Capítulo 5. Portadora.

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Eira.

Las piernas me temblaban y parecía que el corazón se me iba a salir del pecho. Lo habían visto, sabían que lo había hecho yo.

Mi intención de salir  corriendo del salón no funcionó, Sofía me cogió el brazo en cuanto notó que me levantaba del sofá, pero, de todas formas ¿a dónde iba a ir? No conocía esta casa, ni siquiera sabía como se salía de allí.

Las uñas de Sofía se clavaban en mi antebrazo. Me tenía cogida fuertemente para que no escapara. Todos me miraban, menos Wilnesfrey, él seguía mirando el fuego y mascullando para sus adentros. Levanté la vista y vi a Daira, levantada y mirándome atónita, como si fuera un bicho raro, un bicho que había que aplastar...era justo lo que no quería que pasara. ¿Quién iba a prometerme que después de esto no me encerrarían en un loquero?

Veía como Daira y Sofía intercambiaban miradas. Empecé a sudar.

-Eira...-dijo Will.

Había estado muy callado desde que había llegado al salón, y lo prefería así. Su comentario hizo que lo mirara directamente a los ojos. Sus ojos eran de un azul intenso que no había visto nunca. Sus ojos hicieron que recordara una tormenta, ese día el cielo se tiñó de rayos y, entre rayo y rayo, el cielo adquiría una tonalidad azul oscura que me hacia temblar de miedo. Sus ojos me causaban esa sensación, pero, extrañamente, no sentía miedo al mirarlo.

- Ha...ha sido pura casualidad, lo juro -balbuceé- una ráfaga de aire o cualquier otra cosa ha tenido que hacerlo. Yo no he hecho nada -mentí.

Le hablé directamente a él, como si fuera la única persona que había en toda la sala. Su mirada era penetrante y me recorría con la intención de saber de donde había venido. No lo iba a saber.

Agaché la cabeza. Una sensación de agobio y miedo recorrió mi cuerpo, ascendiendo desde el el pecho hasta los ojos, de los que comenzaron a salir lágrimas. Intentaba que no se notara que estaba llorando, no quería que vieran que era débil, o que eso les justificara el miedo que sentía al saber que me habían descubierto. Una lágrima resbaló por mi mejilla y la limpié con disimulo. Estaba a punto de deshacerme en un torrente de lágrimas cuando noté una mano sobre mi hombro.

Levanté la cabeza y ante mi se alzaba la figura de Alfred Wilnesfrey. Su rostro no reflejaba enfado o miedo, ni siquiera ira. Era un rostro dulce, como un abuelo que mira a su nieto dar sus primeros pasos. Así me estaba mirando. Vi como sonreía, y eso me desconcertó. ¿Le alegra saber que podría quemarle la casa con un solo movimiento de mano?

Will se acercó a nosotros, colocándose en el reposabrazos que estaba a mi derecha, quedando muy pegado a mí. Casi sin darme cuenta habían formado un corrillo a mi alrededor. Will a la derecha, Wilnesfrey delante y Sofía y Daira a la izquierda, todos con una sonrisa en la cara.

-¿Por qué sonreís? -pregunté desconcertada- ¿qué está ocurriendo?

Noté como mi cuerpo se iba relajando, estar rodeada de gente desconocida debería dar miedo, pero en ese momento yo sentía tranquilidad. Tranquilidad y...¿protección?

-Eira, tú...tú...-dijo Sofía, mientras soltaba mi brazo- has avivado el fuego sin necesidad de acercarte a él o añadir más leña -sonrió sorprendida.

Sí, lo había hecho, pero no quería reconocerlo. Reconocer tus acciones significa aceptar sus consecuencias, y no sé si estaba dispuesta a aceptarlas.

Volví a notar una mano sobre mi hombro, pero esta vez no era el señor Wilnesfrey, sino Will. Levanté la vista, sonreía, sonreía como un niño que al que le han prometido ir al circo, o al que le han jurado que pronto tendrá un juguete nuevo. Sonreía, sí, una sonrisa de...¿esperanza?

-Eira, Dios mío ¿Cómo no habíamos caído? - dijo Will, casi chillando- tu llegada, lo rápido que se han curado tus heridas...escapaste de una muerte segura, y nosotros no supimos verlo -quitó la mano de mi hombro y se llevó ambas a la cabeza- estás aquí, Dios mío, estás aquí. Has llegado -sonrió-.

Escuché a Daira soltar una carcajada ¿qué les resultaba tan gracioso?

-Pero -pregunté- ¿de que os reís? ¿qué es tan gracioso?

Estaba harta de tanta risita y ninguna con sentido. ¿Qué les hace tanta gracia, que casi quemara el salón entero? ¿Qué pudiera haberlos chamuscado si hubiera querido?

Wilnesfrey se arrodilló ante mí y cogió mis manos. Sus ojos reflejaban las mismas emociones que los de Will, esperanza, felicidad...

-Por favor -dijo- ven conmigo.

Me levanté del sofá con un ligero temblor, aunque la sensación de miedo a las represalias hubiera pasado, aún seguía un poco insegura. Wilnesfrey comenzó a caminar sin soltarme de la mano, así que no dije nada y simplemente me dejé llevar. Sofía, Will y Daira nos seguían. Subimos las escaleras hasta llegar a la planta de arriba. Atravesamos varios pasillos con muchas puertas. Conforme íbamos pasando puertas el miedo volvía a crecer, parecía que iba a envolverme por completo cuando paramos en una. Wilnesfrey me soltó y abrió la puerta.

Un resplandor de luz me envolvió. Apenas pude ver con claridad al principio, aunque después mis ojos se fueron acostumbrando poco a poco. Distinguí un piano y varias mesas, pero eso no me sorprendió. Lo que si lo hizo fue ver que la habitación estaba llena de libros. Era una biblioteca. Una enorme biblioteca de forma circular. Tenía tres plantas, seguramente esta debía de ser la parte más grande de la casa. Entré casi sin pensármelo y comencé a observarlo todo. Habría más de dos mil libros, todos de distintos tamaños y colores, autores y temas, pero hubo uno de ellos que me llamó la atención. En medio de la sala, entre las mesas y el piano había un atril, encima de este habían colocado un libro abierto. Me acerqué a él.

El libro era de un enorme tamaño y parecía muy pesado. Observé la página por la que estaba abierto. En él se representaban cuatro figuras humanas y debajo de estos había un símbolo. Observé mejor y vi que las figuras no tenían sexo, no representaban a hombre ni mujeres, sino que simplemente representaban cuatro figuras humanas. Pasé los dedos por encima de la página, y al llegar al tercer símbolo estos me ardieron. Vi como el símbolo comenzaba a tornarse de un fuerte color rojo que envolvió a toda la figura en sí, después, todo volvió a la normalidad.

-¿Qué ha sido eso? -pregunté- ha...ha cambiado de color y luego ha vuelto a como estaba antes.

Will se acercó a mí. Se colocó justo a mi lado y pasó sus manos por la primera figura. Esta adquirió un tono azul oscuro, el mismo tono que sus ojos, después, volvió a la normalidad. Sofía y Wilnesfrey sonreían, Daira tenía una expresión indescifrable.

-¿Qué significa esto? -pregunté.

-Significa -contestó Will sonriendo- que eres la Portadora del Don del Fuego.




La renacida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora