Ingerido

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El sol ya se había puesto y yo tenía todo mi equipamiento listo, aunque pensé que sería difícil usar las garras nuevas que Cintia me había dado con los brazaletes de metal pesado puestos, así que se lo comente a María y esta dijo:
-De eso se trata, de que sea difícil. Es parte de tu entrenamiento.-
Yo confiaba en María, ella me salvó no una, sino dos veces. Yo ya comenzaba a pensar que ahora tenia algo que perder, cada día que pasaba temía más a la muerte.
Finalmente salimos de la cabaña, la luz de la luna no me ayudó al principio pero después de 45 minutos aproximadamente pude ver casi como si fuera de día. Julia se quedo en la cabaña esta vez, en su lugar vino Béretriz con la cual yo tuve que ir. María fue con Ángela y las gemelas fueron juntas. Béretriz caminaba delante de mi y de vez en cuando miraba hacia atrás para observarme disimuladamente. No nos separábamos mucho el uno del otro ya que con la densa capa de niebla la visibilidad en la distancia se hacía difícil aunque no imposible. Los animales del bosque comenzaron a guardar silencio cuando estábamos llegando a una zona densa en árboles donde apenas se filtraban algunos rayos de luna entre las ramas. El silencio del lugar me preocupaba, pero Béretriz parecía tranquila, era difícil saber que pensaba o sentía ella. Pero daba la impresión de que sabía que debía hacer. Ella comenzó a caminar más despacio y desenvainó sus dos espadas de sierra. Escuché unos ruidos suaves y continuados, como una serie de golpecitos en la madera.
Béretriz:
-Ponte en guardia Alberto, va a atacarnos con una emboscada.-
Yo alcé mis puños con las garras metálicas en alto y esperé a que lo que nos iba a atacar se mostrara.
Se hizo un silencio abrumador y tenso entre nosotros y de repente cae de las ramas de los árboles un ser negro, con 6 patas puntiagudas en forma de arpón y un orificio aun más oscuro que su cuerpo rodeado por costillas afiladas, unas más largas que otras. Su centro era una masa negra y casi redonda con una antena en forma de clavo en el lado opuesto al que se encuentra lo que parece ser su boca dentada por costillas. El tamaño de ese monstruo era enorme, su altura era dos veces la de Béretriz y su envergadura enorme.
Béretriz:
-Es un odincara, ataca a las costillas que tiene como dientes y ¡no dejes que te alcance con sus patas!-
El odincara comenzó a moverse muy rápido mientras emitía unos sonidos espantosos parecidos a los de un tenedor rayando un plato. Intentó clavarle una de sus patas a Béretriz pero esta consiguió echarse a un lado y cortarla con sus espadas haciendo un golpe a modo de tijera. Béretriz siguió esquivando los golpes que el odincara le lanzaba haciendo que se girara hacia ella con intención de atravesarla con sus patas en forma de arpón. Cuando se giró hacia ella brindándole todas sus atenciones para matarla yo comencé a correr hacia el odincara, sabía que no podríamos matarlo sin destruir sus partes orgánicas así que cuando estaba bajo él, salté para alcanzar las costillas que usaba como dientes pero lo subestimé. El odincara se dejo caer sobre mi, ingiriendome hacia el interior de su cuerpo negro. Béretriz lo vio y en vez de lamentarse decidió actuar de forma rápida antes de que el odincara se levantará. Béretriz corrió a su alrededor cortando las patas del odincara para evitar que pudiera levantarse, sin embargo las patas de este se regeneraban.
De pronto el odincara se levanto ante la mirada furiosa de Béretriz a la que se le acababa el tiempo para sacarme del interior del cuerpo de esa terrible cosa, pero entonces unas garras metálicas sobresalieron del cuerpo del monstruo cortando con brutales arañazos desde su interior las costillas que estaban al rededor de la boca del odincara y haciendo que cayeran al suelo como las gotas de rocío que penden del las hojas. Tan pronto los componentes óseos tocaban el suelo se partían en mil pedazos convirtiéndose en polvo.
El odincara chilló por última vez y cayó muerto cuando la última costilla fue seccionada.
Béretriz corrió hacia el cuerpo de ese engendro negro que antes de llegar se evaporó en un gas tan oscuro como él, dejándome tendido en el suelo inconsciente. Según me contaron más tarde, en aquel momento escupí una substancia negra mientras tosía, después Béretriz me llevo en volandas hasta la cabaña donde me curaron los rasguños que me hice con la caída del odincara mientras yo estaba dentro.

La raza perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora