El abanico del kitsune

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Hace muchos años, en la antigua china, vivía una hermosa doncella de delicados rasgos y finísima piel color de nieve

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Hace muchos años, en la antigua china, vivía una hermosa doncella de delicados rasgos y finísima piel color de nieve. Ella vestía un precioso kimono rojo con muchas garzas pintadas en la tela –Garzas blancas- iba descalza por las viejas tablas de un puentecito, que brincaba un pequeño riachuelo de cristalinas aguas perenes.

En sus manos de algodón llevaba un paraguas rosado, con el que se cubría de la leve llovizna de aquel día de primavera. Aun así, no estaba del todo seca, ya que un par de lágrimas brillantes como diamantes se le escurrían por las mejillas desde sus grandes ojos rasgados.

La doncella esta triste, porque habia perdido a su amado, un guapo hombre del Japón que habia muerto en la guerra atravesado por una flecha.

Al cruzar el puente, desde el bosque, se le apareció un kitsune de dorado pelaje y la confrontó de frente.

-¿muchacha, por qué estas llorando?- Le preguntó la criatura que tenía forma de zorro.

-Es por que perdí a mi amado en la guerra.- Dijo la doncella enjugando las lágrimas de sus ojos con el dorso de su mano.

-¿Y es que tú lo extrañas mucho?- Preguntó curioso el kitsune. La doncella afirmo con la cabeza.

-Yo te puedo ayudar si así lo deseas.- Le dijo el Kistune.- Tengo grandes poderes y puedo hacer que el amor vuelva una vez más a tu vida y cicatricen tus heridas del corazón.

La doncella china sonrió y saltó de alegría ante la propuesta de la criatura.

-Si, si lo deseo, deseo ser feliz y encontrar el amor. Si tú tienes el poder para hacer que olvide esta tristeza, estoy dispuesta a hacer lo que me pidas.

-No es mucho lo que pido, querida, ya que tengo buen corazón y me gusta hacer favores. Pero para que el deseo se cumpla, deberás cuidar siempre este precioso abanico que aquí te doy.

El kitsune entonces le entregó a la doncella un hermoso abanico color durazno con dibujos de flores.

-Ahora ya te puedes ir, que pronto tu deseo se cumplirá.- Dijo el kistsune y se fue de ahí con rumbo al bosque.

La doncella muy alegre, se despidió de su amigo. Luego aprecio con cuidado el precioso abanico, lo besó y Se lo ató al kimono.

No paso mucho tiempo cuando al pasar por una plantación de arroz, la doncella se encontrara con un joven mozo de bello porte y macizo cuerpo. Pronto, él también la notó a ella, y le encantaron al momento sus preciosos ojos negros y sus lacios y larguísimos cabellos.

Se miraron se hablaron, se conocieron, y esa misma noche se basaron. Luego de tres días contrajeron matrimonio.

La doncella vivía muy feliz en la austera casita con su esposo. Pronto tuvieron tres hijos y los tres heredaron la belleza de su madre.

La afortunada familia se dedicaba a cultivar arroz y luego ir a venderlo en la gran ciudad. Con el dinero que ganaban, solo necesitaron un par de meses para costarse una casa más grande llena de lujos y comodidades en uno de los barrios más ricos de la ciudad: tapetes de sedas finas, jarrones de jade, joyería de las indias, vestidos de los más finos hilos, pinturas y maquillajes, frutas exóticas, almohadas de plumas decoradas con perlas, en fin, un numero grande de exuberantes objetos.

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