Humo

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El chico se levantó enseguida, dejando caer el cigarrillo al suelo donde continuó humeando. Rápidamente cambió su cara, dejando el semblante totalmente sereno.
- Mi señora. Siento haberla asustado. Volveré ahora mismo a la sala.
Hizo una reverencia y evitó mirarme. Desde pequeños se les enseñaba a no mirar a los ojos a sus señores y a comportarse de manera impoluta. Se incorporó, y sin mirarme aún empezó a andar. Mierda, si le preguntaban si me había visto el chico no podría negarlo y tendría que volver a esa maldita fiesta.
- ¡No! ¡Espera!
Le agarré de la manga para retenerle. Durante un segundo miró mi mano en su brazo como si se tratase de un gusano arrastrándose pero, como si se hubiese tratado de un espejismo, su cara volvió a ser inperturbable. Agachó la cabeza y me preguntó que quería.
- Quédate acompañandome hasta que vuelva a la fiesta, por favor. Me da miedo estar sola.
Mentí de forma obvia pero asintió lentamente y permaneció de pie con los brazos detrás de la espalda.
Se le veía tenso, posiblemente por que sabía que ni él ni yo deberíamos estar fuera. Me quedé embobada mirando la oscuridad de la noche, era extrañamente reconfortante no saber todo lo que se ocultaba ahí dentro, pero sobre todo era liberador el saber que nadie me vería.
- Señorita, debe tener frío. ¿Quiere mi chaqueta?.
Estaba girado hacía mi pero seguía sin mirarme. al
-No gracias, el frío es agradable después de estar encerrada allí entre tanta gente.
Levantó la vista y me miró con curiosidad pero no tardó en darse cuenta de que lo estaba haciendo y apartó sus ojos.
-Disculpe, no quería incomodarla.
- Me incomoda más hablar con alguien que no me mira.- Dije con una sonrisa. -Si no te importa me gustaría quedarme un poco más pero si sigues mirando hacía abajo me voy a sentir mal de obligarte a estar aquí.
Me miró cada vez más estrañado. No comprendía como esos ojos podían considerarse desagradables. Eran profundos y grandes, como si te sumergieras en ellos. El color rojo destacaba sobre sus espesas pestañas enmarcando su mirada. Vaya, eran realmente hermosos.
- Como usted diga señorita.
-Annia.
-¿Disculpe?
- Mi nombre. Me llamo Annia.
-Si no le importa preferiría seguir utilizando el término formal.
Supongo que era pedirle demasiado, el tiempo y la experiencia le habia hecho desconfiar. Hacía varios siglos que una nueva raza de humanos habia aparecido. Apenas diferian del Homo Sapiens en cuanto a morfología externa pero su cuerpo era diferente. Su regeneración era diez veces superior a la nuestra, podían generar un falso estado de sueño de forma que no les era necesario dormir. Pero lo que más destacaba es que algunos de ellos contaban con habilidades especiales. En principio las naciones se habían peleado por ellos para usarlos en combate,no dejaban de experimentar para crear Avalons más potentes. Las guerras nunca cesaban y cuando vieron su capacidad de destrucción decidieron eliminar a los Avalons Alfa creando una situación de selección artificial para que simplemente fueran perfectos esclavos que podían trabajar sin parar. Fue un verdadero genocidio pero la raza humana antigua se excusó en que los Avalons no deberían ser considerados humanos como tal. Una forma rápida de eliminar la culpa de los ciudadanos, que cada día veían como los Avalons eran masacrados, torturados y humillados. A medida que las habilidades desaparecían, sus ojos iban tornándose rojos hasta que se convirtió en un distintivo de su raza. Su población habia quedado drásticamente reducida siendo apenas una centésima parte de la población mundial. Desde que nacían, los Avalons pertenecían a los amos de sus progenitores, básicamente, la gente como mis padres y casi todos los nobles del país los consideraban como algo más que ganado. Es cierto que en otros países, este grado de esclavitud y pertenencia estaba prohibido por ley actualmente, pero la marginación a la que estaban condenados los Avalons era general en todos sitios. Supongo que yo habría actuado igual si no hubiese sido por la hermana de mi madre. Mi tía Jane se habia enamorado de un Avalon y los habían matado por ello. Aún la recordaba enseñándome la ciudad y a sus habitantes con un inmenso cariño. A diferencia de mi madre, mi tía había nacido con una gran capacidad empática, por lo que se había marginado de su familia. Yo era mucho más parecida a ella que a mi propia madre por lo que la consideré como tal. Defendía a los Avalons con todos los medios que tenía, incluso se unió a un grupo disidente ilegal contra la esclavitud. Por supuesto yo era la única que sabía eso a pesar de que cuando lo hizo solo tenía diez años. Jane se había encargado de mi educación hasta que mis padres vieron la influencia que tenía en mi. Pero los diez años de amor que me había dado no se iban a esfumar. Seguía viendome a escondidas y contandome historias. Fue en ese grupo donde se enamoró pero nunca llegaron a ser felices porque una redada propiciada por mi padre acabó con ellos. Nadie fue a su entierro, abrieron una zanja y la sepultaron allí. No pude ir a visitarla hasta un año después cuando mis padres me dejaron salir de casa considerando que después de 12 meses me habría olvidado de ella. Se equivocaron.
Me di cuenta de que el chico me miraba. Mirando la oscuridad mi mente había vagado ocho años atrás pero de nada servía vivir en el pasado.
-Perdón, me he distraído. Está bien puedes llamarme como quieras. Pero ¿puedo preguntarte tu nombre?
- Me llamo Ilya.

A través de la Sangre (Annia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora