#04 Increíble desenlace

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Con la sangre agolpándose en su frente y el sentido arácnido totalmente alerta, Peter Parker se lamentó de no llevar consigo al menos su máscara aunque, mientras rompía las amarras del hombre de blanco, pensó que sería más útil cargar con un kit de primeros auxilios.

—Quisiera hacer un torniquete, pero no hay tiempo —pensaba en voz alta (una vieja costumbre), mientras llevaba el cuerpo inconsciente al ascensor—. Confiemos en que alguien te vea rápido al llegar al Lobby... ¡No! Al tercer piso, hay gente esperando ahí.

Lo colocó con cuidado contra la pared, salió y estiró el brazo desde el exterior para presionar el botón que llevaría al herido hasta el piso donde un grupo esperaba por su amigo Harry y por él mismo.

Apenas tuvo tiempo de ver las puertas cerrarse cuando —sin pensar y movido totalmente por instinto— dio un enorme salto hacia atrás, su cuerpo ligero dando una vuelta completa, esquivando por poco un enorme puño que fue a parar en el frío metal, aunque no así una filosa garra que rasgó la camisa nueva que llevaba aquél día.

En el aire, mientras giraba cabeza abajo, pudo ver qué lo había atacado: una figura que pasaría por humana, excepto porque le doblaba la estatura, además de tener un tono verdoso en la piel.

—Oye, feo —dijo mientras caía fácilmente sobre sus pies—, ¿ves esto? No estoy usando uniforme. Significa que es mi día libre. ¿Acaso yo te interrumpo en tus vacaciones? Además... ¡Ay, no, mira mi camisa! Tía May me va a matar.

Cuando las cosas se ponían atemorizantes, su pésimo sentido del humor se activaba como un mecanismo de defensa.

El enorme ser se giró furioso y, por un momento, Peter creyó ver una cara conocida, sin embargo, antes de poder mirar con más atención, tuvo que esquivar nuevamente un ataque, esta vez pegándose al techo con manos y pies en una extraña postura, mientras su oponente intentaba golpearlo con una especie de archivero al que alguna vez estuvo esposado por la muñeca, aunque ahora más bien colgaba de su brazo como si no significara peso alguno para él.

—¿Estás usando una bata de hospital? —preguntó nuestro héroe al observar mejor desde la seguridad momentánea del techo—. Muy revelador. ¿Entiendes? Porque revela una pista, y además porque atrás tiene esa gran abertura justo en tú... ¿No? Lo siento, mal chiste.

La criatura no estaba para bromas, por lo que saltó mostrando unos colmillos muy desarrollados y tratando de agarrar al joven por la pierna, aunque no a una velocidad que pudiera competir con el sentido arácnido.

Ah, ¡un público difícil! De acuerdo, entonces te diré lo que creo: estabas aquí como algún tipo de paciente, pero alguien te hizo algo muy feo y después te dejó esposado en un lugar muy feo, viéndote así de feo, ¿cierto? Pues entiendo que estés enojado, pero... ¿Hola?¡Estoy tratando de dar un show aquí! ¿Quieres poner atención?

Sin embargo, esa extraño ser verde tenía toda su atención puesta en el ascensor, intentando forzar sus puertas mientras olfateaba como un perro a su presa.

—Amigo, ese hombre te hizo esto, ¿verdad? Él ya no está ahí —exclamó mientras el metal crujía ante la criatura, que con sus garras lograba abrirse paso—. ¿Lo ves? Ya no hay nada, se fue. Ahora, puedes lastimarte (o peor ¡lastimarme!), así que supongo que debo detenerte.

Llevó instintivamente la mano a su cinturón, buscando los cartuchos de telaraña que utilizaba en el espectáculo, pero de pronto recordó.
—Ok, mencioné el día libre, ¿cierto? No tengo mis telarañas justo aquí, así que dame un momento para buscar algún... ¡Hey, alto!

Con reflejos sobrehumanos, nuestro joven amigo llegó a la orilla del conducto justo cuando el monstruo había caído dentro, pero logró sujetar con fuerza el archivero que "eso" tenía unido al brazo, evitando que se precipitara definitivamente al vacío donde antes estuvo el ascensor que, para subrayar su mala suerte, en ese momento venía bajando sobre ellos.

—Te dije que no había nada ahí, sal antes que nos aplasten a los dos. ¿Qué tienen los monstruos verdes en la cabeza? ¿guacamole?

La criatura, furiosa y asustada, buscaba un punto de agarre para salir de ahí, por lo que lanzó una desesperada garra a lo alto, cortando accidentalmente las esposas que lo sostenían y cayendo al vacío, mientras Peter, ya sin el peso adicional, caía hacia atrás en el último segundo, evitando que su arácnida cabeza quedara aplastada por la tonelada y media de metal proveniente del tercer piso.

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