A través de la Sangre (Annia)

Fiebre

- Oh cielos, gracias a Dios que estáis bien.- La madre de Ilya se había acercado corriendo y había cogido la cara de su hijo hasta acercarla a ella apoyando su frente en la del chico, que la miraba con ternura. A pesar de tener algunos mechones blancos, se podían apreciar mechones del mismo precioso castaño rojizo que el pelo de Ilya.

- Mamá, te dije que no te preocuparas.- La apartó suavemente y la mujer se acercó a mi.- Esta es la señorita Annathia y esta es mi madre, Inna.

- Encantada querida, me alegro de que esteis bien.- Me sujetó por los hombros con firmeza y dibujó en su rostro una sonrisa tan sincera que se me hizo un nudo en la garganta. Yo no debería estar allí, no debería estar poniendo en peligro a estas personas.- Tranquila, aquí estarás a salvo.

- Estos son mis hermanos pequeños, Yerik y Rona.

Los aludidos levantaron sus miradas curiosas y se acercaron. Yerik era como un Ilya en miniatura, a excepción del pelo que lo tenía totalmente rizado. Sin embargo Rona era completamente distinta, el pelo blanco lo tenía recogido en dos pequeñas trenzas, y sus ojos tenían el tono del café. Era una mirada demasiado inteligente para un niña de diez años, como si su mente fuera mucho mayor. Me miró en silencio ladeando su cabecita y con los ojos entrecerrados con desconfianza. Era normal, yo era una extraña que había invadido su hogar. Me agaché hasta quedar a su misma altura y le sonreí lo más sinceramente que pude.

- Encantada, me llamo Annia.

La niña siguió en silencio pero Yerik, que le había tomado la mano a su hermana se acercó sonriente.

- Hola, yo soy Yerik.- Me tendió la mano que tenía libre y yo se la tomé encantada. Tenía los deditos cortos y regordetes como los de todos los niños pero la palma de su mano era rugosa, como la de un trabajador.

- ¿Y Misha?.- Ilya se había apartado con su madre un poco y ésta le miró con ojos preocupados.

- Tranquilo, no pasará nada.- Ilya la miró serio y asintió.- Bueno, vamos a cenar, no hay mucho pero te quitará el hambre.

No me había dado cuenta de lo vacío que estaba mi estómago hasta que lo dijo y se puso a emitir ruidos vergonzosos. Inna me miró sonriente e hizo señales para que la siguiera a la mesa. Nos sentamos y de una forma totalmente organizada y eficiente, Ilya y sus hermanos colocaron los plato y vasos en la mesa. Inna llevó el caldero humeante, que estaba en el fogón, en la mesa y empezó a repartir su contenido. Era una especie de estofado de verduras con un aspecto no muy bueno, sin embargo el olor que desprendía aquella comida hacía rugir mi estómago. La madre de Ilya me sonrió haciéndome un gesto con la cabeza para que empezase a comer. No había comido algo tan delicioso en toda mi vida. Quizá fuera porque llevaba todo el día sin comer, pero mi estómago se movió contento por el manjar que estaba recibiendo. La cena transcurrió sin incidentes, con los pequeños contando como uno de sus compañeros de juegos se había caído por la tarde durante el descanso de sus trabajos. A pesar de ser un niño, Yerik había comenzado a trabajar ese año en la fabrica textil pero lo contaba como si se tratase de un juego. Todos le preguntaban interesados y haciendo bromas y yo miraba mientras entendía lo que era una familia.

- Jane...

Me giré inconscientemente al oír el nombre de mi tía pero me dí cuenta de que no era la única que había parado de comer para ver quien había entrado. En la entrada de la casa había un chico, de unos 27 años con el pelo blanco y ondulado como el de Rona. Tenia en el rostro un cicatriz que le recorría la frente, pasando por el ojo izquierdo hasta llegar a la mejilla, pero aunque esa linea rosada le recorriera la cara seguía siendo hermoso. Era un poco más alto que Ilya pero también era desgarbado. En un primer momento,la voz del chico y su rostro mostraban una mezcla de infinita tristeza, alivio e incredulidad, pero ahora que le mirábamos todos, había empezado a tornarse en una máscara de ira contenida. Dejó caer de golpe la mochila que llevaba al hombro formando una nube de polvo en el suelo.