Amigo

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Ya han pasado un par de años desde que te conocí, eras pequeño y frágil, debo admitir que muy lindo. Me gustaba mucho prepararte de comer y mirarte mientras lo hacías, con esos sonidos guturales tan graciosos que hacías.

Recuerdo que te encantaba ir a la presa Chihuahua conmigo, tú y yo, juntos. La primera vez que fuiste me impresionaste al observar cómo te lanzabas desde unas rocas hacia el agua, haciendo un sonoro chapuzón que terminó por espantar a las garzas que caminaban zancudamente entre el agua con olor a pescado y las rocas.

También te gustaba mucho salir al parque conmigo, normalmente jugábamos a la pelota entre los árboles y al finalizar nos tumbábamos en el fresco pasto que me producía picazón, para descansar viendo pasar los blancos nubarrones del verano. Pero tú no conocías esa palabra: "descansar", para ti la vida era un juego hermoso que todos teníamos que jugar, te sigo la corriente. Pasamos entre los arbustos y entre la gente, llega un momento en el que la pelota con la que jugábamos sale disparada más allá de nuestros ojos, tu corres tras ella, yo aprovecho y me escondo tras un enorme roble. Intento no hacer ruido para que no me encuentres, pero por alguna razón siempre lo logras, yo rio de felicidad, noto que tú también, y te abrazo, fuertemente.

Hace poco nos enfadamos, más yo que tú, esto por alguna tontería o algo similar a una estupidez más de mi parte que de la tuya. Te golpeo, te doy patadas, e inclusive con alguno que otro objeto. Tú te agazapas en la esquina del sillón. Al pasar mi ira me miras con tus ojos esmeralda, como diciéndome. –No importa, te seguiré amando a pesar de todas las cosas.- Me haces arrepentirme de mis actos, como siempre lo haces, maldito, y te abrazo y te beso la cabeza como buscando un perdón que ya me habías entregado.

He visto que buscas pareja, pero ninguna parece apetecerte, claro, con esas patas chuecas y con lo chaparro que eres dudo que alguna te haga caso. Pero yo aquí estoy, estoy contigo, siempre te demostrare lo mucho que te amo, aunque sé que mi amor no se compara a tu amor hacia mí. ¡Deja atrás a esas perras larguiruchas que no saben de lo que se están perdiendo! Se pierden de un amigo incondicional que siempre sabe sacarle jugo a la vida, que siempre te recibe con abrazos cuando te ve, que a pesar de todo siempre está ahí para consolarte en los peores momentos.

Hoy mientras miro la televisión tú entras a mi cuarto sin previo aviso y te tumbas en mi cama, te arrastras como un gusanito juguetón a mi lado y te colocas debajo de mi brazo. Acaricio con amor tu suave pelo marrón ondulado, tu nariz siempre juguetona cuando te me acercas, e inclusive esa bonita cola tuya que dejas que toque sin rezongar. –Qué hermoso eres.- Te digo, y como siempre te quedas callado, observándome una vez más con tus esmeraldas. Tu mirada vale más que todo el diccionario y la sintaxis del mundo. En términos coloquiales: dice más que mil palabras.

Ahí estas, en tu lecho, acostado, tumbado, reposando. Tomo el peluche que te regalé la primera vez que te vi e intento animarte. Con cuidado tomas el juguete de mi mano y lo acercas a ti, luego me miras y me lo devuelves, quieres jugar. Yo continúo con la secuencia.

Miro tu mirada, anteriormente era verde viva, ahora es un verde más calmado, tranquilo, similar a las hojas de otoño cuando se tornan amarillentas. Aún me gusta.

Acaricio tu pelo castaño cuando veo que no tienes más energía para continuar moviendo el peluche. Yo intento llorar pero me contengo al ver como levantas tu cabeza como intentando consolarme. Sé que nunca te gustó verme enojado o triste, así que sonrío, yo noto que mi sonrisa te agrada, ya te noto más tranquilo.

Pasan las horas, ya está cayendo la noche, yo aún a tu lado, te cubro con una manta ya que el frio invernal es desgarrador para tu delgado cuerpo. Cierras los ojos, quieres dormir.

Ya entrada la noche, siento tu cuerpo temblar exageradamente, te contorsionas como si estuvieras en una función de circo, abres grande tus mandíbulas. Luego, silencio. Respiras normalmente, suavemente, no abres tus ojos, yo acaricio tu cara. Al final, siento como tu fuente de vida se corta, tu respiración se corta, mi tristeza brota.

Hasta aquí llega lo nuestro, aquí termina nuestra historia, fueron años hermosos a tu lado. Solo espero que al finalizar mi camino me pueda encontrar contigo.

Es una lástima, es una tristeza en verdad que los perros solo vivan doce años.

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