Joseph solloza contra su pecho debido al frío que siente, eso y que quiere a su mamá. Adelice lo aferra con fuerza contra su pecho, tratando de tranquilizarlo mientras camina sin rumbo fijo dentro de la cueva en busca de la salida.
Tras diez largos minutos tratando de salir, por fin lo logra. El sol brillando en todo su esplendor la recibe, por lo que alza la mirada hacia él, cerrando los ojos, y permite que su calidez la embargue, disipando ligeramente los horrores que ha vivido las últimas dos horas.
— ¡Joseph!—Ambos escuchan el grito aliviado que Ariadna da al observarlos emerger de la cueva. — ¡Adelice!
Camina con mayor ímpetu hacia la preocupada madre, quien corre a toda velocidad hacia donde se encuentran. Cuando por fin los alcanza arranca al pequeño de los brazos de la rubia y comienza a llenar su rostro de besos, murmurando palabras entre cada beso. Su gemela y Elliot llegan poco tiempo después.
— ¿Estás bien? ¿Qué pasó?—Pregunta Elliot mientras la revisa con frenesí, sumamente preocupado. Adelice aparta la mirada mientras Ariana prácticamente la aniquila con la mirada, totalmente celosa.
—Estoy bien. —Se limita a responder la rubia y se aleja de las manos ansiosas de Elliot, quien se sonroja y da un paso atrás, mirando fijamente al suelo rocoso. — ¿Qué fue lo que ocurrió luego de que Joseph y yo desapareciéramos?
—Nos escondimos de la bruja y sus cosas muertas, la serpiente marina o lo que haya sido eso que estaba en el agua desapareció casi al mismo tiempo que ustedes. —Explica Ariadna con su hijo apretado firmemente contra su pecho. —Gracias por cuidar de Joseph.
—No ha sido nada. —Susurra y todos echan a andar de camino al pueblo, pues con lo recién acontecido lo único que desean es dejar el horror y al bosque de la bruja atrás.
—En verdad me alegra que estés bien, ¿te imaginas lo que me hubieran hecho tus padres y mi abuela si llego contigo en pedacitos?—Dice Elliot tratando de aligerar el ambiente que rodea a Adelice, las gemelas van más adelante hablando en susurros, probablemente cuchicheando sobre ella. La rubia se limita a ignorarlo.
Antes de ingresar en el bosque hacia el camino que los llevará de regreso al pueblo, Adelice vuelve a sentirse observada. Echa un ligero vistazo sobre su hombro, llevando su vista hasta las profundidades del lago, y encuentra a los mellizos de ojos escarlatas observándola fijamente. En cuanto ambos ven su mirada cristalina sobre ellos regresan al fondo del lago, desapareciendo bajo el agua.
(...)
Han transcurrido dos semanas después de lo ocurrido en el lago, las gemelas han cortado cualquier comunicación o relación con la familia de Adelice y la de Elliot, por lo que tanto Elliot como Adelice han permanecido en casa.
— ¿Cuándo regresaremos a casa?—Inquiere Max mientras su familia y los dueños de la cabaña meriendan.
—No lo sabemos, querido. —Habla Lorain e intercambia una mirada con su marido. —Para irnos primero tendríamos que tener el auto en perfectas condiciones, y eso todavía no pasa.
—Quiero volver a casa. —Solloza el niño, Edmund lo toma en brazos y juntos salen de la cabaña. Adelice los sigue con rapidez.
—Iremos un rato al centro del pueblo, eso siempre lo calma. —Le comunica su padre. — ¿Quieres venir con nosotros?
—Seguro.
Ambos emprenden su camino mientras el menor de los tres limpia sus lágrimas y le muestra a su padre una diminuta sonrisa como agradecimiento. Adelice pone los ojos en blanco y niega, su hermano está demasiado consentido para su gusto. No tardan mucho en llegar al centro, el cual cuenta con su bullicio habitual: puestecillos aquí y allá, cada uno con cosas diferentes por ofrecer mientras los vendedores en él gritan las ofertas del día.
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La bruja de Crewel
TerrorEl pueblo de Crewel tiene tres reglas: 1. Nadie menor de 18 años puede estar fuera de su cabaña a las 6:45 pm, a esa hora comienza el toque de queda. 2. Los niños deben estar arropados y dormidos a las 7:00 pm en punto, ni un minuto más. 3. Mientras...