La echaba demasiado de menos...
Y además con todo lo que me estaba pasando ya no tenía fuerzas.Ya no tenía fuerzas para vivir. Así que decidí acabar con mi vida, necesitaba dejar de sufrir.
A dios mil veces pedí que cesara mi dolor más no fue el caso, por eso decidí que debía colgarme para acabar con esto.
Caminé por el bosque durante una media hora, era casi de noche.
Nadie me echaría de menos, lo sabía bien.
Llevaba su foto, la foto de la chica que rebosó el vaso y me dio el empujón necesario para tomar esta decisión.
Ella tenia unos ojos verdes deslumbrantes y unos cabellos rubios que gustaba a todo el mundo.
En esa foto ella estaba estupenda, lamentablemente yo no fui nada para ella, una mancha en su vida, un macarra de poca monta con el que salió, siendo joven y despreocupada.
Ahora ella tenía al hombre que se merecía, alguien que la cuidaría y le daría el amor que ella merece.
Cada paso que daba en el interior de ese bosque, cada vez más oscuro, me acercaba más a mi final.
Notaba las hojas húmedas bajo mis pies...Notaba como los animales guardaban silencio ante mi marcha fúnebre, la marcha fúnebre de un muerto en vida. De alguien a quien el dolor le devoró el espíritu convirtiéndolo en una carcasa sin ganas de vivir.
El viento soplaba suavemente y las estrellas comenzaban a verse mejor.
Sería una buena muerte, en ese bosque tardarían en encontrarme y al menos mi cuerpo serviría de alimento y refugio a otros seres vivos.
La luna llena se mostraba serena en el cielo, como si fuera un charco con el agua en calma.
Llegué al árbol que sería mi lecho de muerte, era tan acogedor y romántico...
La cuerda estaba preparada tal y como la dejé el día anterior, con el nudo hecho y colgada de una de las ramas más humildes del árbol.
Elegí un roble para darme muerte, pensé que si me encuentran colgado antes de lo esperado será más fácil descolgarme de él.
Pegue un salto y me agarre a la rama con ambas manos, con ellas me fui desplazando por la rama hasta llegar a la cuerda.
Solté la rama con una de las manos para poder ponerme la soga al cuello.
Tras hacerlo simplemente solté la rama y me dejé colgando.
Mientras me iba ahogando saque su foto de nuevo de mi bolsillo. Quería ver su rostro sonriente antes de morir.
Ya comenzaba a perder el conocimiento, mi alma estaba abandonando mi cuerpo y la noche ya reinaba.
Apenas podía ver con la luz de la luna llena y cuando ya casi estaba inconsciente escuché unos pasos.
Unos pasos acelerados corriendo hacia mi. Lo que causara esos pasos saltó, cortó la cuerda y cayó conmigo al suelo.
Esa cosa que me salvo de la muerte, estaba en el suelo sobre mi. Giré la cabeza para ver al que frustró mi intento de suicidio.
Era una muchacha de mi edad más o menos. Tenia el cabello castaño al igual que sus ojos, unos ojos que se clavaban en mi, con unas pupilas diminutas que supuse que se debían a los nervios de la situación.
Ella rápidamente saco un cuchillo de sierra muy parecido a los que usan los militares y corto la soga de mi cuello, en ese momento pude respirar plenamente.
Ella vestía una camiseta sin mangas y un pantalón corto que al igual que su camiseta era de un tono castaño verdoso, pero su ropa estaba al igual que la mía manchada de lodo y hojas por la caída.
Después me cargó sobre su hombro y perdí la consciencia debido a la falta de oxígeno de antes junto con los nervios de la situación.
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La raza perdida
AdventureDesde los avances de la tecnología y la sociedad hemos olvidado que lo que nos acosaba por la noche en el pasado también ha podido evolucionar al igual que nosotros. Lo que debe preocuparnos es lo que quieren. Ni los buenos son tan buenos ni los ma...