Capítulo 7.

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Las llamas se acercan cada vez más a su cuerpo, encendiendo alarmas en su cabeza. Se aparta lo más que puede del fuego y comienza a gritar por ayuda con todas sus fuerzas antes de toser gracias al humo que comienza a invadir al puestecillo.

Grita a pesar del humo que obstruye sus vías respiratorias cuando una de las pequeñas vigas de madera que sostenían al puesto cae envuelta en llamas sobre su brazo, quemando la piel en él al instante. Se pone a gatas, tratando de alejarse del humo, y sigue gritando. Fuera del puestecillo logra escuchar el débil sonido de personas gritando por agua para apagar el incendio.

—Ayuda. —Susurra e inmediatamente tose con violencia, mientras lágrimas, ocasionadas tanto por la desesperación como por el humo, ruedan por sus mejillas, refrescándolas ligeramente. —Auxilio, por favor. No quiero... —Otro ataque de tos la interrumpe y logra que su cuerpo se sacuda violentamente. —No quiero morir. No así.

Otra viga en llamas cae a su derecha, aterrizando justo sobre el cadáver de la dueña del puesto. Las leguas anaranjadas comienzan a consumir a la mujer muerta con sorprendente rapidez, siendo su cabello castaño lo primero que se convierte en cenizas.

Su visión comienza a nublarse cuando el humo se concentra aún más a su alrededor. Recuesta su cabeza sobre uno de sus brazos y trata de permanecer despierta el mayor tiempo posible, sabe que la falta de oxígeno podría matarla antes que el fuego y está bien con eso. Prefiere morir por asfixia a ser quemada.

Cierra finalmente los ojos tras luchar por varios segundos. A lo lejos escucha el siseo de las llamas siendo extinguidas y de su familia y Elliot gritando su nombre.

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Elliot la observa. Lleva observándola desde que la sacaron del puestecillo en llamas, temiendo que, si aparta su mirada de su cuerpo inconsciente, se convertirá en cenizas.

La mayor parte de su cabello rubio se vio consumido en el incendio. Hay múltiples quemaduras a lo largo de todo su cuerpo, incluyendo el cráneo, algunas de ellas sangran ligeramente entre la piel que trata de cicatrizar mientras que otras están llenas de ampollas amarillentas. Adelice sentirá muchísimo dolor en cuanto despierte.

La chica despierta por momentos, grita algo relacionado con la bruja de Crewel y lo recién acontecido, y vuelve a desvanecerse debido al dolor que padece. Elliot desea que los aldeanos no la hubieran escuchado gritar en una de esas ocasiones.

—Lo siento. —Susurra en su oído mientras un par de lugareños atan los tobillos y muñecas con sogas a la cama. —Lo siento tanto.

Su abuela lo toma con fuerza por el antebrazo y lo saca a rastras de ahí. Tiempo después salen los lugareños, cierran con llave la puerta de la cabaña abandonada en medio del bosque y se apresuran a regresar al pueblo. Elliot y su abuela los siguen.

Y dejan atrás a la inconsciente Adelice, quien ha sido sacrificada por el bien del pueblo.

Es ahora una ofrenda para la bruja de Crewel, para que los hijos de los lugareños vuelvan a estar a salvo y para que los lugareños mismos no se vean envueltos en otra masacre.

Pobre, pobre Adelice.



Pobre, pobre Adelice

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La bruja de CrewelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora