La sala estaba abarrotada de vestidos lujosos y accesorios por lo que apenas se podía ver a la gente que había debajo de tanta indumentaria. Todos tenían sonrisas en sus caras sonrojadas por el alcohol y parloteaban sin parar, despellejando a los que no habían podido asistir a la fiesta o a los que habían repetido repertorio de moda. Avalons vestidos con esmoquin se movían entre la gente ofreciendo refrigerios y aguantando las miradas de odio y asco que los asistentes les lanzaban.
-Annia.
La voz atravesó mi columna de arriba a abajo inyectándome una dosis de miedo. Me giré y ahí estaban mis padres, evaluandome con la mirada. Un momento de crispación en la ceja de mi padre me hizo tensarme.
-Te dije que te pusieras el vestido rojo. Esta noche no puedes ir como una pordiosera. Por una vez en tu vida comportate como una hija decente y no me avergüences delante de Grigori.
- Querido, Annia habrá cometido un error. Seguro que a Grigori le encantará, además ese color azul oscuro resalta sus ojos.
Mi madre forzó una sonrisa temblorosa. Solo el haber dicho eso podría ocasionarle problemas. No la culpaba por no defenderme más. La parte baja de mi espalda sabía lo que podría pasarle si contrariaba más a mi padre.
- Pensé que el vestido que me regalasteis podría utilizarlo en una ocasión en la que Grigori y yo tuviesemos más intimidad.- Esperaba que la mentira funcionase. La verdad es que ponerme algo que mi padre hubiese elegido me provocaba tal sensación de repugnancia que mi cuerpo lo rechazaba. Para paliar la sorpresa de mi padre, me habia puesto el vestido más provocador que tenía, con escote en forma de corazón y con la espalda al aire hasta las costillas.
- Bien, hablaremos más tarde. Oh, Grigori.
Su expresión cambio totalmente al ver al joven rubio acercándose. Se trataba del heredero de familia noble por supuesto. Alto y atlético se movia con bastante gracia, sin embargo su expresión de fingida cordialidad rezumaba superioridad. Era famoso por su cantidad de pretendientes y su infinita crueldad.
-Señor Friederich. Señora Ariadna. Esta fiesta es magnífica, pero por supuesto lo más bello es su preciosa hija. Señorita Anathia.
Se inclinó para besarme la mano y un reguero se saliva se quedó en mi dorso.
-Señor Grigori, es un placer verle esta noche.
- No podía perderme la fantástica vista que presenta usted hoy. Si no es una descortesia me gustaria invitarla un baile.
Miré a mi padre y enseguida afirmé con la cabeza a mi acompañante.
Al llegar a la sala me agarró fuertemente de la cintura y se acercó a mi hasta que pude oler su aliento caliente.
-Estás deslumbrante. No sabes las ganas que tengo de que seas mía. Por supuesto falta poco pero tu cuerpo parece anhelar el mio.
Dios. De dónde se sacaría esas conclusiones. Lo único que quería mi cuerpo era darle una patada en la tripa y alejarse lo más lejos posible.
- Sí, nuestros padres no deben tardar mucho en fijar una fecha.
Siguió con su verborrea sobre sus riquezas y sus éxitos mientras dábamos vueltas. Intenté que mi mente se alejase de allí pero cada vez que Grigori sentía que no le prestaba la suficiente atención apretaba su mano sobre mi cintura haciéndome daño. Después de media hora al fín terminó el baile y unos conocidos de Grigori vinieron a saludarle. Hizo las presentaciones apropiadas y Grigori se entretuvo mostrándome como una pieza de ganado.
- Querido, verás, me noto un poco mareada. Tu presencia y tu fantástico baile son demasiado para mi pobre constitución. Si no te importa iré a tomar un poco el aire.
Antes de que pudiese decirme nada abandone la sala y abriéndome paso entre la gente conseguí salir al jardín.
La noche fría despejó mis pulmones. No había nubes por lo que las estrellas se veían con total nitidez. El lago de nuestro jardín se había congelado y las hojas de los árboles estaban heladas. Respiré y una nube de vaho ascendió hasta fundirse con la noche. De un puntapié me quité los tacones que aprisionabam mis pies y los escondí en un arbusto. Moví los dedos en la hierba degustando su calmante frío y eché a andar antes de que alguien saliese y me viera. Tendría una hora aproximadamente hasta que tuviera que volver así que me dirigí a la arboleda para esconderme. Los robles daban sensación de cobijo y continué adentrándome hasta que vi una nube blanca. Me escondí detras de un árbol para que no me descubrieran. Algunas parejas salían para besarse y algo más, sin que sus padres se entererasen. Me asomé despacio sin hacer ruido y entrecerré los ojos para ver en la oscuridad. Sentado con la espalda apoyada en un roble habia un muchacho fumando. El pelo castaño rojizo le tapaba la cara pero parecía tener unos veinte años. Era desgarbado y vestía un esmoquin negro. Las nubes de humo formaban volutas de hermosas formas. Hipnotizada me asomé un poco más pero, al hacerlo, pisé una rama que se partió. El chico me miró asustado y sus ojos rojos como la sangre se abrieron de par en par. Era un avalon.
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A través de la Sangre (Annia)
Fantasy¿Un mundo dividido puede volver a ser uno? ¿Qué pasaría si descubres un secreto que puede desencadenar una guerra? En un futuro distopico donde los antiguos humanos ha marginado a los Avalons, dos jóvenes representando a sus diferentes mundos, se en...