Capítulo 11

449 22 0
                                    

Miércoles. Otro día más cual pasaría la mayoría del tiempo con mis dedos entrelazados a los de Eduardo. Me vestí normal, no quería llamar más la atención de lo que ya hacía cuando me colgaba del cuello de mi mejor amigo. Jugué un par de minutos con mi cabello decidiendo cual sería el peinado ideal para el día, maquillé, siempre muy suave, mi rostro, pestañas encrespadas a la perfección, brillo labial rosado y estaba más que lista. Tomé desayuno liviano, dedicar tanto tiempo a mi imagen hizo que el tiempo transcurriera más rápido que nunca y los minutos se agotarían si ingería la gran cantidad de alimentos que mamá había preparado esa mañana, además, ya comenzaba a sentir mi cuerpo más pesado de lo normal y eso no era nada agradable para la estética de una chica, nada. Más me valía dejar de almorzar puras porquerías con Eduardo.

—Que tengas un buen día —deseó mi padre depositando un beso en mi frente.

—Igual —sonreí y agité mi mano para no despedirme persona por persona, ya se me había hecho tarde.

Abrí la puerta y sonreí esperando encontrarme con Eduardo, impaciente por mi demora, pero no, no encontré más que el vestíbulo de paredes blancas relaciones vacío. Posiblemente Eduardo estaba retrasado igual que yo, así que cerré la puerta del departamento y me apoyé en esta para esperar a que la del frente se abriera. 5 minutos y aún no salía... 10 minutos y nada. Refunfuñe molesta y me aproximé hasta la puerta, me incomoda tocar sabiendo que cualquiera podría abrir la puerta, no era que me molestase que la tía Pamela, el tío Edu o el Camilo me atiendan, sino: Charles, su mejor amigo desde el cole, sus penetrantes ojos azules solían contemplarme en su totalidad y debo decir que no era ni una sensación muy gustosa. Dos suaves toques bastaron para que alguien abriera la puerta. Suspiré tranquila al encontrarme con esos lindos ojos verdes.

—¡OH! ______... ¿qué te trae...? —levantó su muñeca y observó su reloj— ¿A las ocho con quince minutos a la puerta del departamento Vargas? —sonrió evidente, por la hora había deducido que estaba atrasada.

—Hola —sonreí— Me preguntaba si Eduardo se dignará a ir a clases o preferirá quedarse en casa con la falsa excusa de que esta 'RESFRIADO' —carcajeé y volví a colocar en su lugar a mi mochila que comenzaba a resbalarse por uno de mis hombros.

—¿Qué? —arqueó una ceja y me miró con asombro— Eduardo se marchó a clase como hace... 25 minutos, por lo que pude notar estaba apresurado. ¿No pasó por ti? —me quedé en silencio, mirándolo incrédula, no podía creer lo que me estaba diciendo.

—¿Qué? —pregunté incoherente, sabía de que me estaba hablando.

—Emm, si, ya... debe de estar en clases —me miró incómodo, debió de adivinar el hecho de que su hermano ni si quiera fue capaz de avisarme.

—Oh, que... que tonta —miré hacia un lado— Bueno, ya me tengo que ir —sonreí con falsedad, la verdad era que estaba muy desconcertada con lo que acaba de pasar.

Me volteé con la frente en alto y una cínica sonrisa ida en el rostro, apenas escuché el suave choque de la puerta contra el umbral el nudo en la garganta apareció. Se que posiblemente sonará patético, o que estaba exagerando las cosas cuando Eduardo solo necesitaba arreglar un par de cosas del cole, no lo sé, pero contando la inesperada huída de casa el día anterior, podía deducir una sola cosa: algo estaba ocurriendo y Eduardo trataba de esquivarme por ello. Estaba molesta y sentía que habían pasado a llevar mi orgullo, siempre nos poníamos de acuerdo de como nos vendríamos al colegio. Cuando él aún no obtenía su licencia para conducir, solíamos caminar alrededor de 7 interminables cuadras, la misma cantidad de cuadras que tendría que tomar para llegar a clases. Como era de esperarlo tuve que pedir un papel firmado por la inspectoría para poder ingresar sin ni un problema. Entré a la sala y caminé decidida al puesto desocupado al lado de mi mejor amigo.

—Gracias ¿eh? Enserio gracias —articulé más que molesta mirando como escribía concentrado en su cuaderno ¿qué? ¿acaso tampoco saludaría?— Oye, aquí estoy ¿no ves? Caminé siete malditas cuadras gracias a ti.

—¿No tomaste un taxi? —preguntó sin mayor interés a mi y sin ni siquiera mirarme, seguía escribiendo apuntes.

—Tenía el dinero justo para el almuerzo —debatí y comencé a sacar mis cuadernos cuando observé al maestro de Química mirarme con disgusto.

—Oh... Entonces lo lamento —musitó sin interés. Me quedé en silencio, ¿por qué se comportaba así? Me hacía sentir incómoda y a la vez tonta. Luego de varios minutos decidí hablar una vez más a ver si lograba sacar algo de su callada y seria persona.

—¿Te da igual? ¿no te importa? Por lo menos hubieses avisado, sabes que no me molesta —musité sin mirarlo, se mostraba tan indiferente y frío que... Me llenaba de angustia al no poder lograr sacar algo de su boca.

—Ya te dije, lo lamento —pronunció con frialdad.

Mordí mi lengua antes de decir algo, era mejor quedarme callada por el resto de la clase o todo el día si seguía con esa extraña actitud... ¿Qué fue lo que hice para que me tratara tan indiferente? Nada que recuerde, no más que besranos como si no hubiese mañana, dejar que tocara mi piel... La simple idea de recordar aquel momento erizaba mi piel, había sido uno de los momentos más felices de mi vida. La campana anunciando un corto descanso, sonó y me quedé sentada, esperando a que Eduardo reaccionara diciéndome algo, pidiendo aunque sea un pequeño perdón, pero no, guardó sus cuadernos, se levantó de la silla, la corrió en su lugar y salió con la mochila colgada al hombro de la sala. Me quedé mirando como se alejaba dejándome petrificada en mi banco, si no estaba segura de que algo estaba pasando, ahora ya estaba convencida.

—Hola —apareció enfrente de mi una voz tímida, Alexis.

—Hola —imité una sonrisa, no podía andar antipática por problemas de Eduardo que terminaban afectándome.

—Así que de novia con Vargas ¿No? —se acomodó en la silla del frente y me miró expectante.

—Si, eso creo —pronuncié con un dejo de soledad y aproveché de guardar mis cuadernos en el morral.

—Lo vi hablando esta mañana, antes de que sonara la campana, con Vanessa ¿No te molesta que hable con su ex? —preguntó mirándome pensativo. ¿Qué? ¿por qué diablos Eduardo hablaba con Vanessa? No lo haría hasta que nuestro plan funcionase... ¡MALDICIÓN! ¡LO HABÍA ARRUINADO!

—¿Enserio? —volví a fingir una sonrisa, esta vez más cínica que nunca, comenzaba a dejar mi falsedad atrás— No ¿Sabes? No me molesta en lo absoluto, no me molesta nada de lo que Eduardo haga, es su vida, que haga lo que quiera con ella, ahora con permiso tengo que ir a comer algo antes de que vomite —dije tras una seria mirada, de verdad me había molestado... No se si fue la desatinada pregunta de Alexis o el hecho de que Eduardo estuviese hablando con la chica a quien más odiaba... Eso estaba seguro. Salí de la sala a grandes pasos, estaba frustrada, enojada, molesta y muy, muy al fondo tenía cierto dejo de tristeza. Iba directente a mi casillero, necesitaba hablar con alguien y sabía que me encontraría con una de mis amigas... ¿Dónde estaban cuando las necesitaba? Oh claro, lo olvidaba... Celosas por mi relación con Eduardo. Al doblar la esquina del pasillo que me llevaba a mi casillero, no pude encontrarme con mejor escena que a una castaña chica apoyada en los fríos estantes de metal y a un chico de rostro bastante familiar presionando sus labios con los de ella. Eduardo y Vanessa.

Think Of You |Eduardo Vargas| [adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora