Capítulo 9. La sombra de la lluvia.

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Eira.

El rostro de Will se volvió sombrío. Levantó la cabeza y miró a través de la ventana, escudriñando el bosque con la mirada. Miró al cielo, yo también lo hice. Era por la tarde y estaba nublado, parecía que iba a llover.

-Lloverá -sonrió Will.

-¿Te gusta la lluvia? -pregunté.

-Algo así. La lluvia purifica, mantiene alejado al mal.

-¿Al mal? ¿Qué quieres decir con eso? -articulé.

-Isatis, criaturas malévolas...cualquier cosa, el agua de una manera u otra acaba dándoles miedo. Por eso adoro la lluvia, me siento protegido.

Will me miró directamente a los ojos. Durante unos segundos nos quedamos observándonos  el uno al otro, sin movernos, sin hacer nada. Sus ojos azules oscuros me recorrían el rostro, y yo no podía hacer otra cosa que quedarme quieta, sin saber cómo reaccionar.

Empezó a llover.

-A salvo -sonrió Will.

Sin decir una palabra, se levantó y se dirigió hacia la puerta. Parecía que iba a abrirla cuando de repente se giró.

-Ven conmigo Eira, acompáñame fuera, quiero enseñarte algo.

Antes de salir abrí el armario y cogí una pequeña chaqueta roja con capucha. Llovía, y aunque aguantaba la lluvia, estar mucho tiempo bajo ella me debilitaba, hacia que no me sintiera bien.

Antes de salir de la casa, pasamos por la habitación de Will, estaba tres puertas más a la derecha de la mía. Entramos. Apenas había diferencia, supongo que todas serían iguales. Lo que sí que me llamó la atención fueron los pocos objetos que tenía. Era una habitación sobria, perfectamente ordenada, sin nada por el suelo y bastante fría. El único atisbo de que allí vivía alguien era una foto sobre la cómoda de al lado de la cama. Me acerqué a ella y vi a un Will pequeño, sentado sobre las rodillas de una joven Sofía, y a su lado el señor Wilnesfrey con un pequeño bebé en sus brazos. Supuse que era Daira.

-Parecéis una familia -sonreí apenada. Yo nunca había conocido lo que era un tierno abrazo de una madre, o que tu padre te subiera a los hombros, los entes del bosque me cuidaron, es verdad, pero jamás ocuparon los puestos de un padre o una madre. Sentí una punzada de envidia, aunque ellos no fueran sus padres, a simple vista lo parecían.

Will se colocó detrás de mí y cogió la foto.

-No parecemos una familia Eira, lo somos. Vámonos.

Llevaba puesta una gabardina negra con capucha. Me sorprendía la elegancia con la que se movía, y la sobriedad y seguridad con la que caminaba, como si fuera más adulto. En lo poco que llevaba aquí me había fijado en sus repentinos cambios de humor, pasaba de sonreír como un niño a un semblante serio en menos de un segundo. Cuando cogía confianza conmigo al hablar, enseguida se retraía y volvía a su expresión sobria. Era como si le diera miedo acercarse a la gente.

Salimos fuera. No habíamos visto a Wilnesfrey ni a Daira, aunque sí que sabíamos que Sofía estaba en la cocina, preparando la cena.

En cuanto atravesamos la puerta del exterior, la lluvia nos caló hasta los huesos.

-¿No deberíamos volver dentro? -chillé con el objetivo de que se me oyera por encima de la lluvia.

-No -hizo una mueca- si no, nunca podrías ver esto.

Will comenzó a mover las manos, primero lentamente, para después ir acelerando sus movimientos. La lluvia comenzó a...¿girar? No, no era la lluvia la que giraba, ese no era su elemento. Estaba creando un tornado de la nada, pequeño, sí, pero un tornado. Comenzó a levantarse un fuerte aire, haciendo que diera varios pasos hacia atrás. La magnitud del tornado iba aumentando, y con él, mi temor.

-Will, deberías parar -dije medio chillando, poniendo los brazos por delante para que me protegiera- el aire es muy fuerte, va a hacer que...

Apenas me dio tiempo a acabar, una bocanada de aire me tiró hacia atrás. No fui rápida, no llegué esquivarlo. Alcé la cabeza y lo que vi me dejó sin habla. Will había creado un tornado, y él estaba dentro. Era un tornado estático, ya no levantaba aire, y Will estaba en medio de este, levitando. Parecía que dentro del pequeño tornado no hubiera gravedad.

Extendió una mano hacia mi dirección. Indecisa me acerqué a él y se la cogí. Tiró fuertemente de mí y me introdujo en su interior. Al principio tenía miedo, y peque mi cabeza contra su pecho, sin querer mirar a mi alrededor. Pero, poco a poco, la sensación de peligro fue abandonando mi cuerpo, haciéndome reaccionar y despegar mi cabeza de él.

Miré a mi alrededor. Will me cogía por la cintura para evitar que me moviera.

-Si te revuelves mucho caerás -explicó- es como tu fuego azul, debes estar muy tranquilo y confiado para hacerlo.

-¿Te trasmito confianza?

-¿Lo hice yo esta mañana? -añadió con una sonrisa burlona que rápidamente eliminó de su rostro.

-¿Porqué haces eso? -pregunté- ¿Porqué cambias tan rápido tus emociones? Sonreír está bien, Will.

Su semblante cambió por completo. No se esperaba esa pregunta. Mi miró, con una mezcla entre rabia y confusión.

-Creo que no ha sido buena idea salir fuera -dijo.

-No pretendía molestarte Will, sólo...

-¿Sólo qué? ¿Querías ayudarme? No necesito tu ayuda, Eira. Sé cuidarme yo solo.

Su reacción me dejó trastocada. No pretendía ofenderlo, si era lo que creía que había dicho. Ni siquiera sabía la razón por lo que lo había dicho. Pero es que verlo sonreír me hacia feliz a mí, hacia que me sintiera segura. Y eso quería, sentir seguridad a mi alrededor.

Poco a poco comenzó a bajar hacia el suelo, aún cogiéndome. Cuando sus pies tocaron el suelo, el tornado desapareció.

La lluvia había amainado, pero aún así seguía lloviendo.

-Vámonos dentro, llevamos tiempo aquí fuera -dijo.

Entró rápidamente a la casa, sin esperarme, cerrando la puerta tras de sí, dejándome sola bajo la lluvia. Él no sabía hasta que punto la lluvia podía afectarme. Comencé a sentirme un poco cansada, era el momento de volver dentro.

Me dispuse a entrar dentro cuando escuché un respiración detrás de mí. Me giré sin pensarlo, no había nadie. Escudriñé el bosque. Nada. Ni siquiera un animal. Estaba cansada, quizás mi mente me había jugado una mala pasada. Avancé hacia las escaleras, y otra vez volví a escucharlo. Me giré de nuevo, estar tanto tiempo bajo la lluvia no me estaba sentando bien, debía volver dentro.

Justo cuando iba a girarme para subir las escaleras lo vi. Una sombra, un desliz negro entre los arbustos. No quería ser visto.

El miedo me invadió por completo, temblaba, pero me sobrepuse sobre mí misma y di un paso al frente. Me quedé paralizada.

Una sombra estática se había colocado al lado de un árbol, sabía que lo había visto y no me tenía miedo.

No podía ser un Isati, se habría desintegrado con el único roce de una gota de agua. Por unos momentos se me erizó la nuca, y pensé en el único hombre dispuesto a atravesar mil mundos con tal de encontrarme, pero no, Fayer no estaría dispuesto a venir a por mí, no desde su posición. Tendría que ser un segundo al mando.

Me tembló una pierna, la lluvia estaba calando muy dentro de mí, y me estaba debilitando muy rápidamente. Subí las escaleras intentando correr y abrí la puerta. Antes de entrar volví a girarme, la sombra ya no estaba, se había esfumado.

No sabía quién era, pero una cosa tenía clara: me habían encontrado.







La renacida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora