Con veinte años ya había visto y pasado por situaciones que nadie tendría que vivir y por eso, le gustaba pensarse a sí misma como alguien capaz de enfrentar cualquier obstáculo que la vida le pusiera en el camino. Le gustaba creer también, que así...
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No se cuanto tardamos hasta llegar a la plaza pero disfruto cada segundo que paso con él. Lo miro de reojo y de tanto en tanto observo nuestras manos entrelazadas y aunque nunca fui una chica de demostrar mucho afecto (y mucho menos en público) estando en relaciones, me sorprendo pensando que es lo más reconfortante y hermoso que hice nunca con alguien. Como si fuera algo totalmente íntimo y nuestro.
Y es ahí donde me doy cuenta, lamentablemente, que este chico me vuelve loca. Lo asumo en silencio porque de decírselo estaría completamente acabada y rendida ante el. Y así no es como soy yo.
Entonces de repente dejo de pensar cuando siento unos labios cálidos y húmedos tocar los míos moviéndose desesperados, en un frenesí que disfruto a cada segundo. Desconcertada busco poner mis manos en algún lugar, agarrarlo de la nuca para profundizar el beso pero el desgraciado no me suelta la mano, de hecho, me agarra la otra y entrelaza nuestros dedos, tirándome hacia el y haciendo que nuestros cuerpos se rocen y permanezcan juntos hasta que el beso se acaba con sus labios tirando de los míos, haciendo que se me ponga la piel de gallina.
Lo miro a los ojos y la lluvia se detiene de a poco.
—¿Por qué el beso?
—No dejabas de pensar. Casi que podía escuchar tus pensamientos desde acá.
Le sonrío incrédula y lo empujo levemente, pero el apoya su mano en mi cintura y con un agarre fuerte pero delicado me guía hacia un techo que hay en plaza, al lado de unos juegos.
La cercanía que tenemos me jode la cabeza. Es imposible pensar de forma coherente cuando estamos juntos. Es como si me olvidara de todo, me olvido quién soy yo, mis sueños, mis miedos, mis creencias. Es como si nada más importara, lo único que sí importa es el estar pegados el uno al otro, tocandonos de alguna forma. Me asusta pensar en ello. Nunca me pasó con nadie y es algo aterrador el perderse por y con alguien. Me alejo unos centímetros para intentar poner mis pensamientos en orden.
—No te alejes de mi Mae, lo único que quiero ahora es sentirte conmigo— me dice casi en un suspiro y me siento completamente vencida. Le cuesta decirlo y lo entiendo porque siento exactamente lo mismo.
—Me hiciste mucha falta— le digo más seria que nunca. Acercándome nuevamente, escondo mi cabeza en su pecho porque se siente reconfortante.
—Pensé en vos todos los días— me dice a continuación y me deja helada, como siempre.
Niego dubitativa y aprovecho para preguntarle algo que me está molestando.
—¿Qué estamos haciendo?
—No se, hoy olvidémonos de todo.
—La propuesta me encanta, más que nada en el mundo, pero en algún momento vamos a tener que sentarnos a hablar.
—Si te cuento como van las cosas de ahora en más tenes que prometerme que te vas a mantener al margen— murmura por lo bajo con la voz bien ronca buscando mis ojos con los suyos y trazando leves caricias y círculos en mi espalda.