Capítulo 7. El fuego más puro.

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Eira.

Pasaron varios días en los que Will me enseñó diferentes partes de la casa, cómo la cocina, los pasillos en los que se encontraban las habitaciones, los cientos de baños que ocupaban la enorme mansión y , muy rápidamente, los grandes jardines que rodeaban todo el lugar.Dos días después de mi llegada, me llevó a la sala de entrenamiento o, como bien había dicho Will antes de abrir la puerta, ''el lugar perfecto donde el fuego se convierte en vapor''.

En efecto, el calor era abrumador. No había ni una sola ventana, lo que, en verdad, era lógico, pues estábamos bajo tierra. Encima de nuestras cabezas se encontraba el salón, la cocina y quién sabe que más estancias de la casa, lo que no me transmitía mucha seguridad.

-A veces -dijo Will- necesitamos salir de aquí por el calor. En otras, simplemente creo una ráfaga de aire y consigo enfriar la sala.

-¿Por qué no la creas siempre? -pregunté- ¿No sería más fácil? Así podríais seguir practicando.

-No es tan fácil -suspiró- usar mucho tu Don hace que acabes exhausto, Eira. Pero, tranquila, acabarás comprobándolo por ti misma.

Observé mejor la enorme sala. Estaba claro que carecía de ventanas, pero no de materiales con los que instruirnos. La sala estaba dividida en cuatro partes, y en cada una de ellas había un símbolo. Reconocí que eran los mismos que había visto horas atrás en la biblioteca, en el Libro de los Portadores. No habían paredes que separaran las zonas de entrenamiento de cada Portado, simplemente había un espacio entre zona y zona, quedando dos a la derecha y dos a la izquierda.

Cada  pequña estancia tenía a su vez una serie de materiales diferentes. Reconocí el símbolo del aire, había visto como había tomado un color azul oscuro cuando Will pasó sus manos por delante de él.

-¿Esa es tu zona de entrenamiento? -pregunté.

-Sí -sonrió- supongo que habrás podido ver que cada una tiene materiales diferentes. Ven, acércate.

Tras decir esto me cogió del brazo y empezó a arrastrarme hacia su zona. No esperaba que llegara  a cogerme por el brazo, o que se acercara a mí, así que di un pequeño respingo. Will se giró de inmediato y me soltó rápidamente.

-Lo siento -dijo- no quería incomodarte -dijo dirigiéndose a su zona-.

Seguí sus pasos y acabé delante de varias esferas de diferentes tamaños. Me quedé pensativa. ¿Para qué iba a quererlas? Se supone que controla el aire, no que tiene superfuerza.

Como leyéndome el pensamiento, Will enarcó una ceja y, con un ligero movimiento de mano, hizo que la bola más pequeña de las seis que había se levantara. Me quedé sorprendida y una sonrisa apareció en mi cara. Vi como acercaba la bola de metal lentamente hacia mi y la colocaba sobre mi cabeza. Miré hacia arriba y vi como un pequeño remolino de aire sujetaba con fuerza la pequeña bola, era como un pequeño tornado. Tras despeinarme un poco, dejó la bola más pequeña y cogió la segunda, de un tamaño más grande, hizo lo mismo, y así también con la tercera y la cuarta.

-¿Sólo levantas bolas de metal? -soné un poco irónica, pero no era mi intención.

- No -sonrió burlón- también puedo levantarte a ti.

Vi como me miraba fijamente y, casi sin darme cuenta, me encontraba flotando a tres palmos del suelo y sujetándome el vestido para que no saliera volando. Había un remolino bajo mis pies que hacía que no pudiera estirar las piernas. Hubo un momento en que el vestido subió un poco por encima de la herida de la pierna, con lo que atiné a verla. La verdad es que con lo que había pasado casi no me acordaba de las heridas, tampoco me dolían nada, por lo que no me sorprendió ver que la herida estaba casi curada, sólo había una cicatriz que me rodeaba el muslo casi en su totalidad, pero por el resto de moratones y arañazos ya no tenía que preocuparme, no estaban.

Will me bajó lentamente y alcancé a ver una sonrisa socarrona que enseguida borró de sus labios. Pasó a un semblante mucho más serio y continuó hablando.

- Bueno, basta ya de mi -se excusó- voy a enseñarte tu zona de entrenamiento.

En menos de treinta segundos ya habíamos llegado. 'Mi zona de entrenamiento' tal y como había dicho Will, se encontraba de espaldas a la suya, al lado de la zona del Portador del Don de la Tierra, supuse que era la de Daira.

-Oye -pregunté- Daira, ¿es tu hermana, verdad? Cuando nos conocimos dijo que era tu hermana. ¿Vinisteis juntos? Daira y tú, digo. ¿Os trajeron...vuestros padres?

La verdad es que tenía mucha curiosidad en ellos dos. No se parecían en absolutamente nada; Will tenía el pelo marrón oscuro y los ojos azules, también muy oscuros. Daira era completamente distinta, tenía en pelo rubio y los ojos color caramelo, aunque claro, no tenían porqué parecerse, lo único que importa más que la apariencia era si son realmente hermanos, si de verdad los unen lazos de sangre.

-Creo que no es un tema para tratar ahora -dijo- ¿Por qué no me enseñas lo que eres capaz de hacer?

Había esquivado mi pregunta. Curioso.

-Está bien -le contesté.

Mi zona de entrenamiento a penas contaba con material para entrenar.  En una esquina había una pequeña pila con palos de madera amontonados. En la pared estaba pintado el símbolo del fuego, y justo debajo de este había una cubeta con agua.

-Por si acaso -espetó Will.

-¿Y qué hago? No hay nada con lo que poder practicar - expliqué.

- Sé creativa. Sorpréndeme. -dijo Will haciendo una mueca.

¿Quiere que le sorpenda? Está bien.

Crerré los ojos e intenté concentrarme. En mi mente visualicé el símbolo de fuego que había visto dibujado en la pared. Notaba calor en las yemas de los dedos, así que supuse que el fuego ya había tomado posesión de mis manos. Levanté mi brazo derecho, y con el dedo índice apunté hacia el símbolo de la pared.

Comencé a trazar con el fuego el mismo símbolo, pero esta vez en el aire. Cuando lo acabé, abrí los ojos.

Me notaba arder, pero eso no era raro para mí. Mi sopresa fue mayor al ver que el símbolo del fuego había quedado perfectamente trazado justo encima del que estaba dibujado en la pared. Fue atenuando su color, pasando de un rojo intenso al naranja, amarillo y después azul.

Vi como Will lo miraba con la boca abierta, así que decidí seguir.

Extendí el fuego por toda mi zona, de manera que Will y yo quedamos rodeados por las llamas azules. El fuego más puro.

-Eira...- dijo con los ojos muy abiertos.

Ya no sentía tanto calor, mi temperatura corporal había bajado rápidamente, habituándose a la temperatura que había en esos momentos. Miré hacia las paredes de fuego que nos envolvían, asombrada. Hacia tiempo que no utilizaba el fuego azul, debías estar muy segura y cómoda para hacer que tuviera ese color. Parece que Will me hacía sentir así.

Hice que el fuego azul me rodeara sólo a mí. Acerqué mis manos a él, y pronto comenzó a fluir por mi piel, como el agua de un río, lentamente, aunque siguiendo un cierto ritmo. Me rodeó por completo y vi la cara de fascinación de Will. El fuego azul se reflejaba en sus ojos más azules todavía, creando una gama de colores oscuros que hizo que me sonrojara.

El fuego comenzó a volverse más rojo y, sin decirle nada a Will, lo extinguí. Era una pequeña cantidad, eliminarlo era muy fácil. El problema era cuando ese fuego estaba consumiendo un bosque, o una vivienda, ahí las cosas se complicaban.

-Vaya...-dijo Will sin que me lo esperara- nunca habría creido que un Portador del Don del Fuego pudiera hacer eso, creía que sólo podían hacerlo los Elementales del Fuego, ya sabes...

No, no, no, cállate, pensé. No digas sus nombres por favor, no los...

-Los Isatis -acabó de decir.

Isatis. Sí, Elementales del Fuego. Los mismos que me persiguieron en el bosque, los mismos que huyeron de la lluvia.  Los mismos que me secuestraron del lugar en el que yo vivía para llevarme ante su jefe, el peor de todos. Los mismos que han traicionado su cometido como Elementales y que sirven a un mal aún mucho mayor. Aquellos seres que obedecen a los que quieren verme caer. Aquellos seres que trabajan para el peor mal que alguna vez haya conocido el ser humano: Fayer.

La renacida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora