Casi Angeles Cap 8

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Capitulo 08

El espíritu de la verdad

«Una tarde de otoño. El sol entra por la ventanita pequeña y sucia de la cocina. Hace frío, pero el solcito reconforta. El horno está encendido y huele a torta de limón. Mamá saca a torta del horno. ”¡Espera a que se enfríe para comerla!”, ne dice. Luego mamá sonríe mirándome comer la torta, mientras cose un vestido para mí. Mamá tiene una panza enorme y redonda como la luna. Mamá dice que voy a tener una hermanita.»

—Mi hermanita... despertó diciendo Cielo.

Ya estaba acostada en su cama del altillo, y junto a ella estaban Justina y Bartolomé, que se miraron con sus caras ¿esencajadas al oírla decir esas palabras.

—Quédate quietita, Sky —dijo Bartolomé—. Te desmayaste, te diste un porrazo, y tenes flor de chichón, che.

—Para mí esta chica está anémica, señorrr.

—¿Estás comiendo bien, Sky? ¿No te salteas comidas, no? Hay que hacer mínimo seis comidas diarias, che...

—La nena... —insistió Cielo, aún entre sueños.

—¿Qué nena? —exclamó Bartolomé con su voz crispada.

—¡La nena, dice! ¿Qué nena? ¡Delira!

Cielo fue recobrando poco a poco su conciencia, y el sueño se fue desvaneciendo. Miró a Justina y a Bartolomé, con sus rostros preocupados, y sintió un bulto en el costado ¿e su cabeza, y un dolor agudo.

—¿Qué me pasó?

—Te desmayaste, Cielito —dijo Bartolomé con dulzura.

—¿En ese sótano?

—¿Qué sótano? —dijo Bartolomé y lanzó una carcajada—. Estás chitrula todavía, che!

—Ningún sótano —sentenció Justina.

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—Te encontramos desmayada en la cocina, al ladito del hogar a leña; se ve que te golpeaste contra el filo de piedra, siempre le digo a Justin que hay que pulir ese filo, un día vamos a tener un disgusto.

—Había una nena... —insistió Cielo, pero ya confundida.

—Soñaste, mi querida —concluyó Bartolomé.

Cielo se convenció a sí misma de que había sido todo un sueño... el sótano, la nena, y la torta de limón.

—¿Y los chiquitos? Habían desaparecido...

—¿Los chiquis? Estaban jugando por ahí, che —dijo Bartolomé mirándose con Justina, disimulando el fastidio por lo que había ocurrido.

En el instante en que Cielo se desmayaba, Justina venía tras ella con una bandeja con la merienda para Luz y vio lo que allí ocurría. Con desesperación, soltó la bandeja, corrió hacia Luz, saltando por encima de Cielo, ya inconsciente en el piso, y volvió a meter a Luz en su sótano, reprendiéndola severamente por haber salido.

—¿Hablaste con ella? —le preguntó desesperada Justina a Luz.

—¿Quién es esa chica?

—Contéstame, ¿hablaste?

—No, me vio y se cayó. ¿Quién es?

—¡No importa quién es! ¡Te quedas acá y nunca más vuelvas a salir!

Encerró a Luz otra vez en el sótano y fue hacia Cielo, que estaba inconsciente. Empezó a arrastrarla por el pasillo, pero no hacia la entrada de la cocina, sino hacia unas escaleras que había a unos veinte metros de allí. La subió con gran esfuerzo por las escaleras de piedra, y abrió otra de sus puertas trampas, la que daba a su habitación. Con la respiración agitada, llamó a Bartolomé por ayuda, pero éste le contestó que tenía su propia emergencia.

Casi Angeles Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora