Alpiste

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El brillo, extraño y perdido entre el haz de luz, despedido desde la madera pulida de las sillas del comedor

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El brillo, extraño y perdido entre el haz de luz, despedido desde la madera pulida de las sillas del comedor. Un ambiente sereno y estancado en el tiempo. Por allá por la esquina uniforme de colores pastel, la tela de algún arácnido se encuentra llena de polvo y de cascarones vacíos.

Es un mundo hueco y nebuloso.

Hay madre, pobre de ti. Buscando entre el herrumbre de tus álbumes de fotos a mi padre.

Cuando sales de tu cuarto, intento llevarte a que te de un poco el sol. Te siento en tu sofá viejo y polvoso y me miras como si buscaras indicios de quien soy yo. No sé si llorar más por verte así, tan sola, tan olvidada por el mundo.

Tu casa, tu casa ya se ha vuelto tu propia prisión personal, en donde pululan los fantasmas de tus memorias, transformados en canciones mal tarareadas en las noches que intentas regar las marchitas plantas de la ventana.

Con tu paso lento e inseguro, vas dejando una este de polvo que no sé si es tuyo, o es de los muebles viejos de tu casa.

Pobre de mi madre, que intenta recordar quien es el hombre con quien estas al lado de la foto de tu boda.

Entonces pienso: Lo mejor, sería llevarte a pasear, a dar una vuelta por el campo para que tu pálida piel vuelva a tomar calor del sol, y tus viejos pulmones se revitalicen con el olor a flores y humedad. Empujo entonces tu silla de ruedas y te platico que iremos a pasear. Al salir de la casa te quedas callada, como si jamás hubieras visto el exterior.

Era una fría tarde de invierno.

Pasamos por debajo de los abetos gruesos y secos, no pareciese haber nadie más que nosotros en el mundo. ¿"A donde me llevas?" Me preguntas desconcertada, mientras miras hacia el frente sin buscar ninguna respuesta en el exterior. "Vamos a pasear"

Me siento en el pasto a lado tuyo, en el atardecer, frente a aquel frio lago en donde las nubes y el rosado cielo se reflejan. Tú no te despegas nunca de tu silla, así como no despegas tú vista del horizonte.

"¿Madre?" Te hablo "Te amo, mucho"

Te miro esperando tu respuesta, esperando que tu delicada voz me responda como cuando eras más joven. Espero que tus ojos se giren y me observen. Pero no pasa nada. Sigues quieta, observando como el sol se oculta. Un susurro se escapa de tus labios:

"Olvidé, dar alpiste a los pajaritos"

Al final, un suspiro y te vas con tus recuerdos. 

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