Capitulo 8 - El Fuego conoce la Gasolina

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Doy golpes contra la pared, toda la ira, toda la frustración, toda la rabia, todo el dolor, todo ha explotado, ya mi cuerpo no puede contenerse más, las emociones se están desbordando por los poros de mi piel, la mujer que amo se ha ido, la he alejado y me he quedado solo, vacío, sin nada.

-¡Hasta que por fin lo admites! Por fin te sinceras contigo mismo – grita mi subconsciente esperando el ascensor.

Si la amo con todas mis fuerzas y de una manera tan profunda que me daba terror admitirlo, era un sentimiento desconocido, pero el decirle adiós hizo que me diera cuenta lo que estoy perdiendo, la oscuridad que me atrapó era insufrible, tan intolerable que me hizo perder el miedo, la quiero a ella, la necesito, quiero luz, siento que la extraño más que a mí mismo, pero ahora ¿Cómo hago? La cagué de una manera bárbara, la corrí de mi vida, pongo mis puños y mi frente contra la pared, el dolor me está consumiendo, pero ¿Qué diablos hago?

-¡BÚSCALA! No ibas tras de ella, ¡Hazlo! No dudes – dice mi subconsciente.

Sin más toco el botón del ascensor, lo toco de nuevo, una, otra, otra y otra vez, estoy desesperado, si tuviera un paracaídas, saltaría desde este piso para poder alcanzar a Nadia, pero no puedo, me toca esperar, maldita sea... Cuando las puertas se abren, entro rápidamente, toco el botón del piso ochenta y seis y comienzo a descender, estoy agitado, sudando, para cuando llego veo a Claudia, Christine y Louis acomodando todo.

- ¿Paso algo Sr. Burdock?, ¿Desea algo? – pregunta Louis.

- ¿Han visto a la Srta Roberts por aquí? – pregunto desesperado, me importa una mierda disimular, lo que quiero es ver con mi musa ya.

- Sí, yo la vi, salió hace unos minutos del ascensor y con mucha prisa tomó aquel – dice Christine señalado.

- Ok, gracias, pueden recoger todo ya – respondo y me marcho.

Voy casi corriendo y toco el ascensor por el que Nadia bajo, espero de nuevo, las grietas que se hicieron en mi alma son cada vez más profundas, me siento cada vez más pequeño.

Cuando las puertas se abren, entro y presiono el botón de planta baja, al cerrarse el ascensor, siento que casi no puedo respirar, el espacio se hace cada vez más pequeño, estoy a punto de sufrir un ataque de pánico, pero cuando estoy por colapsar, se abre esta mierda dejándome salir, corro rápidamente, en la salida veo a Alex y enseguida le pregunto:

- ¿Ha visto a la Srta. Roberts? – La educación la dejé en la cumbre de este edificio, así como mi paciencia y calma.

- Sí, acaba de irse Sr. Burdock -.

Acaban de ponerle una camisa de fuerza a mi corazón, apenas puede latir, siento el sabor amargo de mi sangre en la boca...

- ¿Cómo se fue? -.

- En taxi, yo le hice el favor de pedírselo -.

- ¿Cómo dejaste que se fuera en taxi así? – Casi puedo matarlo con la mirada - No ves lo peligrosa que es esta ciudad en la noche – añado exaltado.

- Sí, pero la Srta. Roberts venía llorando y trate de calmarla, pero me dijo que si no le pedía un taxi, iba a salir ella misma a buscarlo -.

Diablos, no puedo culpar a nadie más que a mí, yo soy el que causó todo, se me parte el alma de saber que estaba llorando, ¡Maldita sea!

- ¿Sabe a dónde se fue? -.

- Sí, se fue a la 43 West 88th Street, Columbus Avenue -.

Se fue a su casa, tengo que ir para allá, tengo que explicarle, busco mi teléfono, falta un cuarto para las doce de noche, enseguida llamo al chofer que contrate.

ALTER EGO: Dos veces BurdockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora