El recuerdo de aquel paisaje que hacía palpitar mi corazón desapareció con una aceptación prepotente que atravesaba mi inocencia.
Me pregunto si elijo correctamente, y al pensar en ello la angustia sube a mi garganta y se aloja sin compromiso, ya es otra vitalidad que llena mi garganta, sabiendo que a todas ellas el llanto no las espanta.
Y capaz que esta decisión fue la peor y más funeraria de todas, que no puede haber en ella mayor inmoralidad en la tierra.
Pero viene la pregunta por la valoración a la cual somos todos absolutamente fanáticos, nos contradecimos con certezas y nos damos cuenta que todo es incerteza. Basta, no quites la adolescencia que inundaba tus mejillas con estúpidas idolatrías, que te aburra la civilización y prefieras piel que ropaje, prefieras árbol que corbata, muerte que monótona vida.
Me encuentro en ese gris que es intranquilo, en ese gris que llama la atención de gente sin razón, en ese maldito pero excitante gris que encierra mis horas a solas y me envenena por la garganta. En ese gris que te despierta por las noches y piensa a tu lado tus penas vitales.
Me destrozo por dentro, pero me acobija el hacerlo. No pienso no vivir en vida sabiendo que vivía. Prefiero morir, arrancar mi corazón por la garganta, llorar lágrimas escarlatas y reír de la pura tristeza que acariciaba mi pecho. Prefiero vivir sabiendo que llegará el día de morir y las arrugas de pasión compensarán el sufrimiento.
Encuentro tibieza en dolencia. Encuentro muerte en donde hubo vida.
¿Y si nos sacamos la penuria del existir y disfrutamos el vivir?
Juguemos a vivir por un segundo, juguemos a ser nosotros mismos sin importar el qué dirán. Y que no te sorprenda mi excitada respiración, la justificación será un sueño que se adueñó del cansancio de mis sutiles párpados.
Perdóname por mirarte así, pero encuentro extraviada tu mirada aunque me mires fijo y sin reír. Despójate de tu personaje y ven a jugar un rato.
El celeste que se escondía arriba de nuestras cabezas se fugó, ahora pones tú el color. ¿Qué, amor invernal? Por qué te preocupas tanto, ¿no sabes que yo estoy a tu lado, esperando que saltes al cálido abismo vital?
No me mires así, sabes que la cobardía es el mayor de los pecados.
Vamos, ten mi mano, ahora sufrirás un rato, pero ríe amor, al llorar ríe. Ríe de estar llorando, sufriendo, sangrando.
Pero... ¡Qué hermosa que eres con ese rostro demacrado!, solo un colorido estereotipado podría condenar ese palidezco de tu rostro como algo faltante.
¿Qué te sucede ahora, cariño?, por qué me culpas por tu vacío. Por qué ves al vacío como algo carente ¿No ves que ahora tu débil corazón se ensanchó, de manera que todo el amor del mundo no podría saciar su desmesurada llama?
Y bésame suavemente como la última vez, ojos morados. No hables, agrio dulce, mírame y calla, mírame y háblame, relátame, con tus ojos lo que siempre callaste y, por ello, lo que siempre gritaste. Gime una vez más para mí, y regálame, salvajemente tu mayor orgasmo, tu mayor naturaleza desnaturalizada, angelical, trascendental.
El veneno se introdujo como gota purificante en sueño desvelante.
Me acuerdo de ese paisaje que hacía palpitar mi corazón, me acuerdo de mi cobardía que me mantiene en silencio, de aquella cobardía que me prometió verlo una vez más, me acuerdo de la entusiasta mentira.
Quise volar, pero ya no tenía alas para volver al recuerdo de ese paisaje que hacía palpitar mi corazón, fue la añoranza del mismo el que me castigó a seguir sufriendo por antaño, por una felicidad que me llenó y una felicidad que ahora es la misma que me deja vacía, por una felicidad que me vació.
Y me fui desvaneciendo en la sombra que creé en momentos de incerteza, ahora ella es mi fiel compañera, me cuida en el frío solitario que dejó la llama cálida del invierno.