El tiempo corre y me siento menos preparada que nunca pero se que eso no va a detenerme. Cuando se planta una idea en mi cabeza es muy difícil hacerme cambiar de opinión. Solamente quiero aportar mi grano de arena y ayudar a Adrien porque el amor que siento por él es enorme y simplemente no se merece pasar por ésta situación.
Estoy vestida como alguien que no soy.
Me miro al espejo para chequear que todo esté en su lugar.
Tengo puesta una pollera que no me llega ni a la mitad de los muslos, negra, tiro alto y pegada al cuerpo. Una camisa blanca manga larga metida dentro de la pollera y unos tacos negros aguja. Me pongo el blazer negro y acomodándome el rodete y el maquillaje leve, sonrío con confianza y me encamino al bar.
—¿Mae?— me pregunta mi hermano cuando me ve bajar al living.
—Carajo, ¿qué hiciste con mi prima?— se ríe un Michael muy divertido.
—¡Cuidado con el lenguaje mocosos!
—¿Vas a salir Mae?— me pregunta Christian y me acerco a él para hablar sin que los pequeños me escuchen.
—Salgo un rato al bar y vuelvo...¿Tenes alguna noticia sobre Mariel?
Sonríe levemente, con tristeza pero al fin y al cabo me regala esa sonrisa y asiente.
—Dentro de unos días si todo sigue así como te comenté ayer va a estar en casa.
No puedo evitar ni mi sonrisa ni el abrazo que le doy.
—Gracias al cielo.
—Divertite mocosa— se ríe utilizando mi lenguaje y dándole otro abrazo me voy.
No tardo ni diez minutos en llegar al bar, exhalando la mala vibra y tomando confianza, abro la puerta y con la cabeza en alto e ignorando las miradas de la gente, me siento en la barra. Irradio confianza, seguridad y poder en todo momento. Mi traje grita "un poco promiscua pero dispuesta a hacer negocios a toda hora." Prendiéndome un cigarro, me saco el blazer y lo dejo colgado en mi asiento.
Observo mis alrededores con cuidado. Detrás de la barra se encuentran tres muchachos. Los tres van muy bien vestidos pero uno con traje es el que llama más mi atención. Es joven, demasiado, pero aún así, me debe llevar diez años mínimo. Su rostro es serio, parece una pintura, su cara no expresa absolutamente nada. Estoico. Completamente. Su presencia es importante e imponente y por un segundo me recuerda a Adrien. Está parado a un costado de la barra con los brazos cruzados y un cigarro colgando de su boca. Un whiskey a su lado y los otros dos muchachos, morochos como él, se encargan de los tragos.
—Buenas noches, ¿qué va a querer tomar la señorita?— se me acerca uno de esos dos y mientras no dejo de observar al resagado, le contesto.
—Tomaré lo que tome el señor— hablo con fuerza y lo señalo a él.
Me está mirando y por una milésima de segundo frunce el ceño. Se acerca con tres pasos y mirándolo al barman, éste se aleja riendo.
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SIN FRENOS.
RomanceCon veinte años ya había visto y pasado por situaciones que nadie tendría que vivir y por eso, le gustaba pensarse a sí misma como alguien capaz de enfrentar cualquier obstáculo que la vida le pusiera en el camino. Le gustaba creer también, que así...