Un nuevo juego tenía obsesionada a Lauren, pero jamás pensé que eso nos llevaría a algo como lo que sucedió.
La cajera estaba recostada en su brazo derecho en mi cama, con los pies descalzos. Sus jeans azules la hacían lucir muy sexy, agregándole que no llevaba blusa, en su lugar un top-brasier se asomaba por el cierre de su sudadera negra.
Ella estaba jugando con la nueva aplicación que había descargado en mi celular. Me gustaba mirarla.
Su sonrisa se hacía presente cada que el sonido del celular indicaba que pasaba un nivel y sus muecas desagradables eran visibles si le costaba trabajo adelantar algún desafío.
— Si en un inicio me hubieras dicho que terminarías ignorándome por una aplicación, nunca realizaría esa descarga —solté en un tono discreto, sentada en la orilla de la cama, golpeando sus pies con la yema de mis dedos.
— No te ignoro, Camz —habló sin apartar la vista del celular.
— Sí lo haces, pero bueno... Iré por unas galletas. —Dicho aquello, asintió y bajé hasta la cocina para rebuscar en los cajones.
— Pensé que estarías metiendo los dedos en Lauren justo ahora —mi amiga dijo desde el sillón, admirando la pantalla con la sesión de netflix iniciada.
— Está obsesionada con el nuevo juego. Lleva media hora ignorándome por la estúpida aplicación —me quejé. — Y Mani estuvo igual en la universidad.
— Son muy parecidas cuando de esos gustos se trata.
— Sí. —Resoplé.
— ¿Qué buscas? —Dinah se levantó para llegar a mi lado.
— Galletas —dije continuando la acción de buscar.
— Ya no hay. Podemos ir a la tienda si quieres.
Acepté y nos dirigimos a la tienda. No creí necesario avisar a Lauren.
Unos diez minutos después estábamos de vuelta. Subí a la habitación dejando a Dinah disfrutar de unas tantas galletas y del maratón de una serie que recién empezaría para poder complacer a su buena amiga Normani.
— ¿Me eres infiel? —la voz de Lauren fue audible cuando crucé la puerta con mis galletas en las manos. Su tono era ¿frío? ¿relajado? indescriptible.
— ¿Qué? —traté de ponerme seria pues la ojiverde ya no estaba jugando ni recostada, estaba de pie.
— Eso que escuchaste.
— No, Lauren. ¿Qué te hace pensar eso? —me acerqué a ella, dejando de lado las galletas.
— Una tal Diane envió un mensaje. ¿Quieres que te lo lea? —se sentó en la orilla de la cama, mirando mi celular a su lado.
Me puse tensa. Diane era una de mis ex novias, la vi una semana atrás.
— ¿Por qué lees mis mensajes?
No tenía idea de cómo salió eso de mí. La cajera siempre veía mis conversaciones, es decir, tenía la confianza de mostrárselas, incluso platicarle cada que un mensaje entraba.
— No lo leí con intención. Cuando llegó, se detuvo el juego, salí quitarlo pero lo vi por error. Simplemente quería seguir mi juego —soltó lo último con dolor.
— Lo siento —me disculpé con vergüenza. —Puedo explicarte —apresuré a decir antes de saber que decía el mensaje. Estaba segura de que diría algo comprometedor.
— ¿El beso? —después de sus palabras troné mis dedos.
— Yo no... Lauren. —Mi novia estaba calmada, sin signos de expresión.