Capitulo 17

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Tras horas de dura desesperación, por fin Will D'Angelo había despertado después del trágico accidente. Tessa no se aguantaba despierta. Estaba agotada y no por culpa de no haber dormido. Estaba cansada de todo. Apoyaba su cabeza sobre mi hombro mientras, seguramente, se imaginaba las palabras  adecuadas. Matt roncaba sobre tres sillas. Cada enfermera que pasaba se quedaba observando cómo una persona era capaz de hacer ese tremendo ruido. Una o dos se habían quejado.

- Es que sufre problemas de respiración y no es bueno despertarlo.

Con eso lo miraban un par de veces y seguían su camino. A veces lo miraban con lástima y le acariciaban la cabeza. Otra no se lo creían tanto y hasta que no le tocaba la cabeza y fingía que estaba temblando no se iban.

Al oír la puerta abrirse, Tessa pegó un respingo y prestó atención. El médico solo pudo decir que estaba consciente y que debían hacerle algunas pruebas antes de averiguar si estaba preparado para hablar con nosotros. Asentimos aunque noté la frialdad de la mirada de Tessa hacia el médico, como si la estuviera engañando. Cuando hubo entrado en la habitación de nuevo, se giró hacia mí.

- Tengo que entrar. No pueden obligarme a no verlo. Sé que está bien y que no quiere verme. No es capaz de hablarme.

- Es un poco difícil entrar a estas alturas, teniendo en cuenta que el médico está dentro.

En ese preciso instante salió afuera y se dirigió a la cafetería. Mi madre estaba tomándose un café, decía que no podía soportar esto ni un minuto más. Y piiin, idea. Cogí el móvil de Tessa de su bolso y le mandé un mensaje a mi madre.

- ¿Por qué mi madre te manda fotos mías, de pequeño? ¿Cuando?

- Ayer en el vuelo. --- Sonrió. ---

Le dije que lo entretuviera, que me hiciera un gran favor. Y así contestó: vale. Lo próximo era... despertar a Matt. Miré varias veces hacia él, intentando buscar una forma... Ya Tessa se había levantado y agachado junto a Matt. Apretó su nariz hasta que el pobre dio un brinco y se quedó de pie. No podía hablar del susto y casi sudaba.

- ¿Qué pasa? Rupert Wrint me iba a enseñar su cámara de los secretos.

- Vigila que no entren enfermeras. Tenemos que hablar con su padre.

- ¿Me habéis despertado para eso? La próxima le digo que me haga un leviosá y listo.

Después de las tontas ocurrencias de Matt. Entramos en la habitación con mucho cuidado de no tocar nada.

Era demasiado pequeña para estar tres personas allí dentro. Una estantería se encontraba empotrada en la pared con cientos de artilugios de médicos. Aparte de los medicamentos con nombres impronunciables. Al lado de la camilla que se encontraba en frente, bajo una ventana sin cortinas y con barrotes por fuera, había una mesita con una bolsita de sangre sobre ella. Unas cuantas hojitas ilegibles y un vaso de agua medio lleno. Él estaba tumbado boca arriba con los ojos cerrados. Tenía dos tubos sobre la nariz que le proporcionaban oxígeno y uno que le recorría el brazo hasta el dedo que le daba sangre nueva. Estaba conectado a una máquina que media las pulsaciones. Lentas y sonoras retumbaban la habitación. A cada paso que ella se acercaba para verlo, su corazón se aceleraba.

Se acercó hasta poder sentarse junto a él, agarró su mano, con cuidado de no hacerle daño. Se la llevó hasta la cara y le dio un suave beso. No se movió. Su mirada, dolorosa, no podía apartarse de la máquina. Seguramente pensaba en lo peor.

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