Amantes sangrientos

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Sabrina esperaba con ansias esa cita. Era un sueño hecho realidad haber logrado invitar a Sebastián, un chico misterioso que le interesaba hace tiempo. Todas las chicas de la Universidad encontraban a Sebastián atractivo pero él se estaba demasiado perdido en su soledad y ninguna se animaba a dirigirle la palabra. Se limitaban a observar su cabello negro azabache, su piel pálida y sus ojos esmeralda desde lejos. Sabrina estaba dispuesta a romper el silencio, su nivel de obsesión había llegado a los sueños. Eran al rededor de las ocho y media de la noche cuando lo diferenció entre la multitud del buffet, apartado en una mesa alejada de los demás y tomo coraje para hablarle.

—Hola, Sebastián...

—Hola, Sabrina—una pequeña sonrisa iluminó el semblante de Sebastián y Sabrina sintió como la sangre teñia sus mejillas de rojo.— Me alegra mucho tu presencia.

—A mí me gusta tu presencia.—Las palabras se escabullian, Sabrina no podía pensar con claridad pero tenía bastante claro lo que deseaba.— Me atraes demasiado, desde la primera noche que te vi, quiero salir contigo.

—Acepto la propuesta aunque con una condición. Tiene que ser dentro de este horario y tenemos que estar solos.

Sabrina quedo perpleja por unos instantes, luego sugirió una propuesta bastante precipitada pero acordé a las condiciones que había establecido Sebastián.

—¿Que te parece si vienes este Viernes por la noche a mi casa? Bueno, ese día no tengo clases...

—Cualquier día está perfecto para mi, nos vemos dentro de un par de días.— Y dicho aquello se levanto de la mesa. Luego de caminar algunos pasos, le pidió la indicaciones a Sabrina para llegar a su casa y luego se despidió definitivamente.

Sabrina era una joven de tiempo repleto, durante la mañana trabajaba, algunas tardes descansaba y otras se dedicaba a estudiar en casa y tres noches a la semana iba a la universidad. Vivía exhausta pero al menos gozaba de independencia financiera, por ende no fue difícil de deshacerse de sus padres y sus hermanos pequeños cuando les daba dinero para que fueran al cine y al McDonald's a comprarse los combos mas caros. El dinero podía recuperarse, las oportunidades hay que aprovecharlas en el momento que surgen.

Sabrina estaba decorando la mesa con velas cuando escucho unos golpes provenientes de la puerta. Antes de abrir se peino con los dedos y se acomodó el vestido rojo para que quedara aún más escotado. Cuando abrió la puerta, tuvo que morderse los labios para no lanzar un suspiro. Sebastián llevaba puesto un traje negro que inspiraba demasiada formalidad para una cita y por eso mismo Sabrina se sentía tan afortunada.

—¡Llegaste justo cuando estaba por sacar las empanadas del horno! Me sorprende tu puntualidad.

—Agradezco tu gratitud pero no deseo cenar.—Sebastian cerro la puerta y se abalanzó contra Sabrina. Comenzó a besarla con intensidad y ella aferraba sus manos comtra su espalda con tanta fuerza que podía sentir los movimientos de los huesos. Sebastián bajo su cabeza para saborear los pechos de Sabrina y luego de jugar un poco con su lengua, subió hasta su cuello. Sabrina empezó a gemir, no precisamente de placer porque sentía una fuerte punzada que empeoraba con cada segundo transcurrido.

—¡Sebastián, detente!—chillo Sabrina pero lo único que sentía es como el dolor se volvía insoportable. Luego de un instante que parecía eterno, Sebastián se detuvo y volvió a besarla. Los labios de Sabrina se llenaron de sabor a hierro y se apartó bruscamente de Sebastián. Empezó a tambalearse y a sentirse débil. Lo último que vio antes de desmayarse fue el trayecto sangriento que se dibujaba desde su cuello y recorría su vestido rojo con una tonalidad más oscura de ese color.

Todo se volvio oscuro por un tiempo indeterminado hasta que un fuerte dolor de estómago hizo que Sabrina recobrará la consciencia. Abrió los ojos y vio a Sebastián, sus ojos verdes habían transmutado a rojo. Luego echo un rápido vistazo a su alrededor y se encontró con cajas dispersada por toda la habitación y algunos objetos obsoletos. A la lejanía podía divisar una escalera de madera. Se encontraban en un sótano desconocido y aquello asustó más a Sabrina.

Cuando el amor nos lleva a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora