Una anciana, más vieja que el pueblo mismo, se acerca a los integrantes de la familia a paso lento y decidido, al llegar ante ellos coloca una de sus viejas y encallecidas manos sobre la frente herida de Adelice. Algo en el aura de la chica ha llamado su atención.
—Tuviste un enfrentamiento con la bruja. —Habla en un susurro, sorprendida. —No le digas a nadie de este pueblo, solo tú y yo podemos saberlo, ¿entendido?—Adelice asiente, bastante confundida. ¿Enfrentarse con una bruja? ¿Ella, la chica más tímida y temerosa de todo el planeta?— ¡La familia está libre!—Exclama, a lo que los lugareños responden con un suspiro aliviado. —Pueden quedarse conmigo y mi nieto.
La familia, aliviada por la invitación, asiente, pues no creen que haya algún motel donde quedarse. Siguen a la anciana a través del pueblo y su gente hasta llegar a una cabaña de un solo piso, de madera, dos ventanas, con sus respectivas cortinas hechas de piel de animal, y una chimenea de donde sale humo.
Al entrar se topan con una sala-comedor, en medio de la sala hay una alfombra con la cabeza de un oso marrón apuntando al comedor en uno de los extremos, con el hocico abierto y los colmillos fuera; las paredes son de color carmín en donde se encuentra una que otra foto colgada. Hay cuatro puertas, una da a la cocina, otra al baño y dos son habitaciones de la anciana y su nieto.
—Tenemos un pequeño inconveniente. —Dice la anciana captando la atención de la familia. —Solo tenemos dos habitaciones, una es mía y la otra es de mi nieto, ¿qué les parece si ustedes, los adultos, duermen en los sofás?
—No tenemos problema, pero, ¿y los niños?—Pregunta Lorain.
—En la habitación de mi nieto hay una litera, pueden dormir ahí. Si sus niños quieren, claro.
— ¿Quieres compartir habitación con un chico y tu hermano?—Pregunta Edmund a su hija, ella es la que decide, no ellos.
—Claro. —Dice no muy convencida, evitando hacer un gesto que denote su poco convencimiento.
La verdad no le apetece compartir la habitación con un chico al que no conoce de nada, pero no quiere causarle molestias a la anciana que tan amablemente los ha aceptado en su hogar.
—Perfecto, iré a avisarle a mi nieto. —Hace una pequeña reverencia con la cabeza y se marcha de ahí.
Adelice se acerca hasta una de las fotografías, todavía con su pequeño hermano en brazos, y se dispone a observarlas. En una de ellas aparece el pequeño pueblo en blanco y negro, hay pocas cabañas y las calles están desiertas, no hay ni un alma.
"Debieron de estar durmiendo cuando la tomaron", piensa y algo en una esquina de la fotografía llama su atención.
Un par de ojos rojos sobresalen de la monótona fotografía, dichos globos oculares se asoman en medio de los troncos de dos árboles y ven directamente hacia el lente de la cámara que ha inmortalizado el momento. Adelice contiene un escalofrío, siente la penetrante mirada de esos ojos así se encuentren en una fotografía antigua.
— ¿Adelice?—Pega un salto del susto y se vuelve a ver a su madre con la respiración agitada. — ¿Estás bien?
—Sí, solo me asustaste un poco. —Cambia el peso de su hermano a su otro brazo y le ofrece una sonrisa tensa a su progenitora.
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Mientras Adelice mantiene una conversación mental con ella misma, un chico castaño de ojos pardos, alto y de tez morena entra en la estancia y queda cautivado por la belleza de Adelice.
Observa con fascinación su cabello rubio, algo sucio y enmarañado por pasar la noche en el bosque de Crewel, sus ojos cristalinos y los hoyuelos que se le marcan al hablar y sonreír hacia su madre.
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La bruja de Crewel
TerrorEl pueblo de Crewel tiene tres reglas: 1. Nadie menor de 18 años puede estar fuera de su cabaña a las 6:45 pm, a esa hora comienza el toque de queda. 2. Los niños deben estar arropados y dormidos a las 7:00 pm en punto, ni un minuto más. 3. Mientras...