#01 El nada increíble Peter Parker

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Peter Parker era un chico común y corriente.

Era. Hasta el viernes anterior.

No cambió hace un mes, con sus nuevos poderes, sino un viernes después de clase, al darse cuenta de la responsabilidad que venía con ellos.

El fin de semana se había ido rápido, como en un sueño nebuloso.

Aquel día se despertó justo como cualquier otro y caminó hasta la puerta de su vieja habitación, misma que —nunca supo por qué—, ya estaba ahí cuando llegó a casa de Tía May, con una cama individual y algunos diseños deportivos en la pared un tanto decolorados.

Pisó la misma vieja tabla suelta de siempre que hizo el mismo molesto sonido de siempre y pensó, como cada día, que esta vez sí le pediría a Tío Ben que le enseñara cómo repararla.
Entonces, finalmente despertó del todo.

Tío Ben no estaba más.

Sí, el fin de semana había sido un sueño nebuloso y también horrible.

En algún momento del Domingo, Tía May se acercó a Peter para decirle que se tomara unos días libres de la escuela, pero ese lunes su sobrino estaba ya tomando el dinero para el autobús de forma casi automática.
La monedas estaban ahí, en la mesilla junto al televisor de la sala, donde Tío Ben solía ponerlas.

«Si Tía May puede ser tan fuerte después de perder a su esposo hace apenas unas horas, —pensó—, yo puedo soportar un rato en la escuela.»

Entonces la vio: la pequeña fotografía enmarcada de su tío. La que Tía May puso en esa misma mesilla para poder verla desde el sofá.

—¿A quién engaño? Voy a la escuela porque tengo que salir —pensó en voz alta—, sólo estoy buscando un lugar a donde escapar. Debería quedarme y acompañarla un par de días. O tal vez...

Mientras decidía qué hacer, se encontró de pronto en la puerta de la entrada.
Había cambiado la cerradura él mismo después de... aquella noche.

Se quedó ahí, con la mano extendida, sin atreverse a tomar el pomo, como si el tocarlo significara aceptar que todo había sido real.

Una y otra vez pensaba: ¿y si hubiera? ¿Si hubiera detenido a aquel sujeto? ¿Si hubiera usado sus poderes con responsabilidad o, mejor aún, no los hubiera usado nunca?

—Eso es. Tío Ben no hubiera estado solo esa noche. Yo habría estado ahí para enfrentar al ladrón y tía May no estaría sola ahora. Todo esto pasó por ese ridículo disfraz.

Se alegró de haber dejado su traje en el fondo del armario.
—Esto es lo correcto: no puedo ser Spider-man.

Con esa determinación, cruzó la puerta para ir a la escuela como si fuera un día normal.
Como si él fuera normal.

—Soy sólo Peter Parker —se dijo en voz alta—, un chico cualquiera. ¿Spider-man? No más.

El Increíble Spider-ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora