El poder de los sueños

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Margarita era una mujer osada pues no le encontraba gracia a la vida hasta que sentía la adrenalina en sus venas. Mucha gente se alejaba de ella cuando conversaba sobre sus pasatiempos de riesgo mientras que otros disponían de tiempo y oídos para escucharla. Uno de ellos era su mejor amigo Damián con quién emprendía sus travesías de riesgo. Él no tenía problema en acompañarla a hospitales, casonas, construcciones y pueblos abandonados aunque el lugar que más los cautivaba no era ninguno de los mencionados más bien se trataba de los cementerios. Una energía particular emanaba de la necrópolis que algunas veces llegaba a incomodarlos puesto que comenzaban a sentirse famélicos y adoloridos pero otras veces los recargaba de curiosidad para proseguir su rumbo. Si había algo con lo que Margarita no estaba conforme era que su mejor amigo no la acompañara a pasar la noche en el camposanto. Le parecía muy cobarde de su parte cuando habían tenido sus momentos tentadores en los mausoleos abandonados pero seguía siendo de día de todos modos. El astro rey era una especie de guardián silencioso que los mantenía alejados de los peligros de la oscuridad. Damián solía estar más ocupado que Margarita ya que mientras ella se dedicaba a sus estudios universitarios simultáneamente él se dedicaba a lo mismo solo que estaba doblemente ocupado por su trabajo. No obstante, siempre que los asuntos estudiantiles no fueran próximos, podía aventurarse con Margarita. Todo marcho bien hasta que los trabajos prácticos y los parciales se acumularon, más de lo habitual y no era lo más conveniente para Damián que se diera demasiados respiros. Él la puso al tanto a su mejor amiga de esta situación y a pesar de que ella dijo que entendía la situación, en realidad, estaba a punto de estallar como un volcán. Sin embargo, prefería tragarse sus palabras para evitar todo conflicto y planifico visitar el cementerio de Chacarita de día y noche. Desde un primer momento sabía que aquella idea era demasiado peligrosa pero su vida se estaba tornando demasiado aburrida como para seguir dejando pasar las oportunidades.

Por experiencias previas, sabía que los días donde menos había menos custodia eran los domingos y los feriados. Se conmemoraba el paso a la eternidad del General San Martín cuando Margarita decidio emprender su travesía. Llegado el dia, se dirigio a la necropolis sin haber podido conciliar el sueño hasta que tomo el tren hasta la estación Lacroze. El tren iba bastante vacío al punto que solo quedaban tres personas ademas de ella cuando la linea Urquiza arribo a destino. No hizo falta que ninguno de los pasajeros la despertara, es mas ninguno parecía haberse percatado de la joven pálida vestida de negro que cabeceaba en los asientos mas cercanos a las puertas pues Margarita se reincorporo de un sobresalto cuando el tren se detuvo. A pocos metros de la estación podía contemplar un paternon griego rosado que le daba una esplendorosa bienvenida. Una vez dentro, cientos de recuerdos galoparon en su mente. Buscaba a ilusa a su mejor amigo pero su presencia no era mas que una malévola ilusión. Sus pasos iban mas lentos que de costumbre, examinaba cada mausoleo con desconfianza. Los unicos sonidos que escuchaban eran los de su exacerbada respiración y un bullicioso proveniente de un lugar incierto del cementerio que se asimilaba a los chillidos de los murciélagos. Quitando de lado aquello, el cementerio seguía siendo el mismo aún así Margarita se emocionaba como si fuera la primera vez pues cada bóveda tenía una historia misteriosa y diferentes a las demás. Si había algo que la cautivaba aún más que las bóvedas profanadas, eran las galerías de nichos especialmente las subterráneas debido a que eran las que más abandonadas estaban. Estaba totalmente consciente que allí corría más riesgo que en otros lados pero aquella visita tenía objetivo. Apenas ingreso a la galería, se encontro con dos pasillos con la vista a los nichos y dos escaleras las cuales se dirigían en polos opuestos. Margarita se aventuró por los escalones descendentes donde cada paso la sumía más en las tinieblas funerarias. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando vio que había muchos nichos, parcial o totalmente destruidos con ataúdes a la vista. Estos no eran lo que le impresionaban sino aquellos huesos desordenados que alguna vez habían pertenecido a un ser humano. No podía ignorar el terrible dolor de pecho que sentía en cada paso que daba. Sumado a eso, Margarita sentía un cosquilleo en la nuca como si alguien la estuviera observando aunque no se animaba a verificarlo. Estaba a punto de llegar a un pasillo oscuro, donde sentía que su pecho estaba a punto de explotar, cuando sintió que la tomaron del hombro y la obligaron a voltearse. El microsegundo en el que demoro en girar, visualizo un cadáver putrefacto con facciones hostiles, sin embargo, se encontró con un sereno avejentado con dichas características faciales.

Cuando el amor nos lleva a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora