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-I

Abro los ojos y la luz diurna entra por estos. Es sábado y la sastrería abre a las siete en punto. Me levanto de mi cama como de costumbre y bostezo. Al girar la cabeza y ver al otro extremo de la habitación, me encuentro contigo, con tu cuerpo echado boca abajo en el tendido de cobijas y sabanas que improvisamos la noche anterior. Limpio mis anteojos que reposaban en el buró a mi lado, y los coloco frente a mis ojos, dejando atrás la neblinosa visión del miope. Gracias a ello ya puedo ver mejor tu forma, tu figura: Figura envuelta en una bruma de misterio, te muestras inconsciente. Ocultando tu mirada bajo tus parpados adormilados. Tu espalda, de fuertes líneas retoma formas geométricas similares a las de la frazada que cubre la mitad de tus piernas de tono lechoso.

Giras sobre ti. Frotas tus ojos oscuros y unos segundos miras los míos, yo desvió mi vista hacia la ventana, no quiero que me descubras, no quiero que mi mirada me revele y destroce nuestros lazos.

Esta mañana el día es sofocante, un café cargado caliente no es lo mejor para la mañana. Tomas un jugo del refrigerador y viertes su contenido en un vaso de cristal. Yo no, a mí me gusta más el café, el café cargado sin leche o azúcar.

Platicamos un momento. Cabe decir que no platicamos muy a menudo, pero cuando lo hacemos los segundos se trasforman en largas y afables horas.

Despues de una corta charla te retiras a ducharte, yo me quedo en la mesa, mirando el jugo de naranja que bebías. Pareciere que el líquido de color amarillento se burlase de mí, por haber logrado estar tan cerca de tus labios, de tu aliento.

-II

Escucho tus pasos que se aproximan hacia la cocina, en donde yo lavo los platos con la fibra de metal. Intercambiamos un par de palabras, yo me giro para alcanzar uno de los platos sucios de los que reposan sobre la mesa, y mis ojos captan tu impúdica figura. Mi rostro se torna rojizo y giro mi cabeza con velocidad hacia el lavabo. Me entretengo con el agua correr entre mi mano. Intentas entablar conversación con migo desde mis espaldas y yo te sigo la corriente, fingiendo desinterés.

Terminas de vestirte y te marchas de la casa, no sin antes darme unas amistosas palmadas en la espalda, haciendo que mis anteojos terminen en la punta de mi nariz.

-III

Ya llega la noche y me tumbo en el sofá a ver la televisión. Esta una caricatura muy cómica y satírica. De pronto llegas tú, y te sientas a mi lado en el sofá para dos personas. Intercambiamos risas y comentarios, tanto sarcásticos como obscenidades. Pero, no puedo evitar sentir un poco de inseguridad a tu lado. ¿O será otra cosa?

Jugamos videojuegos cuando el programa se termina. Horas y horas de aplastar botones y mover palancas. No es mi juego favorito, pero a ti te gusta mucho, se nota por las caras y los comentarios que haces cuando nuestro equipo pierde, o bien, gana.

Entonces, yo anoto el gol de la victoria, en el último momento, contra Brasil, y nos emocionamos como locos, tanto que los controles del juego salen despedidos por los aires. De la emoción terminamos por fundirnos en un apretado abraso, y saltamos, y saltamos. Entonces, paramos, y nos miramos, y nuestros ojos se encuentran. Entonces nuestras almas se funden en una sola, un solo camino, un solo sentimiento. Acercamos nuestros rostros con lentitud. El vaho que despides empaña los cristales, y cuando estamos a punto de lograr nuestro objetivo, nuestro sentido común nos separa. Te apartas de mí, y te retiras a dormir.

A la mañana siguiente te despiertas primero que yo, y preparas tus maletas para partir. Se acabó tu estancia en mi casa, el boleto para regresar con tu familia expira hoy. Te despides de mí de mano y con una sonrisa y sales por el umbral de la puerta sin mirar atrás. 

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