Impulso

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Amy giro un poco su cabeza para mirar el hermoso paisaje que se extendía detras del chico de afilado rostro. El rio congelado y cubierto de nieve. No era la primera vez que estaba en ese lugar junto a el, junto a Joseph solamente que habian dos diferencias claves. La primera esta vinculada con el ambiente. Era otoño y el suelo estaba cubierto de hojas marchitas. La otra diferencia estaba vinculada en lo que sentía. Aquella vez Amy y Joseph se habían reencontrado luego de la fiesta de cumpleaños de uno de los amigos de Amy. Ella tenía facilidad para hacer nuevas amistades aunque eso no garantizaba que sus amigos fueran de calidad. Tanto con hombres como mujeres se había topado con hipócritas y gente toxica. De todas formas, Amy era necia. En vez de reducir su círculo social para evitar nuevos problemas, le daba oportunidades a otras personas de que hicieran lo mismo. Joseph fue quien se acerco a ella y la invito a bailar. Luego tomaron unos tragos y conversaron sobre sus vidas como si fuera que se conocían hace tiempo. La conversación había tomado un matiz sexual y se retiraron antes de tiempo para sastifacer sus curiosidades. La primera noche fue un cálido encuentro entre dos cuerpos, entregados a las maravillas hedonistas del sexo casual. El problema surgio cuando aumento la frecuencia de dichos encuentros y las emociones se interpusieron entre Amy y Joseph, especialmente en Amy. Ella temía que alguien tomara su lugar y que le brindará más placer que ella. Por eso mismo, quería formalizar el vínculo. Luego de una noche calurosa en pleno invierno británico, Amy se enfrentó a sus temores y tomo la iniciativa. Al principio, no escucho ninguna palabra por parte de Joseph lo cual aumento su nerviosismo. Luego de unos instantes silenciosos, Joseph confirmo que le gustaría ser más que una pareja sexual. Amy rebosaba de felicidad, no podía explicar con palabras como se sentia pero si de manera corporal, se había reincorporado de un salto y empezó a brincar por toda la habitación.

Desgraciadamente, la euforia de Amy fue tan efímera como un suspiro y ello la llevo a la perdición. Tan solo había pasado una semana cuando se canceló un paseo que iban a dar debido a que Joseph estaba gravemente enfermo por el temporal de nieve. Los sentimientos de Amy eran tan grandes que podía pasar una velada sin sexo pues con la presencia de su amado Joseph era más que suficiente. Era un día con temperaturas bajo cero, algunos copos de nieve caían sobre Amy quien echaba humo por las fosas nasales. Cuando estaba a punto de tocar la puerta de la casa se Joseph, unos gemidos la paralizaron. Agudizo el oído y pudo identificar que provenían de una mujer. Sintió como la sangre se colmaba en su rostro y se mordía los labios para no lanzar un alarido furioso. Sumado a los gemidos, se escuchaba a Joseph hablando entrecortado, sugiriendo que sea más silenciosa por los vecinos. Amy se dio media vuelta y se alejó corriendo. Se maldecía a si misma por haber sido tan ingenia. Necesitaba exteriorizar su frustración pero tampoco podía estar a los gritos en Londres, no quería que los demás fueran testigos de su locura. Tarde o temprano pondría las cartas sobre el asunto. Y no hizo falta mucho tiempo para que se presentará esa oportunidad. Al día siguiente de su enfermedad ficticia, Joseph invito a Amy a dar un paseo por las calles nevadas de Londres con la intención de tomar un delicioso café.

Amy había estado hecho un cubo de hielo desde el primer momento, no podía fingir que las cosas estaban bien cuando había descubierto una infidelidad. Apenas lo saludo fríamente, sin un apretón de manos o un pequeño beso. Ella caminaba sin mirarlo, mientras Joseph exigía una explicación ante aquel comportamiento y ofrecía una disculpa predemitada sobre la enfermedad que los había privado del encuentro. Amy se detuvo en medio de un puente desolado, donde ningún coche transitaba aquella tarde de Domingo.

Amy hiperventilo, le clavo una mirada curiosa a aquel que le había mentido para hacerla feliz mediante una farsa ¿Acaso no penso alguna que lo descubriría?
Una voz resonaba en su mente, cantando a los cuatro vientos, que su relación estaba basada en una mentira de la que no es posible escapar: la superficialidad. Es increíble como solamente la envoltura de nuestra alma podía atraer tanto a alguien al punto de que simulara sentimientos para conservar la pasión. No cabía duda en aquel razonamiento.
Amy apreto los puños, con furia.
—¿Como que nunca ha existido?—pregunto ella entre dientes.
Joseph comenzó a titubear no precisamente porque no entendiera a que se refería sino por lo atónito que lo había dejado su espontaneidad.
-—Perdóname, perdóname, siempre hago todo mal! No sirvo para nada-—gimoteo.
Amy parpadeo muchas veces.
¿Pero es que no se había dado cuenta hasta aquel momento?
Oh...la voz...aquella voz malvada en mi interior ¡Oh, no!
Amy frunció el entrecejo, gruñio y agarro a Joseph de los hombros.
—Yo me merecia a alguien mejor que tu. ¡Te odio! Nunca me valoraste, solo me quisiste por mi físico. Pues, yo no te quise por nada—Las palabras se escurrian de su boca , no podía controlarse. Una fuerza maligna la estaba poseyendo.— ¡Muere inútil, muere!— Y antes de que pudiera tomar el control de si misma, sus manos, como si tuvieran vida propia, lo empujaron.
Su delgado cuerpo similar al de un escarbadiente caía a una velocidad tan veloz como la de la luz.
Amy grito su nombre, aquel nombre maldito, pero ya era tarde. No había tiempo de arrepentirse.
Su cráneo se quebró cuando aterrizo contra la nieve.
El puente en donde se encontraban estaba situado por lo menos a cinco metros del rio congelado por el crudo invierno londinense. Una parte del corazón de Amy fluía eternamente en una ruta congelada como sus sentimientos amorosos.
En cambio, su parte iracunda permanecía caliente como una brasa en llamas. Ella estaba lejos de sentir amor. Era como un demonio personal. Un demonio que le habia arrebatado a su chico e impedido la oportunidad de aclarar las cosas y hacer apología hacía una traición.
Y desde ese entonces, un remordimiento poderoso acompañaría a Amy por el resto de su vida.
Joseph le había mentido, si, pero se podía solucionar con palabras aunque aquello no cambiaría los hechos.
Aun asi, fue algo que residía más allá de la consciencia de Amy que tomo cartas sobre el asunto. No sabía cuándo podía volver a manifestarse aquella parte oculta de ella, nunca sabía cuándo podía teñir la nieve más blanquecina de rojo.
Desde ese momento, Amy se transformó en una hermitaña. No quería ser un peligro para los demás tampoco quería que su extraño comportamiento post-traumático delatara que escondía un oscuro secreto. No quedaba otra alternativa que huir, antes que otro fantasma ademas del recuerdo de Joseph la atormente. Lo que ignoraba Amy, es que la soledad alimentaba sus recuerdos y agonizaba cada día en ríos de nostalgia. A pesar de su deslealtad, Amy ansiaba encontrarse nuevamente con Joseph.

Cuando el amor nos lleva a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora