Patagonia Sangrienta

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1. Intuición maligna

Un fuerte temporal de nieve azotaba a la ciudad de Bariloche. La mayoría de las personas prefería permanecer en sus hogares antes que afrontar las hostiles ráfagas de viento polar. Ainara Parravicini era una de las pocas personas que no tenía inconveniente en salir de su casa mientras nevaba con furia. El ataque de ansiedad que manifestaba con manifestarse era mas fuerte que un temporal propio del clima patagónico. Aquel gélido día, lo tenia reservado para una joven descendiente de alemanes llamada Gretel Furtwängler a quien conocía desde que era una niña pequeña. Generalmente, tanto ella como su madre, Gretchen, avisaban con anticipación si se postergaba la lectura de cartas de tarot, no obstante, aquella tarde no había recibido ningún mensaje de ellas. Gretel tendría que haber llegado a las tres de la tarde y ya había pasado mas de tres horas del horario pactado cuando Ainara comenzo a presentar dificultades para respirar. No era la primera vez que sentia aquella intensa opresión en el pecho, como si la estuvieran apuñalando, por lo tanto, su sexto sentido la estaba advirtiendo. Respiro profundo y se dirigió a la intemperie. Realmente era muy difícil trasladarse de un punto al otro porque literalmente se la estaba llevando el viento mas por su contextura delgada. Sin embargo, no podía quedarse en casa cuando sus dotes de vidente estaban en su máximo esplendor.

Ainara vivia a alejada del centro cívico, estaba cerca del Lago Gutierrez donde iba seguido a meditar. Mientras que Gretel estaba mas cerca de la urbe barilochense. Estaba mas que dispuesta a realizar una odisea bajo cero hacia su casa tanto por aquella señal de peligro como por el hecho de que las caminatas la serenizaban. Se encontraba en una calle arbolada cuando comenzo a sentir el ambiente pesado, al punto que le costaba caminar. Si bien, el asfalto estaba repleto de nieve, Ainara sabia que aquella pesadez se debía a algo extrasensorial de carácter maligno. Cada paso que daba, era un desgaste fuerte de energía. Estaba a punto de caerse de rodillas, encima de un pequeño montículo de nieve pero una imagen efímera la hizo brincar del sobresalto. Durante una milésima de segundos, vio a una mujer con el cabello rubio trenzado, recostada sobre de un charco de sangre. No llego a vislumbrar las facciones de su rostro pero tenia una idea de quien se podía tratar. Rápidamente desarmo con sus manos el montículo de escasa altura y sintió como el corazón le dio un vuelco cuando se encontró con una bolsa de consorcio con una forma alargada. Coloco sus manos sobre la bolsa de consorcio, en búsqueda de un nudo a la par que tenia deseos de vomitar. Aquella reacción era bastante paradójica para alguien que ya había tenido contacto con los que ya no pertenecían a este plano tanto en sentido físico como espiritual. Una vez que logro encontrar una abertura, Ainara tuvo que morderse los labios. Una joven de cabellos rubios recogidos en dos trenzas, blanca como la nieve que la había sepultado, yacía inerte con unos ojos verdes exageradamente abiertos y lo mismo sucedía con sus labios carnosos. La delicadeza de sus facciones se había visto perturbada por el horror que había vivido en los últimos momentos de su vida. Deslizo hacia abajo la bolsa y se encontró con una campera rompevientos violeta repleto de agujeros sangrientos. Siguio bajando y se estremeció al ver la piel blanca con gotas de sangre que se asomaban en los agujeros de gran tamaño de la ropa. A partir de la intensidad de la sangre proveniente de las heridas, Ainara podía deducir que no había transcurrido mucho tiempo entre el crimen de Gretel Furtwängler y el momento en que ella había descubierto la escena del crimen. Aquel macabro descubrimiento la llenaba de remordimientos debido a que estaba dirigiéndose a su casa cuando aconteció aquella desgracia. De ninguna manera podía traerla nuevamente a la vida, por mas que así lo quisiera pues la nigromancia no era un riesgo que estuviera dispuesta afrontar. Por consiguiente, prefería llevar a cabo ella misma la investigación y capturar al culpable lo mas rápido posible. No era una experta en criminalística pero haría su mejor esfuerzo, solamente necesitaba examinar minuciosamente el cadáver. Desde luego que no lo haría allí mismo, ya de por si le resultaba impúdico tener que desnudarla. Aparte, necesitaba notificarle a alguien más de aquella hazaña tan arriesgada. ¿Quién mejor que los propios padres de Gretel? Incluso a ella misma le resultaba descabellada la idea de tener como ayudantes a los padres de la victima pero aun mas era tener que llevar el cuerpo hasta su hogar. En ese sentido, aquel invierno hostil era bastante favorable para la causa pero también estaba la posibilidad de que algún curioso la observara por una ventana y llamara a la policía y ella terminara en problemas. Como si no fuera suficientemente tensa la situación, la nieve de las colosales montañas, siempre espectadoras de lo que sucedía en la Patagonia, se estaba tiñiendo de un débil naranja. El sol agonizante, se arrimaba entre enormes nubes, también era otro testigo silencioso. Sin muchas opciones, envolvió el cuerpo en la bolsa de consorcio y lo cargo en sus brazos. Caminaría lo mas rápido que le permitiera el peso del cuerpo, duplicado a lo que pesaba Gretel en vida. Por fortuna, Ainara conocía muchos atajos por senderos naturales y no habría tanto problema en pasar desapercibida.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2021 ⏰

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