Decisión

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Me desperté notando que alguien me observaba, y efectivamente, entre la ranura de la puerta vi una cabecita de ojos marrones observándome curiosa. Me incorporé en la cama intentando decidir si aún soñaba o no. Al ver que me movía, la cabeza desapareció, pero aun podía ver los pies por la ranura.

- ¿Rona?

La chica entró con mirada gacha.

- Mamá dice que el desayuno está listo.

- Vale, ahora bajo. Gracias.

Aparté las pesadas mantas, una ráfaga de aire frío tocó mis piernas por lo que me puse los pantalones y los calcetines rápidamente. Rona seguía en la habitación, mirándome fijamente. 

- ¿Estás triste?

- ¿Qué? ¿Por qué lo dices?

La niña se tocó la carita redondeada rozando sus mejillas y yo hice lo mismo. Al retirarla pude ver humedad en mis dedos. Había estado llorando mientras dormía.

- No es nada, no te preocupes.

Rona se acercó hasta donde estaba mirándome curiosa. No había nada de inocencia en sus ojos, solo deseo de conocer.

- Soñabas con alguien.

No era una pregunta pero en mi mente apareció el rostro de mi madre llorando sin saber muy bien por qué. Fue un instante pero la chiquilla abrió los ojos con sorpresa. Y de repente empezó a cambiar y a crecer. Había cerrado los ojos y su rostro era una mueca de concentración. Se empezó a estirar y su pelo fue tornándose un poco más rubio, como el mío. En su rostro se formaron más ángulos y los labios redondeados de la niñez se volvieron algo más finos. Cuando abrió los ojos ya no eran castaños sino azules. Ya no estaba frente a una niña, estaba frente a mi madre aunque más sonriente que de costumbre. Me dejé caer otra vez en la cama. ¿Que acababa de pasar? Mi mente no dejaba de trabajar intentando buscar una explicación a lo que acababa de pasar. Debo estar soñando. Mi "madre" se acercó y se agachó para poder coger mi cara entre las manos.

-¿Querías verla?

La voz era extraña, una voz madura e infantil a la vez. Me aparté asustada, esto no debería estar pasando. Mi madre me miró con curiosidad y luego con arrepentimiento y de un momento a otro dejó de ser mi madre para volver a ser una pequeña de pelo blanco.

- Perdón, pensé que te pondría contenta verla.

Rona miraba hacia abajo con ojos tristes mientras que yo intentaba que mi voz saliese.

- ¿Qué... qué acaba de pasar?

Se escuchó la voz de Yerik subiendo por las escaleras y entró en la habitación con el rostro enrojecido por la carrera.

- Rona, mamá dijo que te dieras prisa.- Se paró en la puerta pasando sus ojos de Rona a mi.- ¿Lo has vuelto a hacer? Misha te dijo que no lo hicieras más, Rona. Asustas a la gente. 

La aludida asintió y se marchó bajo la atenta mirada de su hermano que parecía regañarla con la mirada. Cuando desapareció por el pasillo el niño me miró.

- Siento que te haya asustado. No lo hace con esa intención.

Todavía no acababa de asimilar lo que había pasado así que asentí mecánicamente.

- Venga vamos, que tenemos que trabajar. 

Cogió mi mano y tiró de mi hacia las escaleras. Me hice una trenza rápida mientras bajábamos por las escaleras aunque aún seguía pensando en lo que había pasado con Rona y no me di cuenta de que todos estaban sentados en la mesa esperándome. Miré el destartalado reloj de la cocina. Solo eran las seis pero todos estaban ya levantados. Cuando entramos en la sala Ilya levantó la mirada y se sonrojó levemente al verme, recordándome lo que había pasado la noche anterior. Pero el sonrojo fue sustituido por la culpabilidad de estar allí. Misha no estaba y Rona miraba fijamente la mesa. Debía marcharme antes de darles más problemas.

A través de la Sangre (Annia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora