#09 Dulce o truco

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Caía ya la noche de aquel lunes tan largo y, mientras Peter trataba de entretener a Harry en su habitación del Presbyterian, Curtis Connors aguardaba nervioso a las afueras de un edificio en Chrystie Street.

Del otro lado de la calle, algunos muchachos en patineta se obstinaban en practicar railing sobre una portería en el parque de Sara Roosevelt.

—Debes llamar a la puerta para el "dulce o truco", Curtis. ¿No se supone que ustedes los irlandeses inventaron el Halloween? —preguntó una voz desde el interior del edificio.
—¡¿Tú?! Pero n-no entiendo... —dijo un atemorizado y confundido Connors ingresando a la vieja construcción.
—Por favor, Curt, era obvio. ¿Quién más sabía sobre Selección Natural? El ejército desechó el proyecto desde aquel día.

De algún modo el genio irlandés logró vencer por un momento el miedo y replicó: —el doctor Stromm lo sabía.

En un segundo, su misterioso interlocutor lo alzaba por el cuello, estrellándolo con ira contra la pared.
—Qué mal que este muerto, ¿cierto? Por suerte tú y tu familia aún tienen sangre caliente fluyendo por las venas.
—Y-yo no quise...
—Claro que no, cocodrilo —Curt Connors se había ganado aquel apodo en la universidad, por el sonido "Co-Co" repetido de su nombre y apellido—. Subamos, viejo amigo, que sé que esto te interesa.

Entraron en el departamento situado frente al del viejo administrador y, en un monitor de computadora, Curtis se encontró con un joven adolescente haciendo increíbles piruetas y moviéndose por los techos con tanta libertad como la mantequilla en una sartén caliente.

—Co-con un demonio, ¡tenías... tenías razón! El eslabón perdido...
—Es increíble, pero ahí está, Curt.
—¿Quién es ese n-niño? No me digas que él es...
—Por supuesto que no, idiota, no estaría aquí si así fuera.

De un enorme maletín plateado que cerraba con contraseña, el hombre sacó un pequeño dispositivo de refrigeración.

Por la ventana llegaban los gritos de unos niños y autos de policía que se acercaban, mezclándose con los vapores que subían de las alcantarillas.

—Eso es.... —dijo el doctor Connors, contemplando estupefacto cómo el hombre extraía un tubo de cristal lleno de un líquido verde y luminoso.
—Es el potenciador de desarrollo CX0001.0. En otras palabras...
—¡La... la fórmula del Goblin! Sabes lo que eso p-puede hacer.
—Acepto que hemos tenido algunas fallas, pero si descubrimos quién es este chico, repararemos la cadena de estabilización.

Los instintos más profundos de Connors le decían que tenía que alejarse pronto, pero sus ojos veían con avaricia el brillante químico.

—Vamos, Curtis —sonrió y su mueca reveló una diversión diabólica—. Si quieres puedes engañarte, decir que es para el bien de la medicina, para proteger a tu familia o, simplemente, aceptar que tienes tus propias ambiciones —dijo con sorna aquel hombre, mientras tomaba una lánguida manga vacía de la gabardina de Connors, evidenciando el miembro que le faltaba.
—¿Y cu-cuál es tu... tu motivo?
—El mismo de aquel entonces, lo sabes bien. Principalmente, por lo menos.

Curtis se quedó viendo pensativo por la ventana. Los chicos del skateboarding corrían de los oficiales que acababan de llegar al parque Roosevelt. A su mente llegaron escenas de la guerra: niños huyendo también, pero del fuego cruzado, muchos poniéndose a salvo, otros cayendo mutilados como él. Pensó en el hijo del hombre que se encontraba en esa misma habitación y también en su hijo, el pequeño Billy, a quien por fin podría enseñar a jugar pelota... si es que aceptaba la peligrosa propuesta.

Retiró la mano de la ventana al sentir el viscoso tacto de una salamandra, que lo trajo de vuelta a la realidad.
—Esto sanaría el co-corazón de tu hijo y m-me devolvería lo que... lo que Iraq me arrebató —agregó en voz baja sintiendo por un instante el brazo inexistente—, pero los riesgos son... son demasiado grandes, Big-man.
"La fortuna favorece a los valientes", Curt —dijo el hombre citando a su homónimo, el gran poeta Virgilio—. Todo es acerca de tomar decisiones, siempre te lo he dicho.
—Lo sé, Norman, lo sé: "dulce o truco".
Ni más ni menos, cocodrilo —respondió el señor Osborn con su sonrisa siniestra.

Lejos de ahí, Peter Parker y su mejor amigo salían del hospital.
—Te lo dije, Pete, lo mismo de siempre.
—No importa lo que digas, Osborn, nunca te había visto así.
—Pero siempre has sabido que mi corazón está mal, ya deja de preocuparte, abuelita.
—Supongo que tienes razón. Es sólo que siempre actúas tan normal...

Tarde se dio cuenta de lo inapropiado de su comentario, así que decidió cambiar de tema.
—Lo que nunca voy a entender, es que tu padre no esté aquí ahora.
—Eso sí que es normal. Los del hospital llamaron a Oscorp y a la casa, pero no pudieron localizarlo. Yo estuve marcando a su celular, pero tampoco logré contactarlo.

Genial, ahora estaba triste además de todo.
—Cuando se fue parecía muy apurado, seguramente tenía algo más importante.

Mal de nuevo.
—Siempre hay algo más importante —susurró Harry con una sonrisa triste.
—Vale, no me refería a eso...
—Lo sé, pero es cierto. Cualquiera pensaría que siendo tan asquerosamente rico trataría de encontrar una cura o algo, pero prácticamente vive en su oficina desde que tenía unos seis años.
—Y desde entonces puedes contar con tu amistoso vecino, Peter Parker.
—Si al vivir del otro lado de la ciudad puede llamarse ser vecinos... —respondió el pelirrojo entre risas.
—Es sólo una expresión, Osborn. Anda, aquí viene Bernard, será mejor que vayamos a descansar.
—¡La noche es joven, Pete!
—Sí, pero tu corazón es el de un anciano —bromeó el joven Parker —. Además tenemos clase temprano, no podemos faltar de nuevo.

Subieron al auto y se encaminaron a la casa de Tía May, donde los dos amigos se despidieron por fin.

—Te veré temprano, ¿de acuerdo? —preguntó Peter tomando su mochila del auto.
—Claro, llegaremos por ti. Seremos los primeros por una vez, así compensaremos el haber faltado hoy.
—Desde luego, sabes que odio tener problemas con los maestros.
—Por favor, Pete —dijo Harry por la ventana mientras el auto comenzaba su marcha—, ambos sabemos que siempre has sido el favorito de Connors. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

El Increíble Spider-ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora