Capítulo 9

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Creyó sentir la gota fría de sudor correr por sus sienes, sin embargo cuando se llevó la mano hacia la frete ésta estaba completamente seca.

-¿Qué quiere decir, señorita Kim?

-Lo que escuchó, ellos eran amantes, oficial. Donghae es homosexual y sedujo a Sungmin. Él jamás lo admitió pero yo lo sabía, los vi, leía sus mensajes, oía sus llamadas y Sungmin… Oh, él quería dejarlo, iba a hacerlo. Sungmin iba a mudarse aquí el próximo semestre, quizás se lo había dicho a Donghae. Oh, oficial, yo sé que Donghae es culpable. Y se preguntará entonces porque diablos lo hospedé en mi casa, pues esperaba yo misma comprobar que él era el culpable. Oficial, yo le ruego, le imploro que reabra el caso. Por favor.

Para entonces Hyukjae había dejado su mente suspendida en el tiempo, en las primeras palabras. Eran amantes. Su confusión era tal que temblaba como un epiléptico. Quería salir corriendo tras Donghae pero las piernas no respondían a las órdenes de su abotargado cerebro y se desplomó sobre el sofá junto a la mesa del teléfono.

-¿Oficial?

-Sí –Susurró, Hyukjae. –Yo, usted… -Suspiró –Tendré que pedirle que me llame mañana, ¿Tiene el teléfono de la oficina?

-Sí, oficial.

-Bien, llámeme después de las 10 y antes de las 2 de la tarde ¿Podría usted?

-Desde luego –Murmuró la mujer que parecía repentinamente aliviada, complacida y comprendida ignorando totalmente que Hyukjae se estaba desmoronando al otro lado de la línea.

-Hasta entonces, Señorita Kim.

Cuando cortó el oficial se desmoronó sobre el respaldo del sofá. Se llevó las manos a la cabeza y pasó sus largos y delgados dedos entre sus cabellos –Mierda, chico, mierda.
Revisó entonces el reloj de pared y se aseguró de que aún no fuesen las 8, faltaban diez minutos. Entonces corrió por la sala, se colocó los zapatos y bajó las escaleras sin siquiera detenerse a buscar un abrigo. Lo lamentó luego cuando el viento helado le golpeó el rostro.
Condujo por las calles fastidiosamente repletas y llegó así hasta la universidad. Los caminos del campus aún estaban adornados de algunos jóvenes que paseaban por allí abrazados a libros o a ellos mismos. La noche estaba helada. 
Se alivió de inmediato al ver que las luces de la biblioteca aún estaban encendidas pero la puerta estaba cerrada y sabía que, para entonces, el establecimiento ya no recibía estudiantes. 
Cuando abrió la puerta lo primero que hizo fue topar su mirada con los bonitos ojos de Donghae tras las gafas cuadradas.  El castaño lo miró boquiabierto, atónito y Hyukjae esperaba que mínimamente emocionado, aunque en ese instante estuviera lo bastante enfadado como para centrarse en aquello.
Dio zancadas largas y seguras hasta el pequeño escritorio frente a los grandes pasillos que formaban los libreros enormes.

-¿Por qué no me lo dijiste? –Donghae abrió sus labios y pareció balbucear alguna cosa que el oficial ni siquiera se detuvo a interpretar –La señorita Kim me llamó hace menos de treinta minutos. Me ha pedido que reabra el caso porque resulta que hay un detalle que desconocía.

Vio el rostro de Donghae encogerse y sin embargo aún estaba callado.

-Sabes de lo que hablo ¿Verdad? –Se llevó las manos al cabello y tiró de él- Oh, mierda, entonces es cierto.     

-No sé de qué hablas –Susurró el castaño quitándose las gafas, cerrando el libro que tenía sobre el escritorio y saliendo de detrás de él –Pero no deberías estar aquí.

Hyukjae elevó una ceja y jadeó. Su cabeza era un torbellino. Donghae lo había engañado a la perfección, jamás había mencionado a Sungmin como su amante y peor aún lo había disfrazado como un hermano de otra madre y él se lo había creído a pie juntillas aquella fachada de inocente fraternidad.

El crimen fue besarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora