señala una chica que va derecha a una farola. Como no se desvíe mañana tendrá un buen chichón en la frente—. ¿Cuánto tiempo crees que tardará en estamparse y caerse al suelo?

—Mm... ¿Veinticinco segundos?

—Yo diría que quince. ¿Qué te apuestas?

—No llevo nada encima.

—No me refería al dinero. Puede ser cualquier cosa.

—¿Qué os apostabais tu novio y tu? —ella me mira de reojo con una mirada asesina, y me percato de mi error—. Exnovio, perdón.

—Nos apostábamos besos —comenta en un susurro, mirándo fijamente a la nada, como si yo no estuviera. Sus ojos se vuelven cada vez más claros por las lágrimas que se comienzan a acumular. Aunque hace apenas unos minutos que la conozco, sé que esta chica no se merece para nada del mundo lo que su ex le hizo, sea lo que sea, y no sé que me pasa pero se me está comenzando a formar un sentimiento protector hacia ella.

—Eh, shh —murmullo, recogiendo suavemente una lágrima solitaria que caía por su mejilla—. No llores. Vayamos a pensar una apuesta divertida, si pierdo yo, bailaré la danza del vientre. ¿Te parece?

Mia iba a responder cuando ambos saltamos en nuestro asiento por un grito: la rubia ya se ha chocado.

Vaya, no hemos podido calcular el tiempo.

—¡Han pasado diecinueve segundos! —chilla ella de repente—. Como se acerca más a mí número que al tuyo, te toca bailar.

—No voy a bailar aquí en medio de todos. —protesto—. Y no me digas que mañana nadie se acordará porque estan todos borrachos perdidos.

—Me has leído el pensamiento. De todas formas, insisto: nadie se acordará. Venga, otra apuesta ¿Cuántos chupitos crees que lleva aquel de allí? —ahora señala a un chico que está vomitando mientras se aguanta como puede en un árbol.

—Unos cuantos. De todas formas, no se lo podemos preguntar.

—¿Porqué?

—Porque va tan borracho que no se acordará —repito su frase entre risas, y Mia se une también a mis carcajadas.

—Me debes una danza del vientre y lo sabes —me recuerda la pelirroja, señalándome amenazadoramente con el dedo—. Mia Collins nunca olvida.

—Bueno... como insistes lo voy a hacer ahora. —termino cediendo. No sé como he podido terminar accediendo a esto, pero esta chica puede controlarme a voluntad.

—¡Espera! —Mia entra en You Tube con su móvil, y consigo leer que busca "música danza del vientre". Pulsa encima de la primera canción, y una música oriental comienza a sonar en medio de la calle—. Ya puedes comenzar.

Empiezo a reírme tímidamente, y a moverme como puedo. Mi nueva amiga estalla a carcajadas, y se une a mi baile. Después de terminar la primera canción, ponemos otra sin vergüenza alguna. Al fin y al cabo, no somos los que desentonamos más en la calle y todos estan tan borrachos que no se acordarán ¿Verdad?

The Love of One of ThemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora