Después de terminar de escuchar el discurso de advertencia de Christian, la mirada seria de Brian que pretende protegerme siendo tan solo un pendejo de once años, la risa divertida de Mariel y la mirada preocupada de Michael, los saludo y me voy.
Entonces mientras comienzo a caminar hacia el bar me doy cuenta cuan hermosa se encuentra la noche. Serena y apacible al igual que los vecinos de la cuadra. Son amables, todos muy humildes, sencillos y respetuosos . No es una zona en la que abunda el dinero si no todo lo contrario, pero a pesar de ello, las casas son magníficas.
Mientras observo una por una camino a paso lento porque no puedo creer todavía que vaya a salir. Hace años que no me doy el lujo ni el permiso para ello. Tomar algo con amigos, disfrutar de la noche, actuar según mi edad, divertirme, estar con alguien. Son cosas que ya me resultan ajenas.
El bar queda a tan solo cinco cuadras de la casa así que llego en menos de diez minutos y sonrío porque veo a Winnie parada afuera del mismo esperando ansiosa y nerviosa pasando la mirada por todos lados.
Winnie es una muchacha jóven, algo más grande que yo, de unos veinticinco años. Es una mujer hermosa, simplemente agraciada y que resalta naturalmente del resto. Tiene el cabello negro, castaño oscuro y unos ojos verdes enormes. No es ni muy alta ni muy baja, tiene una estatura promedio y unas piernas largas dignas de la envidia de muchas. Va vestida muy simple porque no le gusta llamar demasiado la atención, lleva puesto un jean negro y una blusa blanca algo escotada pero suelta. Es divina y no puede evitarlo.
— ¿Pensaste que no vendría?— le pregunto burlona mientras me acerco a paso más acelerado.
Abre los ojos bien grande como si no creyera que no la dejé plantada.
—Me alegro tanto cariño que vinieras, nos lo vamos a pasar genial, en serio— me dice sonriendo y agarrándome del brazo para entrar.
Desde afuera el bar parece algo chico, tiene una puerta de entrada gigante que está completamente alumbrada con luces de navidad. Luego de subir los tres escalones y abrir la puerta, entramos finalmente y lo primero que veo es gente. El olor a alcohol, cigarrillos y transpiración es lo segundo que siento mientras observo el lugar.
Es mucho más amplio de lo que parece, hay unas cuantas mesas para sentarse a un lado mientras que la barra se encuentra en el medio con todo tipo de botellas al alcance de cualquiera y del otro lado de la barra, puedo ver dos mesas de pool junto con una máquina para elegir la música.
—¿Qué te parece?— me pregunta divertida, tirándome del brazo y eligiendo una mesa para que nos sentemos.
—Me gusta, es lindo— le contesto algo ruborizada por el sueño que siento y el sofoque que hay dentro de este lugar—¿Te importa?— le pregunto consternada sacando el paquete de cigarrillos de mi cartera junto con el encendedor. La veo sonreír y negar con la cabeza y a continuación sacar su propio paquete. Nos reímos divertidas y procedemos a fumar.
Después de pedirnos unos ceniceros y dos cervezas para tomar nos ponemos a hablar acerca de todo y acerca de nada.
— ¿Y tu novio?— me pregunta de la nada apagando su cigarro.
La pregunta me hace reír y ella me mira extrañada.
—No tengo novio desde hace años Winnie, la última vez que estuve en una relación, si es que así se podía llamar, fue a mis catorce años. Ya sabes como son las cosas a esa edad— le digo riendo algo más fuerte y feliz al recordar tantas anécdotas de una mini yo.
—Ugh, a esa edad se creen todos invencibles, que nada les pasa— dice algo disgustada y arrugando la nariz en señal de desapruebo.
—Es la edad para cometer errores y yo cometí muchos— le digo sonriendo melancólica entonces me sonríe con cariño y veo como sus ojos se desvían hacia la puerta del bar— ¿Qué hay de vos?, ¿Algún novio te está esperando en casa?— le pregunto interesada ya que nunca la escucho hablar del tema.
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SIN FRENOS.
RomanceCon veinte años ya había visto y pasado por situaciones que nadie tendría que vivir y por eso, le gustaba pensarse a sí misma como alguien capaz de enfrentar cualquier obstáculo que la vida le pusiera en el camino. Le gustaba creer también, que así...