Eira.
La sensación de caer es espantosa. Corro a través del bosque, huyendo de mis perseguidores, pero son más y más rápidos que yo. Pronto me darán caza. Vuelvo la cabeza y veo sus siluetas entre los árboles. Están cerca, muy cerca. Doy un giro repentino a la derecha y paso por encima de unas zarzas, haciéndome cortes por todo el cuerpo. Duele, duele mucho, pero no puedo parar. Sigo corriendo y noto como el sudor corre por mi frente y espalda. Es un sudor frío, gélido. Un sudor que huele a miedo y muerte. Me seco el sudor de la frente con la mano y sigo corriendo, cada vez tengo menos fuerzas y mis piernas flaquean. Oigo una risa. Están detrás de mi.
Acelero la carrera bosque a través y veo a lo lejos una obertura que parece que da a alguna parte. La atravieso. Ante mi se muestra un precioso acantilado que parece que da al mar, pues oigo el sonido del agua golpear contra las rocas. Corro hacia él y me detengo en el borde. En el momento en que me giro veo que esas asquerosas criaturas han llegado hasta donde yo estoy, aunque se mantienen a cierta distancia. El agua, el agua les da miedo. Me acerco más al borde y veo como me miran con cara de querer matarme. Puedo ahorrarles el trabajo. Miro hacia abajo y luego hacia ellos, en ese momento me doy cuenta de que uno se ha acercado tanto a mí que con estirar la mano puede tocarme. Vuelvo a mirar al agua y se que si salto no podrá seguirme, así que me dejo caer. Caigo y caigo y nunca llego al final, es como un bucle que hace que mi caída se repita, haciendo que en ningún momento llegue abajo. Noto como el aire me da en la cara. Dios mío, sacarme de aquí...
Me despierto. Hace frío y estoy en una cama empapada por el sudor, supongo que mío. Ha sido un sueño, un sueño muy real, pero sólo un sueño... Tardo unos minutos en reaccionar y darme cuenta de que estoy en un lugar desconocido, en una habitación que no conozco y en una cama que no es mía. ¿Pero qué pasa aquí?
Es entonces cuando recuerdo. La persecución, el bosque, la lluvia, la casa...mi pierna. Me quito de encima las sábanas que me cubren y veo que mi pierna sigue ahí, pegada a mi cuerpo. Con la herida que me hice pensaba que iba a perderla o que iba a morir desangrada. Paso la mano por encima de ella, siento el tacto de mi pierna fría y también de algo áspero. Una venda. Me han vendado la pierna. ¿Quiénes?
Miro hacia mi alrededor. Estoy en una habitación no muy grande. La puerta está a mi derecha y enfrente de mi hay un escritorio con una estantería justo encima y un armario, todo de color marrón. A la izquierda, un precioso ventanal que sale hacia fuera, dejando un espacio para sentarse justo delante de él. La cama es bastante grande y alta y las sábanas son de un color blanco impoluto. Apenas presenta decoración, sólo tiene un pequeño cuadro colgado al lado de la pierna, con un grabado de una casa. Supongo que será esta. Me fijo en el cuadro. Es una casa enorme, con muchas ventanas y balcones y sí, en efecto, hay enredaderas, no era mi imaginación.
Me dispongo a levantarme cuando oigo pasos al otro lado de la puerta. Tiemblo. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué me van a hacer? Pienso en que estoy en una habitación, limpia y que me han vendado la pierna, así que supongo que no me harán daño. Pese a todo, cualquier precaución es poca. Me levanto de un salto de la cama y me coloco detrás de la silla que hay delante del escritorio, la cojo por los bajos y la coloco de manera que parezca algo amenazador ante la persona que va a entrar.
La puerta se abre. Pego un chillido y la persona que acaba de entrar responde chillando casi a la vez que yo lo hago. Es una mujer, bajita y con unos kilos de más. Va vestido con un sobrio vestido gris y un delantal, tiene el pelo recogido en un moño y un tazón en las manos que, de milagro, no ha caído al suelo.
-¡No quiero asustarte!- me espeta- ¡Yo he ayudado a curarte! Baja la silla por favor.
Parece más calmada. Creo que ha notado mi reacción de sorpresa al ver la cara que he puesto al verla. Supongo que pensará que esperaba un monstruo, y la verdad es que no iba mal encaminada.
-Baja la silla por favor, no voy a hacerte daño - repite- he venido a traerte un tazón con hierbas y miel, te sentará bien. Por favor, vuelve a la cama.
Bajo la silla lentamente y la coloco en su sitio. Vuelvo hacia la cama y me siento de nuevo, mirando atentamente a la mujer del tazón.
-Soy Sofía, la cocinera de la casa. Tranquila, puedes confiar en mi y en todas las personas que hay aquí -dice.
Espera, ¿hay más gente? Creo que nota mi desconcierto y se aclara.
-Aquí vivimos cuatro personas, aunque recibimos visitas muy a menudo. El señor Wilnesfrey...bueno, conoce a mucha gente y no duda en invitarlos.
-¿Wilnesfrey? -pregunto.
Me sonríe.
-Vaya, creía que no ibas a hablar. Alfred Wilnesfrey es el señor de esta casa. Es un hombre muy mayor, aunque de gran corazón...y apetito.
Suelto una risita y ella me la devuelve con una enorme sonrisa en los labios. La verdad es que cuando sonríe está muy guapa.
-¿Cómo te llamas?- me pregunta.
Hago un silencio, aunque contesto.
-Eira -respondo sin más.
-Eira -contesta- precioso nombre, sí, muy bonito. No lo había escuchado nunca -sonríe.
Noto que está nerviosa. Sé que quiere preguntarme como he llegado hasta aquí en tal mal estado y que ha pasado como para que todo esto haya ocurrido.
-Estoy bien. Muy bien. Gracias a ti y...a las otras personas. Temía por mi pierna. -digo rápidamente.
Sofía me mira y esboza una pequeña sonrisita. Noto algo de tristeza en sus ojos, sabe que no confío en ella como para contarle que ha ocurrido. Peno no, no puede saberlo nadie.
-Bueno -se levanta- me alegro de que te encuentres mejor. Subiré en quince minutos con el señor Wilnesfrey y con el resto, si quiere. Te dejo aquí el tazón.
Se dispuso a colocar el tazón en una mesita de noche colocada justo al lado de la cama y en la que no había reparado antes, cuando sonó un fuerte estruendo abajo acompañado de un gritito que pareció más una risa histérica que un aullido de terror.
- No, ah no, como hayan tirado el jarrón...-dijo.
Salió por la puerta, malhumorada, y mi curiosidad hizo que no me quedara más opción que seguirla.
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La renacida.
FantasyEl pasado de Eira es un misterio. Desde que apareció medio muerta en el portal de la casa del señor Wilnesfrey, su vida se convirtió en un sin fin de idas y venidas con los habitantes de la enorme mansión. Pronto descubrirá que sus compañeros gua...