Adiós

18 0 0
                                    


Solo una leve espuma desfila en mi café y sus ondas seductoras me invitan a jugar por un rato más, oigo el ruido que una vez hice en el pasado, tenue voz alaba cánticos solemnes en mi memoria y me da la satisfacción de recordarlos. Suena esa melodía que todo enciende, que al el hielo desenvuelve hasta reconfortarle todo el suave cuerpo, y noto cómo sus brazos me atraen hacia sí. Es raro que tal seducción no despierte en mí pregunta alguna, en sus brazos me acobijo hasta levitar por un rato, pero el sonido se vuelve intranquilo y noto que sus brazos me queman, toda su fuerza me oprime hasta dejarme sin aire, grito, ¡No...! ¡Por qué me haces daño madre! ¡Tú, que me meces y cantas a mis oídos líricas melodías embriagadoras! ¡Por qué me haces daño madre! ¡A mí, que todas las noches he rezado hacia ti! ¡Que todas las mañanas antes de caminar el día te oraba con toda pureza! ¡Por qué me haces daño madre mía, sueño de los sueños más compasivos do todos, madre mía, rogad por nosotros...!

Despierto. Sí, otra vez recordé el momento de mi muerte, otra vez pude ver cómo me asfixiaba, como me mataba sin lástima alguna. Y lágrimas besan mi rostro sin pudor. Pude recordar, el rosal que se marchitó con el último sol que iluminaba mí mañana. Pude recordar aquellas perlas que en mi corazón se encontraban, aquellas mismas perlas que falsificaban.

Y todo se pintó de gris sin preguntarme si quería, o acaso... ¿yo lo había solicitado?, ¿acaso yo elegí ese color?, o tal vez fui yo quien hizo ese color. Pero ya no importa, ahora importa la convención que haga conmigo para auto ayudarme, importa la acomodación, justificación, aceptación de actitudes anti morales que viven y se alimentan en mí. Ahora importa la justificación de mis juicios.

En la más inocente o pecadora imaginación me encuentro en una canoa, mientras que el rio se reviste en sombras de vegetación, me mese. Le sonrío a aquella brisa que envuelve mi cuerpo hasta hacerme cosquillas y le guiño el ojo a la bola de fuego que me lanza uno de sus brazos para saludarme. Solo me acompaña mi sombra que siempre pendiente de mí está, creo en ella, la alabo y me acomodo en su sobriedad. Sus contornos me abrazan y me susurran verdades tempranas. Y, con mi gran amiga empiezo a hablar, le pregunto si alguna vez ha amado, ella responde con un silencio, siempre dice demasiado con sus ausencias de silencios. Yo, amiga mía, acepto la muerte y con lo que ella caduca. Sí, una vez pude amar como nadie amó jamás en la vida a alguien que no tenía principio ni final, a alguien que mi entorno había cosechado, a alguien diferente a todos los hombres, por el simple hecho de estar más allá de la mortalidad. ¡Ay, amiga, cómo lo quise! ¡Cómo la quería! Él, que era la madre que me dio la vida, que con sus senos eternos, humildes, compasivos y dulces me amamantó ¡Ay, amiga, cómo lo extraño! Pero fue él quien una tarde me quitó la vida, fue el mismo tiempo el que me asesinó, y una noche, cuando amamantaba, su veneno se desarrolló en mis venas azules mordiéndome todo mi cuerpo ¿¡Cómo quererlo, amiga, si cuando mis rezos lo alababan por dentro él se reía!?

Caducía la tarde con un sol que temblaba, y mi sombra callaba, cantaba:

Y mi fijé en sus ojos mentirosos

Creyendo que me miraba,

Aunque mi certeza se encontraba

Tenía conciencia que a mí no observaba.

Y el engaño de sus mantos era tan seductor

Que el blanco simbolizaba al bien,

Su blanco simbolizaba pureza,

Su blanco simbolizaba amanecer,

Sus mantos simbolizaban lo pecaminoso

Que era Ser.

De valores una vez me habló,

Y con voz monótona de moral relató,

A sus prejuicios defendió con valores,

Y calló con una mirada reguladora

Que mi pregunta desató.

Y de dogmatismo mi mente llenó,

Hasta que sus manos se llenaron de sangre benévola

Que mi cuerpo derramó.

Le dije un último adiós

Cundo sus manos me suicidaban,

Le dediqué una lágrima

Por los recuerdos felices que hizo que soñara.

Pero con mi muerte me dejé un vacío

En medio de mi pútrida alma,

Y me rendí en el más allá

Que mi fe solicitaba.

9999,"h��1��J�

Anotaciones intempestivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora