1

991 46 5
                                    

Y abrí los ojos y miré al cielo.

Esa visión me daba serenidad y tranquilidad, hasta que volví a mi mundo. Un mundo de muerte.

Estaba tumbada encima de un camión al cual no sabía como había podido llegar después de correr por todo el bosque que me rodeaba.
El ruido... El ruido que hacían esos seres te hacían volverte loca. Su olor a putrefaccion, su forma de caminar, todo lo que a ellos se refería...

Estaba sola desde que todo esto empezó, hacía ahora cosa de... ni siquiera podía llevar la cuenta. El paso del tiempo en esas circunstáncias era muy relativo.
No había encontrado ni un alma viva en todo ese tiempo y en más de una vez se me había pasado por la cabeza quitarme la vida, pero siempre dicen que la esparenza es lo último que se pierde, y por eso todavía estaba en este mundo.

Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, y no recuerdo cuando fué el momento en que caí dormida.

Desperté de frío. Era noche cerrada y los muertos habían decidido dejar de buscar encima del camión. Como pude me acurruqué e intenté resguardarme todo lo que pude y volví a cerrar los ojos con la esperanza de poder volver a conciliar el sueño.

El sol empezó a calentarme poco a poco y ya me molestaba para poder seguir durmiendo un poco más.
Me incorporé y miré a la carretera. Seguia siendo todo un auténtico caos. Coches por todas partes, en todas direcciones.

De pronto, me pareció escuchar algo a lo lejos. Pensé que podría ser producto de mi imaginación, ya que las ganas de encontrar a alguien me podían cada vez más. Pero de pronto un reflejo a lo lejos y el ruido de uno o varios motores me hicieron ponerme en pie.

No podía creer lo que estaba viendo. Varios vehiculos se estaba abriendo paso por la carretera. Una moto, una autocaravana y otro coches más.

Me quedé encima del camión hasta que estuvieran más cerca o simplemente me vieran.

El hombre de la moto, el que iba abriendo camino, se fijó en mi, ya que paró y señalo hacia donde yo me encontraba.

De el coche de atrás bajo otro hombre, el cual estaba vestido con un uniforme de sheriff.
No me podía creer que mi suerte estuviera cambiando de esa manera. Quizás podría tener respuestas a todo en breve. Haber encontrado a un policia en medio de todo el caos, era mi salvación. O eso creía.

Esperé encima del camión mientras veía como se iban reuniendo todos y hablaban mientras lanzaban miradas hacia mi posición.
Mis nervios volvieron cuando vi al sheriff acercarse a mi.

- ¡Hola! ¿Estás bien?

- ¡Hola! ¡Si, estoy bien!

- ¡¿¡Como has llegado ahí arriba!?!

- Ni yo misma lo sé.

- ¿Estás sola?

- Demasiado.

- Perfecto, te ayudaremos a bajar. Primero baja tus cosas. No dejes nada importante encima del camión.

- ¡Por supuesto! ¡Muchas grácias! - empecé a coger todo lo que tenía, que tampoco era mucho. Mi mochila con alguna botella de agua y algo para comer, y mi única arma, el cuchillo de mi padre, que me había ayudado a sobrevivir todo ese tiempo. Había aprendido mucho en el cuerpo a cuerpo. Me puse la funda en el cinturón y volví para darles mis cosas. - Bien, ahí os paso mi mochila.

- Ahora baja tú - dijo el policía mientras cogía mi mochila del suelo.

Como pude, empecé a bajar y a agarrarme a todo lo que podía para no perder el equilibrio y darle un beso al duro asfalto.
Cuando estaba a mitad de camino, unas manos me ayudaron a acabar de bajar del camión. Al llegar al suelo y darme la vuelta, ví que quien me ayudó era el hombre de la moto. Ni me lo pensé y me lacé a su cuello. No me podía creer que tenía a gente viva delante de mi y lo primero que salió de mi fue darle un abrazo.

- Muchisimas grácias, de verdad...

- Vale, pero creo que deberías dejarme respirar un poco.

- Perdón - me separé de él y todos pudieron ver mi sonrisa, y alguna que otra lágrima, esta vez de alegría - Muchas grácias a todos, en serio. Llevo tanto tiempo sola que me parece imposible creer que me he encontrado con más gente. La verdad es que no sé que decir.

- ¿Cuanto tiempo llevas sola? - quiso saber el policía.

- Desde que todo esto empezó. Vivía en una pequeña casa a las afueras de la ciudad. Cuando me enteré de que estaba reinando el caos en todo el país, decidí coger el coche e intentar llegar a algún sitio seguro. Cogí todo lo que pude de casa, y me fuí. Tonta de mí, ya que todo el mundo había decidido hacer lo mismo y no pude avanzar demasiado. Cuando pude me desvié por una carretera secundaría hasta que mi coche se quedó sin gasolina. Desde entonces voy divagando por el bosque en busca de refugio y algo para comer.

- ¿A cuantos caminates has matado?

- ¿Caminantes? ¿Así les llamais? Pués realmente no he llevado la cuenta, pero puedo asegurarte que he matado a unos cuantos.

- ¿Con solo ese cuchillo? - dijo otro de los hombres que integraban el grupo, un hombre grande y fuerte.

- Si, la verdad es que soy bastante buena en el cuerpo a cuerpo. Soy pequeña y escurridiza y me ayuda a que no me cojan.

- Perfecto, y... ¿A cuanta gente has matado?

- ¿Me lo estás diciendo en serio? ¡A nadie! Sois los primeros a los que encuentro con vida.

- Muy bien, me parece correcto. ¿Quieres formar parte de nuestro grupo?

- ¡Por supuesto! No soportaría ni un día más hablando sola. No sé como agradeceroslo, en serio.

- Antes habías dicho que no sabías que decir, ¿no? - dijo de nuevo el hombre de la moto - pués creo que nos harías un favor si te callas un poco. Está empezando a dolerme la cabeza.

- Vaya, lo siento, yo... llevo mucho tiempo sola. Siento si os he molestado hablando tanto.

- Tranquila, Daryl es un poco especial. No todo el mundo es de su agrado. Me llamo Rick. Ellos son Shane, Glenn, Dale, Andrea, Carol, Sophia, Lori, Carl y T-Dog - a medida que los nombraba cada uno levantaba la mano para hacerme más fácil ubicarlos. Todos parecían buena gente, incluso Daryl, que se había apartado del grupo, supongo que para dejar de oirme hablar.

- Encantada, yo soy Lisbeth.

MUERTE VIVA #Norman2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora