Después de haber estado caminando y comentando los rumores y cosas maravillosas de estos bosques con W me despedí y volví antes de que anocheciera tal y como dije que haría. El sol estaba tan bajo que las sombras de los árboles incidían en la gran cabaña como si fueran macabras figuras intentando devorarla. Me puse delante de la puerta y me paré, notaba algo en el ambiente que me hacía estar alerta... Miré hacia atrás con un rápido giro en el que volteé todo mi cuerpo de un salto mientras agarraba el mango del cuchillo de María, preparándome para sacarlo si algo intentaba atacarme.
Algo se ocultaba entre la vegetación de alrededor de la cabaña, no sabía bien donde pero, algo me observaba desde ella, notaba dos ojos clavados en mi y vigilando cada movimiento que hacía. Cada vez me ponía más nervioso... Esperé a que se moviera y cuando escuché las pisadas de ese algo en las hojas y el lodo, abrí la puerta de una coz y me metí de espaldas en el interior de la cabaña, cuando me encontré dentro cerré la puerta rápido y pase los pestillos y cadenas de acero que volvían aquella entrada infranqueable.
Me sentí aliviado pero no seguro del todo. Subí corriendo las escaleras y me metí en mi habitación. Fui hacia la mesa donde estaban el pc de María y el resto de cosas, abrí el estuche y saqué mis garras metálicas, me las puse enseguida.
Entre con tanta prisa que no me percaté de que no había encontrado a nadie en mi recorrido por las estancias hasta mi habitación. Decidí ir a revisar la casa para comprobar si estaba alguna de las chicas. Estaba tan asustado que para hacerlo no me quité las garras de metal, eso me dificultó abrir la puerta de la habitación para salir de ella.
Con temor atravesé el pasillo hasta el despacho de Cintia...
Llamé dos veces a la puerta. Esperé unos segundos pero no obtuve respuesta alguna. Abrí la puerta y no había nadie en el interior de la estancia. Repetí este procedimiento con todas las habitaciones del pasillo sin éxito.
Bajé las escaleras en posición defensiva y desde el salón fui a la cocina. Nadie estaba en ella. El horno, la vitrocerámica y todo estaba impoluto, sin una sola pista de donde estaban las chicas.
Ya no iba a seguir buscándolas en la cabaña, me puse en el exterior para esperarlas y así de paso me encargaba de lo que me estaba observando antes.
Salí al exterior después de quitar todos los cerrojos pero ya no me sentía observado, lo que antes estaba entre la maleza ya no me observaba porque ya no lo notaba.
Me dirigí hacia la maleza y comencé a buscar a pesar de que sabía que no encontraría a lo que quiera que fuese que me estuvo observando. Miré a mi alrededor y solo ví al anciano que ya había visto antes ese mismo día caminando de la misma manera entre la espesura de los árboles y los helechos.
Pensé:
-(¿Acaso ese anciano no se va a su casa? Ya casi es de noche.)-
Entonces escuche una voz desde detrás de mí que dijo:
-Llegas tarde Alberto.-
Me gire y era Béretriz la que estaba hablándome.
Béretriz:
-Podrían haberte matado. Me preocupaste.-
Yo:
-¿Donde estabas?-
Béretriz:
-Esperándote mientras daba vueltas alrededor de la cabaña para ver por donde volvías.-
Yo:
-¿Donde están el resto?-
Béretriz:
-Han ido a la ciudad de aquí al lado a hacer recados, ¿de dónde crees que sacamos la comida y todo lo demás?-
Béretriz me miró con seriedad y me acompañó adentro de la cabaña. Nos sentamos en el sofá del salón mientras esperábamos al resto.
Yo:
-Béretriz...¿Qué es una sombra cadáver?-
Ella se sorprendió de mi pregunta e intentando mantener la compostura contesto.
Béretriz:
-Son lo que matamos.-
Yo:
-¿Pero tienen alma?, ¿De qué están hechos?, ¿De dónde vienen?, ¿Qué quieren?-
Béretriz:
-Solo necesitas saber que debemos matarlas.-
Yo:
-¿Entonces no debo saber más sobre las sombras cadáver?-
Béretriz:
-¿Por qué tanto interés ahora? Ya has matado sombras cadáver y no has preguntado nada. Se te va a dar la información según avances como hasta ahora.-
La sequedad con la que me lo dijo me hizo bajar la mirada y no preguntar más.
Me saqué las garras de metal y me levanté del sofá para ir a guardarlas en mi habitación mientras Béretriz estaba sentada en silencio en el sofá con los ojos cerrados intentando buscar el alivio de sus problemas en la comodidad del reposo.
Ya había anochecido y cuando llegue a la habitación dejé las garras en su sitio y me tumbé en la cama.
Me dormí esperando a que las demás llegaran. Y me acabó despertando en mitad de la noche la mano de María que me acariciaba la cara. Tan pronto ella notó que abrí los ojos alejó su mano de mi.
Yo:
-Tranquila. Se que lo haces todas las noches.-
Ella se ruborizó.
María:
-Acabamos de llegar y como estabas dormido quería ver que tal estabas...-
Yo:
-Estoy bien. Ponte el pijama y vamos a dormir, debes estar cansada con lo tarde que es.-
María me sonrió con picardía y se fue hasta el armario para cambiarse.
María:
-Normalmente estas dormido o no estas en la habitación cuando me cambio. ¿Acaso estamos estrechando nuestra relación?-
Yo:
-Tranquila, no mirare mientras te cambias la ropa.-
María asomo su torso desnudo por la hoja del armario que limitaba mi visión desde la cama tapando sus senos con los brazos para hablar en un tono pícaro.
María:
-Creo que no miras por no profanar tu mente más que por no profanar mi cuerpo.-
Esta vez fui yo el que se ruborizo. Me quedé en silencio contemplándola mientras intentaba mantener la mirada en sus ojos ya que aun sin quererlo se me desviaban al resto de su cuerpo desnudo. Me gire rápido para no seguir mirándola.
María se volvió a meter tras la hoja del armario y ahora procedió a ponerse el pijama.
María:
-O mi cuerpo te horrorizó o te excito demasiado.-
María acabo de ponerse el pijama y se acercó a la cama.
María:
-¿Lo has visto?-
Yo:
-¿El qué?-
Ella me puso bocarriba bruscamente, se puso sobre mi dejando mi cintura entre sus piernas. Agarró mi mano, se levanto un poco la camisa del pijama y arrastró mi mano a su interior haciendo que fuera acariciando su abdomen hasta que note una irregularidad en su piel.
Ella alzó más la camisa de su pijama y dejo a mi vista lo justo para ver que bajo sus senos tenia una cruz marcada, que probablemente fue plasmada en su piel con un hierro incandescente.
María:
-Unas monjas me marcaron el cuerpo con una cruz de hierro que antes habían puesto en el fuego. Esto fue después de que mis padres me entregaran a la iglesia.-
Yo:
-Eso debió dolerte mucho...-
María:
-En efecto, es un dolor que no te gustaría experimentar aunque tu pasaste por un dolor aun mayor cuando el etreum te atravesó el brazo. Mi problema es que yo debo ocultar esta marca con vergüenza.-
Aprovechando que María estaba distraída la tumbé en la cama y esta vez me puse yo sobre ella. Ella me miró a los ojos mientras su pecho se movía arriba y abajo con su respiración acelerada. Me fui acercando lentamente a ella hasta que muestras caras se encontraron enfrentadas. Apagué la luz pulsando con una mano el interruptor de la pared sin desviar mi vista de María.
Cuando la luz se apago junté mis labios con los suyos y nos besamos.
Después de besarla me tumbé a su lado y la mire en la oscuridad.
Aun estaba en la misma postura sin cerrar los ojos, pero tras unos segundos se giro hacia mi y me brindó su sonrisa más brillante.
Ese día gane un amigo y un beso, mucho más de lo que esperaría obtener un día normal.
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La raza perdida
PertualanganDesde los avances de la tecnología y la sociedad hemos olvidado que lo que nos acosaba por la noche en el pasado también ha podido evolucionar al igual que nosotros. Lo que debe preocuparnos es lo que quieren. Ni los buenos son tan buenos ni los ma...