Capítulo 2

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Sus pasos resonaron victoriosos dentro de la oficina, saludó con un movimiento de cabeza al oficial de turno y siguió de largo hasta su despacho. Era un oficina pequeña y modesta con varios archiveros grises, un mapa de la cuidad, un armario, un perchero, un sofá de cuero marrón, un escritorio y una única ventana. Se dispuso primero a quitarse el abrigo pesado que llevaba puesto, era un mañana helada e incluso la nieve se había hecho presente. Luego caminó hasta el escritorio y lo rodeó no sin antes notar la carpeta marrón que habían dejado para él. Seguramente los primeros detalles del caso de anoche. Los tomó sin mucho interés, daba por hecho que sería un suicidio por lo cual no se sorprendió cuando lo leyó como primera y más fuerte hipótesis. Estaba claro, el joven se había suicidado. El arma con el cual se había efectuado el disparo estaba a su nombre, aunque aún faltaba comprobar las huellas digitales en él. Pero Hyukjae daba por hecho que la dichosa carpeta marrón terminaría, a más tardar mañana, en algún cajón del archivero. El cajón de la letra “L” de Lee (apellido de la víctima) tendría mañana un nuevo premio. Sin embargo a Hyukjae le quedaba una inquietud, más por curiosidad humana que profesional, el hombre del patrullero. Volvió entonces a tomar la carpeta marrón en sus manos y buscó el testimonio escrito de aquel hombre, lo leyó rápidamente agregando pequeños movimientos de cabeza conforme leía un poco más. Eran amigos, vivían juntos, el único testigo había estado hasta tarde en su empleo como bibliotecario y al llegar lo vio sentado frente al televisor, no tuvo tiempo de verle el rostro ni percibir el arma. Pasó directo a su cuarto y minutos después escuchó el estruendo, cuando llegó a la cocina su amigo estaba tirado en el piso y no había nada más que hacer. 
Hyukjae llevó una de sus manos hacía su cabello y se rascó la cabeza, luego miró la hora y notó que apenas eran las siete de la mañana, el chico seguramente aún estaba aquí. Conocía de letra a letra la burocracia que se manejaba en el lugar, y podía dar por hecho que el chico aún firmaba papeles y daba testimonios.
Se puso de pie y salió de la oficina, tomando sólo su abrigo, asía el sector donde aguardaban los testigos, luego lo pensó mejor y caminó asía donde se terminaba con el papeleo, y allí lo encontró. El pobre chico tenía el cabello revuelto y lucia incluso aún más joven de lo que Hyukjae había podido observar en las fotos del departamento. El muchacho tenía puesto un sweater ancho color azul y parecía no traer más abrigo que los guantes de cuero que tenía en las manos, seguramente con el revuelo de las cosas no le habían dado tiempo siquiera de ponerse un abrigo.

-Buenos días- musitó y de inmediato deseó haberse mordido la lengua. Casi se había oído como una burla, pues “Buenos días” no era la frase más apropiada para alguien que acababa de perder a su amigo y de un modo tan dramático y escandaloso. Sin embargo el chico, que se encontraba inclinando frente a una ventanilla firmando papeles, levantó la vista hacia él sin el más mínimo enfado. Hyukjae tan solo pudo notar y hacer hincapié en el cansancio que veía en su mirada, seguramente también esos bonitos ojos habían estado llorando, y entonces el cansancio tal vez solo intentaba cubrir la tristeza que había dejado la madrugada y gran parte de la mañana.

-Soy Lee Hyukjae, investigador a cargo- El chico de cabello castaño y ojos tristes, soltó la lapicera y con movimientos lentos observó la mano que acababa de extenderle, luego lo observó a él, y Hyukjae pudo notar que ahora sus ojos lucían el doble de cansados.

-Me dijeron que ya puedo irme a casa- dijo el chico con la voz apagada y débil, incluso ronca.

Hyukjae guardó su mano en su bolsillo al verse rechazado por el otro muchacho.
-Y puedes hacerlo- afirmó- Sólo quería presentarme y dejarte saber que estoy a tu servició. Eres Lee Donghae ¿Verdad?

El chico lo observó en silenció un momento- ¿Está usted a mi servició? Pensé que los papeles eran al revés, que sería yo quien lo estaría las veinticuatro horas del día. –La fragilidad de la voz del muchacho ahora se había llenado de un fastidio que Hyukjae encontró totalmente justificable. Sí su mejor amigo hubiese muerto y él hubiese tenido que estar aquí muriendo del frio y del sueño, y teniendo que recordar una y otra vez la forma en la que lo encontró muerto en su cocina, seguramente ahora mismo estaría tan o más fastidiado que el castaño.

El crimen fue besarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora