Will.
Eira salió corriendo de la sala de entrenamiento. Por un momento me quede petrificado, no sabía que había dicho o hecho para que se fuera. Repasé mentalmente todas las palabras que había dicho hace unos momentos. Tampoco había sido para tanto, me quedé asombrado al ver el fuego azul y simplemente le dije que creía que eso sólo podían hacerlo los...Isatis. ¿Acaso ha salido corriendo por eso, por nombrar a los Elementales del Fuego?
Decidí seguirla. Chillaba su nombre pero parecía que no me escuchaba, o no quería hacerlo. Subíamos las escaleras que daban a la planta principal casi levitando sobre ellas, era imposible alcanzarla, iba muy rápido.
Salimos a la planta principal. Atravesamos la cocina y el salón a la velocidad del rayo. Parecía que a Eira se le acababan las fuerzas, cada vez su paso era más lento, pero aún así no conseguía alcanzarla.
-¡Eira! -chillé- ¡Para, ya!
No me hizo caso y continuó corriendo. El tour para enseñarle la casa le había servido, pues rápidamente encontró la puerta para salir al exterior. Abrió el enorme portón y salió fuera.
El aire frío me golpeó en la cara. La diferencia de temperatura entre la casa del señor Wilnesfrey y el exterior era abrumadora.
-¡Eira! -volví a chillar- ¡Por favor, para!
Por un momento la vi titubear, me pareció que iba a girar la cabeza hacia mí cuando de repente tropezó y cayó al suelo. Fue una caída estúpida, un piedra en el camino al bosque.
Intentó levantarse rápidamente, pero para entonces ya me había colocado a su lado, sujetándole las muñecas.
-¿¡Pero se puede saber que te pasa, Eira!? -espeté- ¿Por qué has salido corriendo? ¡No he hecho nada malo!
Tenía la cabeza agachada, evitaba mirarme. Pasé mi mano por su barbilla y le levanté la cabeza. Algunas lágrimas escapaban de sus ojos. Durante el trayecto había estado llorando.
-Eira -intenté calmarme, recobrar la sensatez y hablarle bien y pausadamente -¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
Me miró directamente a los ojos. Sus ojos verdes se había aclarado de tanto llorar. Me quedé mirándolos y fue entonces cuando me di cuenta de que justo en el centro de su pupila comenzaba a aparecer un pequeño punto de color rojo que amenazaba con ocupar el resto del ojo. Le pasé una mano por el pelo y la miré con rostro preocupada. Poco a poco el punto rojo de sus ojos comenzó ha desaparecer hasta que se hizo completamente invisible.
-Will...lo...lo siento mucho...yo...- apenas podía hablar, aún estaba nerviosa.
-Tranquila, no importa -contesté- sólo quiero saber la razón por la que has salido corriendo.
Eira asintió e intentó levantarse. Tuve que ayudarla, las piernas le fallaban. El miedo y el dolor de la caída habían hecho que necesitara ayuda para poder moverse.
Entramos en la casa de nuevo y la llevé a su habitación. Era igual que la mía, todas lo eran excepto, quizás, la habitación de Wilnesfrey, aunque nunca había entrado.
Ayudé a que se sentara en el asiento que estaba al lado de la ventana. En cuanto se sentó se encogió sobre sí misma.
-¿Tienes miedo? -pregunté- No...no te preocupes Eira -dije extrañado- no pasa nada de nada.
Esperé unos segundos a que levantara la cabeza y me contestara.
-Will...lo siento mucho, de verdad -contestó- pero ese nombre, los Elementales...
Temía decir su nombre, por si volvía a salir corriendo, pero aún así volví a nombrarlos.
-Sí, -me tembló un poco la voz- los Isatis.
ESTÁS LEYENDO
La renacida.
FantasyEl pasado de Eira es un misterio. Desde que apareció medio muerta en el portal de la casa del señor Wilnesfrey, su vida se convirtió en un sin fin de idas y venidas con los habitantes de la enorme mansión. Pronto descubrirá que sus compañeros gua...